Mario Alonso Puig es un personaje único. Médico
especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo y miembro de la Harvard
University Medical School, además de la New York Academy of Sciences, hace
nueve años cambió el bisturí por la palabra y se convirtió en uno de los
expertos más demandados en conferencias sobre liderazgo, creatividad y gestión
del cambio. En su último libro, «La
respuesta» (los anteriores han sobrepasado las 12 ediciones y se han
traducido a varios idiomas), aborda los problemas que preocupan a la juventud
de hoy. ¿Lo mejor de este doctor/comunicador? Que ayuda a encontrar el
bienestar con palabras.
–¿Abandonó la cirugía para dedicarse
al mundo de la mente cuando descubrió que se puede curar con palabras?
–Antes de hacer la carrera de
Medicina tuve la fortuna de comprarme el libro del famoso médico y antropólogo Pedro Laín Entralgo «Relación médico-enfermo», en el que se habla sobre la capacidad de algunos médicos de curar a los enfermos a
través de la palabra. Este descubrimiento, según el cual
las palabras generan transformaciones muy profundas incluso en el físico, que
se hizo siete siglos antes de que naciera Cristo, me impactó mucho. Cuando
entré en la facultad y vi que me hablaban de órganos y enfermedades, pero no de
personas, como me parecía muy importante empecé a estudiarlo por mi cuenta y
topé con una ciencia que se llama psico –neuro-endocrino–inmunología. La mente (psique), a través del
sistema nervioso (psico neuro), utilizando el sistema hormonal (endocrino),
consigue afectar al sistema defensor del cuerpo (la inmunología).
–¿Esto se ha contrastado
científicamente?
–En Medicina se han hecho estudios en
los cuales, cuando se hace leer palabras negativas a un sujeto, fuera de
contexto –es decir, sin que formen parte de historias tristes–, como «soledad»,
«pena» o «depresión», y se les ha sacado sangre o una muestra de saliva a esa
persona, se ha visto que el nivel de la hormona del cortisol se había elevado
intensamente. El cortisol también sube en situaciones de miedo, ira,
resentimiento y frustración. No es lo mismo que en la sangre esté circulando el
cortisol a que fluya por ejemplo la serotonina, que es la hormona de la calma,
o la dopamina, la hormona de la confianza. Por eso hay que cuidar mucho las palabras.
–En su penúltimo libro, «Ahora yo»,
nos invita a tomar las riendas de nuestra propia vida. ¿Nunca es tarde para
conseguirlo?
–Yo creo que la transformación de la
persona pasa por
cuatro fases. La primera es conocernos, la segunda, comprendernos, la tercera aceptarnos y la cuarta, superarnos. Si yo no paso tiempo conmigo mismo,
reflexionando, no puedo conocer ciertas cosas de mi vida, ni puedo comprender
ciertas reacciones; si no las comprendo, ¿cómo las voy a asumir y aceptar? Si
no las acepto ni asumo y las rechazo ¿cómo las voy a superar? Tú transformas, no lo que eres, sino
tu manera de ser. Siempre hemos pensado que la
genética estaba escrita en piedra, que nuestros genes determinaban cómo éramos,
pero ahora sabemos que no, gracias a la epigenética, que antes era casi tabú y
que hoy los científicos citan constantemente. A través de la epigenética se sabe que el entorno, nuestra
forma de pensar, y nuestras emociones pueden hacer que unos genes se activen y
otros se desactiven. Imagínate el impacto que esto tiene,
no sólo en cuanto a la posibilidad de evitar enfermedades, sino en el de sacar
a flote todo nuestro potencial.
–Pero hay personas que tienen una
mayor capacidad para salir adelante que otras ¿no?
–Claro. Todos somos diferentes. Pero
no se trata de compararnos, sino de decir ¿cuál es mi mejor yo? ¿Cómo puedo aflorar la mejor persona
que existe dentro de mí?
–Podemos reinventarnos como personas
individuales... ¿y también como sociedad?
–Por supuesto. Si nos hiciéramos una
única pregunta, que es ¿qué podemos hacer juntos para crear un futuro mejor?, y nos la tomáramos en serio, saldríamos fortalecidos de
cualquier situación, porque es una invitación a la cooperación, a la
generosidad, a la justicia, a la autenticidad. ¿Por qué? Porque ya no estoy
pensando sólo en mí, en lo que me conviene y me sirve para conseguir unos
fines. Estoy
pensando en el conjunto que somos.
–¿No hay demasiados intereses
individuales como para poder hacer eso?
–Sí. Por eso es importante y urgente volver al humanismo. La sociedad que hemos construido mira al ser humano
sencillamente como medio para aumentar el capital y de eso no cabe esperar nada
bueno. