El autor cree que "hemos optado por más logros y metas, y
menos disfrute"
Todos
sufrimos estrés y eso no tiene porqué ser malo. El estrés no es otra cosa que
una respuesta adaptativa necesaria para la supervivencia de las especies, algo
que siempre ha existido y que tiene una doble cara: nos puede llegar a ser de
gran utilidad pero que también nos puede destroza la vida. El médico colombiano
Santiago Rojas, cree que el estrés es un gran incomprendido porque nos hemos
quedado sólo con su faceta más negativa (el distrés), y no con su cara positiva
(el eustrés). Es por ello que acaba de publicar el libro Desestrésate, con claves para liberar
tensión que nos ayude a mejorar nuestra vida y que pasan por hacernos ver que
las sociedades más adelantadas han generado unas expectativas altas que
convierten lo útil en indispensable, algo que nos acaba estresando, tensionando
y, que en ocasiones, nos puede hace enfermar. Rojas sostiene que “el éxito de todo el proceso fundamental del ser humano
es aprender a ser agradecido. Es en el gozo donde nosotros estamos en
bienestar, y el gozo nace del agradecimiento”. Por ello, nos
invita a valorar las cosas en el momento en el que estén sucediendo, y no
cuando ya hayan pasado.
-Hay investigadores que definen
el estrés como el mal de los tiempos modernos. ¿Antes no existía el estrés, o
es que no se había estudiado tan a fondo como ahora?
-La
palabra estrés se empezó a acuñar en el siglo XIV a partir de la palabra de
origen griego stringere, que significa “provocar tensión”. Sin embargo, no es hasta
la mitad del siglo pasado cuando Hans
Selye, que lo estudió con profundidad, enmarcó los molestos síntomas
físicos y psíquicos que se presentan ante diversas situaciones generadoras de
tensión dentro de lo que llamó el síndrome general de adaptación. El estrés es
una respuesta adaptativa necesaria para la supervivencia de todas las especies,
y ha existido siempre.
-Lo
que no sé si ha existido siempre es la concepción de que hay un tipo de estrés
bueno y otro malo...
-El
mismo Selye ya lo dijo el siglo pasado, pero a la humanidad se le olvidó y lo
relaciona sólo con su vertiente mala. Selye dejó claro que el estrés es esa adaptación que
tenemos las especies y que podemos hacer de una manera favorable, sacando
provecho de la experiencia, o de una manera desfavorable, sufriendo tensión y
llegando al agotamiento y a la enfermedad.
-¿Por qué la humanidad se ha
quedado sólo con esta última descripción?
-Pasa
con muchas cosas en la vida, siempre solemos quedarnos con lo malo. Por
ejemplo, con el colesterol. Decimos que “el colesterol es malo”. Resulta que el
colesterol tiene una faceta que nos previene de las enfermedades del corazón.
Desde hace 30 años, la gente sólo relaciona el colesterol con algo malo, y no
pensamos que también puede ser necesario para nuestra supervivencia. Sin
embargo, el exceso de un tipo de colesterol nos afecta a la circulación. Lo
mismo pasa con el estrés, tiene una parte que reconocemos como negativa porque
nos tensiona y nos hace un daño fisiológico y social, pero tiene una faceta
necesaria e ideal.
-¿Es por esto que en su libro
asegura que el estrés es un gran incomprendido?
-Es
un gran incomprendido porque no hemos podido desarrollar su faceta positiva. No hemos podido
encontrar el bienestar del gozo.
-¿Por qué motivo el estrés
ocurre de una forma o de otra?
-Porque
el estrés es la forma como nosotros nos adaptamos a los cambios que ocurren en
la estabilidad. Si nos adaptamos correctamente, estamos en equilibrio, si nos
desadaptamos es cuando entramos en tensión. Y eso tiene que ver con cómo valoramos las
pérdidas de lo que teníamos antes.
-¿Por qué las personas
reaccionamos de forma muy distinta ante la misma situación?
-Porque
el estrés es
una percepción, depende de la valoración que yo haga de ese cambio que tengo
frente a las circunstancias. Esto me permite vivirlo de una forma
productiva, constructiva y útil para mi supervivencia, o de una forma
destructiva, conflictiva y destructiva para ella.
-Conceptualmente, ¿qué
diferencia el eustrés del distrés?
-Bioquímicamente,
el eustrés es una liberación de tres sustancias en equilibrio a nuestro
cerebro: dopamina,
serotonina y noradrenalina; mientras que el distrés supone una
liberación de cortisona,
que no nos produce nada. Cuando uno tiene eustrés, sale fortalecido: sufrimos
durante el partido de fútbol pero ganamos, trabajé duro para conseguir algo,
pero lo logré; es decir, nos da una satisfacción que minimiza todo lo que ocurrió.
El distrés nos lleva al agotamiento, a la sensación de fracaso e
impotencia. Y finalmente, el eustrés hace que disfrutemos y que validemos la
experiencia como provechosa, mientras que el distrés aparece cuando hacemos
algo por obligación, que nos provoca tensión y hace que sintamos esa vivencia
como inadecuada. La forma en qué vivo la valoración de lo que está ocurriendo es lo que
me generará un tipo de estrés u otro. No podemos acabar con el
distrés, pero podemos fortalecer el eustrés minimizando el distrés.
-¿Podemos pasar de un estado de
distrés a uno de eustrés?
-Sí,
y de forma instantánea. Para ello hay que cambiar la perspectiva de las cosas. No podemos
cambiar la realidad, pero sí la forma como la vemos.
-¿Cuándo se produce el distrés
más grande en la sociedad?
-Cuando lo que
era innecesario se vuelve necesario. El organismo se prepara para la
lucha y la supervivencia y te dice “necesito llegar al trabajo rápido”. Cuando
el cuerpo recibe ese "necesito" se prepara para luchar, el corazón
late más rápido, las pupilas se agrandan para ver mejor y el sistema cerebral
empieza a trabajar a gran velocidad. Y todo eso, durante unos dos, tres, o
cuatro minutos, es fundamental. Pero si yo no soy capaz de vivir adecuadamente
el estrés y no entiendo que son necesidades transitorias de supervivencia y las
mantengo de forma permanente, mi sistema se agota y yo puedo contraer una
enfermedad.
-Llama la atención que en
sociedades que no están tan avanzadas como la nuestra no haya tantos episodios
de estrés como los que vivimos aquí.
-Es porque hemos
vuelto necesario lo que no lo es. Tenemos necesidades de consumo, de
apariencia, de logros individuales, de competencia o de metas empresariales y
económicas. En las sociedades donde no existen esas expectativas no hay tanta
tensión y tienen menos estrés. Nuestra sociedad ha puesto unas expectativas que
vuelven necesarias cosas que no lo son. Hemos optado por más logros y metas, y menos por
disfrute. Las sociedades que tienen más disfrute y menos necesidades
inalcanzables viven mejor. El que más goza es el que tiene gustos más simples.
Si tenemos gustos menos simples nuestro estrés será más alto.
-¿Cree que iremos a más?
-Sin
duda, hasta que nos rompamos. En la vida, todo son ciclos, y lo vimos con el
tema de la burbuja económica que vivió España. La clave del estrés es aprender a adaptarse
a la condiciones y valorar los cambios de una manera más favorable. Hay
que entender que tenemos pérdidas y adaptarse adecuadamente al cambio. Cuando
nos adaptamos, vivimos con menos tensión, y eso lo vemos porque hay gente que
es feliz a pesar de tener una gran cantidad de dificultades.
-¿Esta adaptación es lo que
usted define en su libre como integración?
-La
diferencia es que la adaptación es biológica, mientras que la integración es
decidida. La adaptación ocurre de una forma natural, me adapto a esta silla
porque me puedo sentar así, pero me integro cuando soy uno con eso. Integrarse es
un proceso decidido por la razón y por nuestro cerebro, que decide estar ahí a
pesar de las condiciones.
-Puedo entender que nos
estresen los grandes cambios, especialmente al principio. Pero somos muchos los
que estamos estresados en nuestro día a día sin, a priori, grandes cambios a la
vista…
-No somos
capaces de diferenciar lo útil de lo indispensable, y eso nos
estresa. Solamente hay cosas indispensables para nuestra supervivencia, pero no
para la vida. Esa es una clave esencial. El problema es cuando transformamos
cosas útiles en indispensables. Estás utilizando una grabadora para esta
entrevista, y es algo útil, pero no indispensable.
-¡Muy útil! Créame.
-Sí,
lo entiendo. Todo lo que existe en el mundo puede ser útil y yo puedo ser útil
para la vida de mi esposa, de mis hijos, de mi familia. Cuando cambio ese concepto de útil por
indispensable es cuando entro en distrés, porque lo vuelvo necesario para la
supervivencia y para mi cuerpo. Yo no digo que no se utilicen algunas
cosas, siempre y cuando no se vuelvan indispensables para tu bienestar.
-¿Cree que estamos
excesivamente acomodados?
-Sí,
porque hemos decidido volver indispensables para nuestro bienestar cosas que no
lo son. Y luego hay otro tema.
