Eloi Pardo, 'Still Morris' artísticamente. Director general de la Banca
March y rockero
Tengo
55 años: llámeme viejo rockero. Vivo entre Palma y
Barcelona y he conseguido mantener una familia. Desde que tengo una
banda de rock & roll soy mejor bancario. Los
cargos eligen a otros cargos: a los líderes los elegimos todos. Hoy sobran cargos y nos faltan líderes
Empezar a volver
Eloi
Pardo no cuenta batallitas. Sabe que
cualquier tiempo pasado fue anterior. Y elogia a los jóvenes: están más
preparados y saben discernir mejor lo aparente -triunfar ante los demás- de lo
esencial: ser tú mismo. Por eso abomina del clima depresivo en el que llevamos
cinco años instalados: "Cuando yo buscaba mi primer empleo, salíamos
avergonzados de una dictadura corrupta, entre golpistas y terroristas de
extrema derecha, izquierda y ETA; la peseta daba risa con inflación y tipos al
20 por ciento y en Europa sólo nos querían de camareros. ¡Pero salimos
adelante! Pongámonos las pilas sin esperar a los políticos y también saldremos
de esta. Y antes de lo que esperan".
Por qué se hizo rockero?
Yo
tenía una banda de rock & roll a los 18 años. Estudié Económicas y me
concentré en ser bancario hasta los 50, pero un día...
...
Pasé
por una tienda de música en liquidación. Y allí estaba el bajo. Yo tocaba el
bajo. Y me lo compré para colgarlo en la pared de casa... Y mirarlo.
Un souvenir.
Pero
mirarlo me hizo pensar. Yo me he visto obligado a despedir a mucha gente.
Mal trago.
Buena
gente. Algunos, amigos. Y en esos momentos les he oído reflexionar en voz alta.
Seguro.
He
oído demasiadas veces aquello de "si yo hubiera..." o lo de "si no
fuera tan mayor...".
¡Pero eran jóvenes de 50 o 60 o
70...! Y con buenas prejubilaciones.
No
es sólo dinero. En la vida tenemos tres círculos: el profesional; otro de
amigos y de familia. Pero al final sólo estás tú. Tú solito.
Y al final tienes que rendirte
cuentas.
Por
eso los
únicos éxitos que de verdad merecen ese nombre son los que consigues sobre ti
mismo. Son los que duran. Lo demás son..., llámelo como quiera:
logros profesionales, objetivos de tu carrera, metas...
Si tienes suerte.
El
problema es que la mayoría de los de mi generación dejamos que el círculo profesional fuera
devorando todos los demás.
Nuevos ricos nacidos en un país
pobre.
¡Tantos
cargos y sueldazos a costa de desestructurar sus familias y quedarse sin
amigos! ¿Para qué? Perdían su fachada y se quedaban sin nada.
Demasiada gente vacía.
Pues hoy hay jóvenes de 40 que
aún no tienen un empleo digno.
Todo
mejorará -estamos haciendo los deberes-, y esos jóvenes son mejores que
nosotros: saben de la necesidad de equilibrio entre lo que eres fuera o dentro
del trabajo.
¿Y usted?
Yo
espero algo más en mi existencia que mi carrera bancaria para que me queden
sólo después recuerdos de oficina. No quiero que la vida me pase sin querer
esperando que me pase lo que quiero. Tengo el rock.
¿Y ya lo saben en el banco?
Lo
que yo sé es que soy mejor bancario después de ser rockero. Pero volvamos a mi
guitarra colgada en la pared. Resulta que la veo y la toco y me animo; recupero
unas libretas con letras y acordes de los 20 años. Y se las enseño a un amigo
músico.
¿Y...?
¡Le
gusta su aroma de los setenta! O al menos eso me dice. Y así me animo a grabar.
Pero es que los del estudio, al escucharme, también quieren más. Y se lo
cuentan entre ellos. Y así ficho por la Warner.
¡Bien!
Y
empiezo a dar los primeros conciertos en garitos de Palma. Es entonces cuando
me entra la duda: ¿qué pensarán en el banco?
Los banqueros no suelen ser
rockeros.
Me
lo pienso a fondo y al fin decido que la frustración de no volver al rock me durará más y será
más profunda que cualquiera de las consecuencias de volver al rock.
¿Hay consecuencias?
Un
directivo me llamó cuando corrió la voz y me preguntó con sorna: "Me han
dicho que haces música... ¿Será clásica, no?".
El rock también puede ser
clásico.
El
mejor rock de mis 20 sigue siendo bueno hoy. Con oír tres acordes ya te
levantabas de la silla y sabías si eran los Rolling, Queen, Beatles...
Hoy también los hay buenos.
Pero
me temo que suenan todos demasiado parecidos: se ha homogeneizado el gusto.
¿Algún colega bancario le
animó?
Un
día en un bar de Palma donde yo estaba tocando se me acercó otro directivo y me
dijo: "¡Eloi!
¡Por Dios, Eloi!... ¿Eres tú?".
¿Aclaró que allí usted era
Still Morris?
El
rock es un modo de vida y la banca el modo de ganármela. Eloi Pardo es mejor porque también puede
ser Still Morris.
En la banca sí que hace usted
de actor.
La
banca requiere mucho teatro. Y es un sector que me apasiona y me lo ha dado
todo, pero el
rock me permite compensar la asepsia afectiva que requiere la banca.
Además está en reconversión
salvaje.
Ya
habíamos empezado una reconversión discreta antes de la burbuja -ya sobraban
sucursales entonces- con prejubilaciones; todo pactado y paulatino.
Había tres bancos en cada
esquina.
Las
íbamos cerrando. Pero llegó la burbuja y todos empezamos a doblar balance cada
tres años. Y si no lo hacías, te miraban como a un idiota: era imposible
apearse.
¿Y ahora será posible
arreglarlo?
Yo
soy optimista. La reconversión ahora será más traumática, pero aún queda margen
para hacer las cosas bien. Sólo confío en que no nos traten igual a todos,
porque en unos bancos ha habido más prudencia y darnos a todos ahora el mismo
trato sería incentivar la segunda.
¿De qué depende?
Si
tuviéramos sociedad civil... Pero ¡es que somos unos cagamandurrias! Hemos dejado a
la clase política invadir todos los ámbitos de nuestra vida y nos domina una
cúpula que elude el control democrático y no tiene ni idea de muchos asuntos
que deciden.
¿Por qué cree que vamos a menos
mal?
Porque
también aquí son mayoría los buenos profesionales: serios y trabajadores.
Espero que el rock también
mejore.
En
eso estamos.
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