El
valor de una persona, en mi opinión personal, viene determinado por la
siguiente fórmula: v = (c + h) x a. Este valor viene determinado
en primer lugar por sus conocimientos. Es muy importante para todo en
la vida tener conocimientos. Para dar una clase de matemáticas es necesario
tener conocimientos, para conducir un coche hacen falta conocimientos. Además
de los conocimientos, son importantes también las habilidades. Con el tiempo, uno
aprende a hacer las cosas mejor, la experiencia ayuda a mejorar, nadie nace
aprendido. La primera vez cuesta, la segunda cuesta menos, a la tercera se hace
mucho mejor y poco a poco, con el tiempo, uno va cogiendo habilidades. Uno
aprende. Y luego viene la «a», la actitud. Uno vale su «c», vale su «h» pero
vale sobre todo su «a». Lo importante de la fórmula es que la «c» suma, la «h»
suma, pero la «a» multiplica. La diferencia entre los «cracks» y los
chusqueros está en su actitud, en su manera de ser. Ésa es la diferencia entre
las personas grandes y las mediocres.
No
quiero decir que los conocimientos o las habilidades no sean importantes, ni
mucho menos, son muy importantes, no hay nada peor que un inútil motivado. Si
uno no tiene conocimientos ni experiencia, al menos que no tenga iniciativa,
mejor que sea paradito, de lo contrario puede ser un peligro. Lo que quiero
decir es que siendo muy importantes la «c» y la «h», el factor diferencial, el que multiplica,
es la actitud. La actitud hace que uno dé lo mejor de sí mismo.
Piensa
en los diferentes jefes o jefas que has tenido en tu vida laboral. ¿Con cuál te
quedarías?, ¿a cuál elegirías si te pidieran que te quedaras con uno?
Seguro que no lo elegirás por sus conocimientos ni por sus habilidades, lo
escogerás por su manera de ser, seguro. Claro que tenía conocimientos, por
supuesto que tenía habilidades, pero lo que la hacía magnífica, lo que le hacía
una persona brutal era ¡su manera de ser!
En
algunas ocasiones, como mis clientes saben que doy clases de dirección
comercial en la universidad, me piden alumnos para sus empresas. Últimamente
les digo: «Mira,
con la crisis que hay, tienes alumnos para elegir». Imagina que les
presento dos candidatos o candidatas. El primero ha estudiado en University of
Wisconsin, USA. Si miras el expediente, matrícula, matrícula, matrícula. Todo
matrículas de honor, una bestia. Después se fue a Michigan, a hacer un máster
en Finance. Número uno de su promoción. Antes de regresar a España pasó unos
días por Nueva York; no para hacer compritas, no, no, ¡qué va!, sino para hacer
un curso de futuros y derivados financieros en la Columbia University. Si vas a
su casa tiene tres pilotes de periódicos junto a la mesita de noche, Expansión,
Cinco Días y Financial Times. Todos subrayados, en rojo lo importante y en azul
lo secundario. Debajo de su cama, informes del Banco Central Europeo, ordenados
por fechas y sectores. El fin de semana conectado todo el día a Internet, no en
Facebook o YouTube, sino en el blog de Alan Greenspan, que era su ídolo,
leyendo qué pasará con los mercados asiáticos y con el cambio dólar/euro. Lo
sabe todo, una máquina financiera. Pequeñas pegas: es un poco arrogante,
prepotente, va a la suya, egoísta, pierde la paciencia con los clientes, no
trabaja en equipo, vago, honrado con dudas, vigila la caja, pesimista, negativo,
un cenizo.
Hay
una segunda opción. Esta persona ha estudiado en la universidad pública
española (no tengo nada contra ella, al contrario, colaboro con alguna de
ellas, pero no es Michigan o Columbia). La carrera de Administración de
Empresas, que es sencilla, en lugar de cuatro años le ha costado nueve, porque
entre fiesta y no fiesta, juerga y no juerga, allí ha estado, alargando su vida
universitaria. ¿El Financial Times?, sabe que existe, ¡no va a saber!, pero
tocar, tocar, el Sport, ¡cada día! Alan Greenspan le suena, ¿a quién no le
suena ese nombre? Pero le suena más a una marca de ginebra que no al ex de la
Reserva Federal Americana. Pero es una
persona íntegra, honesta, honrada, agradable, que enamora al cliente, que
trabaja en equipo, que colabora, generosa, amable, optimista, entusiasta y
positiva.
Sinceramente,
¿quién crees que tiene más futuro?, ¿tú con quién te quedarías? Es cierto que he puesto dos extremos. También
es verdad que a veces las empresas se equivocan fichando. Los conocimientos son
importantes y la experiencia también, pero las grandes personas lo son por su manera de ser.
Uno entra en una entidad financiera y hay dos personas. A la izquierda una
persona con cara de melón, triste y seria; a la derecha una persona con cara
sonriente y alegre. ¿Hacia dónde tira el cuerpo?, ¿o vas a preguntar quién
estudió en Michigan o qué nota sacaron en Macroeconomía?, ¿verdad que no? En
las relaciones humanas lo más importante es la manera de ser de las personas,
sus actitudes, lo que transmiten.
Si
pensamos en nuestras relaciones personales es mucho más fácil de ver. ¿Cómo elegimos a
nuestras amistades?, ¿alguien escoge a sus amigos o amigas por su
currículum?. ¿De quién nos enamoramos?,
¿de conocimientos?, ¿de habilidades?, ¿o de maneras de ser? Muchos de nosotros
somos padres o madres. ¿Somos buenos padres y buenas madres?, ¿en función de
qué? Que les pregunten a nuestros hijos, ¿qué tal tu papi?, a ver
qué dicen. «Mi
papi es fantástico. » «¿Ah sí?, ¿por qué?» ¿Qué va a decir? ¿«Catorce años de
experiencia en su sector»? Lo
más probable es que diga que su papi es fantástico porque le quiere, porque le
apoya, porque es divertido, porque le cuenta historias, porque le hace reír,
porque se enfada pero se le pasa pronto, porque se pone de portero, etc. Eso es
lo que piden nuestros hijos, por eso nos valoran y nos quieren, por nuestra
manera de ser, por el tipo de persona que somos. No nos valoran por nuestros conocimientos o
habilidades. Tú vales tu actitud, vales tu manera de ser.
Lo que es
genial es que uno tiene la actitud que quiere. Uno tiene la manera de ser que
decide tener. Uno es lo grande que se propone ser.
“Vivir la
vida con sentido”, escrito por Victor Küppers.
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