“No me sale, esto es imposible, no sé hacerlo, mamá no puedo, de verdad,
lo he intentado todo”. Frases típicas de los niños y que
a todos nos suenan son capaces de estresar a más de un padre o madre. ¿Por qué
las pronuncian tanto? Porque cada vez que lo hacen, los adultos les damos la
solución a ellas.
Muchos
padres caen en la sobreprotección y abusan de la permisividad con la intención
de reducir o evitar las fuentes que causan la frustración en el niño,
terminando por convertir cualquiera de sus fracasos en un nuevo éxito.
Intentar
complacer siempre a los niños y evitar que se sientan frustrados ante cualquier
situación no favorece su desarrollo integral como persona, ya que, cuando sean
adultos, van a tener que enfrentarse a circunstancias tanto de éxito como de
fracaso.
Nuestra peor aliada es la impaciencia, motivada por querer evitar a toda costa emociones negativas en nuestros
hijos, y que se acentúa por la sociedad en la que vivimos, en la que tenemos de
todo y de forma inmediata.
El no alcanzar lo
que desean y en el momento que ellos deciden les produce frustración,
malestar y cansancio. La mayoría de los padres no quieren que sus
hijos sufran, se desmotiven o lo pasen mal y por ello acceden directamente a
satisfacer sus necesidades. Sin embargo, de esta manera no aprenderán a luchar,
a esforzarse o a plantearse las cosas desde diferentes puntos de vista porque
estarán acostumbrados a saciar sus necesidades enseguida.
Entrenar
el esfuerzo y otros valores como la constancia permitirá, además, que adquieran
hábitos de vida saludables como lavarse los dientes o el cuidado de su higiene,
que según a qué edades, les causan pereza, de los que se olvidan o con los que
no terminan de ser constantes.
En
relación a la alimentación y el sueño, muchas veces el niño desea hacer lo que
le place por encima de su bienestar o su salud. Por ello es tan importante
inculcarles el concepto de que no podemos dejarnos llevar por los impulsos siempre que
nos apetece y, en este caso, de que los beneficios a largo plazo de
una alimentación
saludable están por encima del placer que las
golosinas puedan proporcionarle.
En la
etapa infantil, los niños tienden a pensar que el mundo gira a su alrededor,
que lo merecen todo y que consiguen al momento lo que piden. No saben esperar porque no tienen desarrollado el
concepto del tiempo, ni la capacidad de pensar en las necesidades de los demás. Es entonces cuando hay que empezar a enseñar a
los niños a tolerar la frustración.
Aprender
esto desde pequeños les permitirá enfrentarse de forma positiva a las distintas
situaciones que se les presentarán en la vida. Los niños tienen que saber
lidiar con esa vivencia emocional en la que su deseo o necesidad no siempre se
llega a cumplir, y esta situación se la van a encontrar muchas veces. Entrenarlos en
estos valores permitirá que no tiren la toalla a la primera de cambio en cuanto
no consigan el trabajo que sueñan o la pareja perfecta.
Si los
padres siempre satisfacen a los hijos con todo aquello que piden, los pequeños
no aprenderán a tolerar el malestar que provoca la frustración de no salirse
con la suya y el hacer frente a situaciones adversas. Por ello, es muy probable
que en la edad adulta sigan sintiéndose mal cada vez que no consigan aquello
que se han propuesto.
Tolerar la frustración significa ser capaz de afrontar los problemas y
limitaciones que nos vamos a encontrar a lo largo de la vida a pesar de las molestias que puedan causarnos. Por lo tanto, se trata
de una actitud que puede trabajarse y desarrollarse.
Si los
niños perciben que todo tiene que ser inmediato, y que los padres se muestran
contrariados cuando las cosas no ocurren ya, interiorizan esa actitud como
patrón de comportamiento y reaccionan con agresividad, ira y malos modos cuando
su respuesta y el momento en el tiempo no coinciden.
Algo
que también repercute es la falta de
costumbre de enseñarles a pensar.
