Cuenta una historia que el sabio Confucio animó a uno de sus discípulos a caminar por un bosque. Mientras el maestro paseaba distraídamente, silbando y observando los árboles y los pájaros con los que iba cruzándose por el camino, su acompañante parecía nervioso e inquieto. No tenía ni idea de adónde se dirigían.
Harto de esperar, finalmente el discípulo rompió su silencio y le preguntó:
Harto de esperar, finalmente el discípulo rompió su silencio y le preguntó:
- “¿Adónde vamos?”.
Y Confucio, con una amable sonrisa en su rostro, le contestó:
- “Ya estamos”..
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