Un amor
racional es aquel que se siente y también se piensa. Es una manera de
relacionarse, donde el “ser para sí” y el “ser para el otro” se integra en
un “nosotros”
saludable. En el amor racional el sentimiento, por si solo, no basta. Un amor
descerebrado es puro impulso. “Contigo, pan y cebolla” es un viejo dicho
napolitano, el cual inspiró la película de los años cincuenta de Marcelo
Mastroiani y Sofía Loren, que significa algo así como: “Si te tengo, no necesito nada más”.
Afirmación peligrosa para quien quiera buscar su autorrealización. Para estar
con los pies en la tierra sería conveniente tener presente las siguientes
reflexiones, las cuales confirman que con el amor no basta.
Si
alguien duda que te ama, no te ama. A los enamorados hay que
frenarlos, no empujarlos. “No estoy
seguro” o “Necesito
tiempo”, son algunas de las expresiones del titubeo afectivo.
Cuando el amor hace mella nos atraviesa de lado a lado como un choque
eléctrico, es una evidencia que se sustenta a sí misma, no cabe la duda. En esto
se parece al orgasmo: si alguien no está seguro que lo tuvo, no lo tuvo. Otra
cosa es decir que no nos conviene, que quiero desenamorarme, que somos
incompatibles, así exista afecto. “Te quiero, pero
no te amo”: ¿quién no ha sido victima de esta frase tenebrosa?
Amor subdesarrollado, que no llega, que se achica, que desfallece antes de
germinar.
No
te merece quien te lastima intencionalmente. ¿Para qué
seguir con alguien que nos hace daño? Un amor saludable no exige eso. Amar no
es hacer un culto al sacrificio ni negociar los principios fundamentales. Si la
persona que supuestamente te ama, te hiere o viola tus derechos, pues su manera
de amar es enfermiza. El sentimiento aquí no tiene nada que ver. No se trata de
ser un buen samaritano o poner la otra mejilla, un denuncio a tiempo es más
efectivo, un alejamiento más recomendable. No solo tenemos que hacernos
merecedores del otro, sino que la pareja también debe merecernos. Repito: la dignidad no
es negociable, no importa cuantas arandelas amorosas quieran colgarle.
El
buen amor es recíproco. Democracia afectiva, equilibro, Amor
justo, sindicalizado, bien repartido, no milimétrico pero adecuadamente
dosificado. Horizontal dentro y fuera de la cama, ¿No esperar nada a cambio?
Eso es para un amor universal, que trasciende el individuo, eso es mística o
sentido de vida o misión humanitaria. En las relaciones cara a cara todos esperamos:
si eres fiel, esperas fidelidad; si das sexo, esperas sexo; si eres cariñoso,
esperarás cariño. Los que creen que pueden vivir con dar y no recibir, al cabo
de un tiempo se frustran y deprimen, ya que es natural y congruente con la
condición humana buscar un balance interpersonal. Algunas persona solo saben
relacionarse desde la explotación o adoptando actitudes de victima. Todo amor
“vertical” está contraindicado.
En
el amor hay que aprender a perder. Si no te aman, no hay que
insistir, ni suplicar ni tratar de convencer al otro o la otra. Cuando no se es
correspondido, lo mejor es matar toda esperanza, porque la expectativa puede
hacer que uno se pegue a relaciones tóxicas por años esperando el milagro de
una resurrección amorosa que nunca llega. Realismo de línea dura: si no te
quieren, a otra cosa, así duela, así haya que pedir ayuda, así la
depresión se haga presente. Es mejor sufrir el duelo y alejarse de alguien que
no llega al umbral afectivo que necesitas, a sufrir inútilmente un día a día de
indiferencia.
Lo que se opone al amor no es el odio, sino la indiferencia.
Cuatro
premisas sin anestesia. Tratamiento para el alma, ver lo que
es, enfriar la cabeza y poner el corazón a buen resguardo. No importa lo que
digan los enamorados del amor, el realismo afectivo salva gente y la ubica en un
terreno fértil para que el “yo” no se destruya a si mismo persiguiendo un
imposible, así sea en el nombre del amor.
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