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dijous, 10 de gener del 2013

NUESTRA ACTITUD FRENTE A LA VIDA, Miguel Benavent de B.


El valor de una persona, en mi opinión personal, viene determinado por la siguiente fórmula: v = (c + h) x a. Este valor viene determinado en primer lugar por sus conocimientos. Es muy importante para todo en la vida tener conocimientos. Para dar una clase de matemáticas es necesario tener conocimientos, para conducir un coche hacen falta conocimientos. Además de los conocimientos, son importantes también las habilidades. Con el tiempo, uno aprende a hacer las cosas mejor, la experiencia ayuda a mejorar, nadie nace aprendido. La primera vez cuesta, la segunda cuesta menos, a la tercera se hace mucho mejor y poco a poco, con el tiempo, uno va cogiendo habilidades. Uno aprende. Y luego viene la «a», la actitud. Uno vale su «c», vale su «h» pero vale sobre todo su «a». Lo importante de la fórmula es que la «c» suma, la «h» suma, pero la «a» multiplica. La diferencia entre los «cracks» y los chusqueros está en su actitud, en su manera de ser. Ésa es la diferencia entre las personas grandes y las mediocres.
No quiero decir que los conocimientos o las habilidades no sean importantes, ni mucho menos, son muy importantes, no hay nada peor que un inútil motivado. Si uno no tiene conocimientos ni experiencia, al menos que no tenga iniciativa, mejor que sea paradito, de lo contrario puede ser un peligro. Lo que quiero decir es que siendo muy importantes la «c» y la «h», el factor diferencial, el que multiplica, es la actitud. La actitud hace que uno dé lo mejor de sí mismo.
Piensa en los diferentes jefes o jefas que has tenido en tu vida laboral. ¿Con cuál te quedarías?, ¿a cuál elegirías si te pidieran que te quedaras con uno? Seguro que no lo elegirás por sus conocimientos ni por sus habilidades, lo escogerás por su manera de ser, seguro. Claro que tenía conocimientos, por supuesto que tenía habilidades, pero lo que la hacía magnífica, lo que le hacía una persona brutal era ¡su manera de ser!
En algunas ocasiones, como mis clientes saben que doy clases de dirección comercial en la universidad, me piden alumnos para sus empresas. Últimamente les digo: «Mira, con la crisis que hay, tienes alumnos para elegir». Imagina que les presento dos candidatos o candidatas. El primero ha estudiado en University of Wisconsin, USA. Si miras el expediente, matrícula, matrícula, matrícula. Todo matrículas de honor, una bestia. Después se fue a Michigan, a hacer un máster en Finance. Número uno de su promoción. Antes de regresar a España pasó unos días por Nueva York; no para hacer compritas, no, no, ¡qué va!, sino para hacer un curso de futuros y derivados financieros en la Columbia University. Si vas a su casa tiene tres pilotes de periódicos junto a la mesita de noche, Expansión, Cinco Días y Financial Times. Todos subrayados, en rojo lo importante y en azul lo secundario. Debajo de su cama, informes del Banco Central Europeo, ordenados por fechas y sectores. El fin de semana conectado todo el día a Internet, no en Facebook o YouTube, sino en el blog de Alan Greenspan, que era su ídolo, leyendo qué pasará con los mercados asiáticos y con el cambio dólar/euro. Lo sabe todo, una máquina financiera. Pequeñas pegas: es un poco arrogante, prepotente, va a la suya, egoísta, pierde la paciencia con los clientes, no trabaja en equipo, vago, honrado con dudas, vigila la caja, pesimista, negativo, un cenizo.
Hay una segunda opción. Esta persona ha estudiado en la universidad pública española (no tengo nada contra ella, al contrario, colaboro con alguna de ellas, pero no es Michigan o Columbia). La carrera de Administración de Empresas, que es sencilla, en lugar de cuatro años le ha costado nueve, porque entre fiesta y no fiesta, juerga y no juerga, allí ha estado, alargando su vida universitaria. ¿El Financial Times?, sabe que existe, ¡no va a saber!, pero tocar, tocar, el Sport, ¡cada día! Alan Greenspan le suena, ¿a quién no le suena ese nombre? Pero le suena más a una marca de ginebra que no al ex de la Reserva Federal Americana.  Pero es una persona íntegra, honesta, honrada, agradable, que enamora al cliente, que trabaja en equipo, que colabora, generosa, amable, optimista, entusiasta y positiva.
Sinceramente, ¿quién crees que tiene más futuro?, ¿tú con quién te quedarías?  Es cierto que he puesto dos extremos. También es verdad que a veces las empresas se equivocan fichando. Los conocimientos son importantes y la experiencia también, pero las grandes personas lo son por su manera de ser. Uno entra en una entidad financiera y hay dos personas. A la izquierda una persona con cara de melón, triste y seria; a la derecha una persona con cara sonriente y alegre. ¿Hacia dónde tira el cuerpo?, ¿o vas a preguntar quién estudió en Michigan o qué nota sacaron en Macroeconomía?, ¿verdad que no? En las relaciones humanas lo más importante es la manera de ser de las personas, sus actitudes, lo que transmiten.
Si pensamos en nuestras relaciones personales es mucho más fácil de ver. ¿Cómo elegimos a nuestras amistades?, ¿alguien escoge a sus amigos o amigas por su currículum?.  ¿De quién nos enamoramos?, ¿de conocimientos?, ¿de habilidades?, ¿o de maneras de ser? Muchos de nosotros somos padres o madres. ¿Somos buenos padres y buenas madres?, ¿en función de qué? Que les pregunten a nuestros hijos, ¿qué tal tu papi?, a ver qué dicen. «Mi papi es fantástico. » «¿Ah sí?, ¿por qué?» ¿Qué va a decir? ¿«Catorce años de experiencia en su sector»?  Lo más probable es que diga que su papi es fantástico porque le quiere, porque le apoya, porque es divertido, porque le cuenta historias, porque le hace reír, porque se enfada pero se le pasa pronto, porque se pone de portero, etc. Eso es lo que piden nuestros hijos, por eso nos valoran y nos quieren, por nuestra manera de ser, por el tipo de persona que somos. No nos valoran por nuestros conocimientos o habilidades. Tú vales tu actitud, vales tu manera de ser.
Lo que es genial es que uno tiene la actitud que quiere. Uno tiene la manera de ser que decide tener. Uno es lo grande que se propone ser.

“Vivir la vida con sentido”, escrito por Victor Küppers.

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