-No se corte.
-El control.
Cuando quieras tener control sobre todas las cosas que ocurren fuera, vas a
tener siempre tensión. Uno se estresa porque Messi no patea bien porque quiere
controlarlo desde fuera de la pantalla. Queremos controlar a los demás y por eso nos estresan los
hijos, la pareja o el mundo.
-¿Cuáles son los principales
agentes estresores en nuestra vida cotidiana?
-El
agente estresor viene siempre por la incapacidad de adaptarse a los cambios.
Puede ser el clima, que la pareja nos habla diferente, los cambios en los
hijos, etc. Y luego está la valoración que uno le da a todas las pérdidas que
tenga en la vida. Como hecho fundamental, te diría que es importante
que se pueda ver las cosas por el gusto de hacerlas y no por la obligación. En
la vida hay que tomar decisiones de manera permanente y una de las condiciones
que nos genera ese distrés es que no tomamos decisiones por gusto y nos sentimos siempre
obligados. Esa obligatoriedad genera un mecanismo de liberación de
cortisol y de distrés. En cambio, el “quiero hacer
esto”, genera liberación de dopamina. Y si se tiene una
dificultad debe ponerse un poco del “quiero”
dentro de ese “me toca”. Porque ese “me
toca” también va a ser permanente en la vida.
-¿Los constantes avances
tecnológicos nos están haciendo más fácil la vida, o nos estresan más?
-Volvemos
a lo mismo. El punto fundamental es la utilidad frente a la indispensabilidad.
Ahora en el ordenador necesitamos tener de todo, y las empresas obligan cada
vez más a la gente a que tengan más cosas en menos tiempo. Parece que El iPhone
4 ahora ya no sirva para nada, tienes que comprarte el iPhone 5. Eso es generar
una indispensabilidad que es mentira. El iPhone 1 sirve exactamente igual que el último para
cumplir las necesidades de comunicación.
-Pienso, ahora, en la gente que
está sufriendo la dura realidad de la crisis económica. Sin trabajo, con una
hipoteca o sin recursos. Entiendo que sus “quiero” son ahora “debo” impulsados
por una necesidad cada vez más latente. ¿Cómo debemos gestionar el estrés en
estos casos?
-Ahí
entraría lo que son los sistemas de adaptación del estrés y la búsqueda de
mecanismos de soporte: recurrir a amigos, a bancos o a lo que sea. La crisis es
mi sistema estresor, mi incapacidad de adaptarme a mi nueva realidad y
modificar mis expectativas. Eso no quiere decir que acabe con mis sueños, simplemente
los modifico por una necesidad. Tengo que aprender que en el camino
hay muchas paradas técnicas que tengo que hacer. Hay que validar la crisis como
una parada técnica en un momento de recogimiento y de valoración.
-En España se está alargando
mucho esa parada técnica. ¿Esto no acaba por desesperar a las personas?
-Todos
los países hemos vivido crisis, y no competiremos por ver quién ha sufrido más.
La dualidad entre el ser víctima o victimario es lo que lleva a que las crisis
se perpetúen en cualquier lugar. El estado de la víctima es el de "el mundo
contra mí y el mundo seguirá contra mí”, y el del victimario, "como a mí
me ha pasado esto, voy a destruirlo todo”. Ahí entra la actitud de
la persona: ¿Qué
provecho puedo sacar yo? Y de ahí es donde salen los grandes
descubrimientos de la humanidad. Si no soy víctima ni victimario empiezo a ser
lo que se llama el observador consciente, y desde la oportunidad
genero agradecimiento. Las crisis están hechas para que la gente cambie o
mejore, pero no para que se perpetúe.
-Nuestros padres no nos hablan
del estrés, la escuela tampoco. ¿Quién nos debería enseñar a gestionarlo?
-Desafortunadamente,
el estrés parte del desconocimiento del funcionamiento natural del organismo.
La sociedad nos lleva a hacer cosas que van en contra de eso: dormir menos,
trabajar más, generar necesidades absurdas. Y el organismo vive con cosas muy
simples. La
gran enseñanza de esto es ir a lo sencillo, a los gustos simples. El
animal no necesita lujos ni muchas cosas para estar en equilibrio. Los gozos más
infinitos están en el cuerpo: dormir, cosas sencillas, la mirada, la ternura,
el cariño. Y esas cosas sencillas son las que necesitamos en la vida
para estar en equilibrio. Eso es lo que nosotros deberíamos volver a validar.
¿No nos lo han enseñado? Aprendámoslo. No suframos la crisis, simplemente aprendamos de ella.
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