Si le solucionas su problema sobre la marcha con tal de que no sufra, nunca
aprenderán a pensar.
Permite
que tu hijo piense, que tenga incertidumbre dándole vueltas a las posibles
alternativas, e, incluso, que se aburra. La creatividad y la solución a los
problemas surgen cuando el cerebro piensa en otra dirección a la que está
acostumbrado. Y el momento ideal para que esto ocurra es el del aburrimiento.
Si la
solución que busca está relacionada con una tarea del cole y al final de la
tarde te dice que le ha dado mil vueltas y que no le sale, pídele que te
explique en qué ha pensado porque puede ser cierto que no encuentre la
solución. Si ves que ni lo ha intentado, es preferible que vaya al colegio sin
ella y que se enfrente a las consecuencias de “no pensar”. Si tú le das la solución sin que se haya
esforzado, aprenderá que siempre le vas a dar una salida, su cerebro se
acomodará y elegirá la opción más fácil.
En
cambio, si te das cuenta de que se ha esforzado, que lo ha trabajado y de que
lo ha intentado, trata de que su esfuerzo tenga su recompensa. Siéntate con él,
ayúdale a pensar y procura llegar a la solución. Aprenderá que cuando se
esfuerza y pone de su parte, se alcanzan los objetivos. Trata de valorar su esfuerzo y actitud más
que el resultado.
Aprendamos
a tolerar la frustración de los más pequeños con unos consejos muy sencillos:
1. Dar
ejemplo. Una actitud positiva por parte de los padres a la hora de
afrontar las situaciones adversas es el mejor ejemplo para que los hijos
aprendan a buscar soluciones a sus problemas.
2. Cambiar la frustración por aprendizaje. Las situaciones complicadas son una buena oportunidad para que el niño
aprenda cosas nuevas, las retenga y pueda afrontarlas por sí mismo cuando se
vuelvan a repetir.
3. Enseñarle a ser perseverante. Si el
niño aprende que siendo constante encuentra soluciones, sabrá controlar la
frustración en otras ocasiones.
4. Educar en la cultura del esfuerzo. Enseñar el esfuerzo como vía resolutiva de sus fracasos.
5. No darle todo hecho.
Facilitarle la opción de que alcance sus retos por sí mismo, de manera que
pueda equivocarse y aprender de sus errores.
6. No
ceder ante sus rabietas. De lo contrario, aprenderá que esa es la forma más
efectiva de resolver los problemas.
7. Marcarle
objetivos. Hay que enseñar al niño a tolerar la frustración poniéndole objetivos
realistas y razonables.
Hay
formas positivas de hacer frente a estos sentimientos que provoca la
frustración:
1. Enseñarle
técnicas de relajación. Todos nos enfrentamos a las situaciones adversas de
una forma más
positiva si estamos relajados.
2. Ayudarle
a descubrir y nombrar los sentimientos. De esa manera sabrá identificarlos
y lo que debe hacer para abordarlos.
3. Reforzar
las acciones apropiadas del niño. Es importante elogiarlo cuando retarde su
respuesta habitual de ira ante la frustración y cuando utilice una estrategia
adecuada.
4. Modificar
la tarea. Animar al niño a identificar una forma alternativa de alcanzar el
objetivo.
5.
Ayudarle a identificar el sentimiento de frustración cuando
aparezca.
6. Enseñar
al niño a que aprenda a pedir ayuda, aunque también a que encuentre una
solución primero.
7. Representar
papeles. Se puede jugar con el niño a interpretar una situación frustrante
o animarle a que hable consigo mismo de forma positiva y busque una manera
de resolver el problema.
8. Actividad
física: La actividad física proporciona una salida para la energía negativa
que conlleva el estar frustrado.
9. La
caja de las habilidades: Mete en ella todo lo que tu hijo perciba como
tranquilizante (puzzle, pinturas, plastilina…) y guárdala en un lugar seguro que pueda
utilizar sólo cuando se siente frustrado.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada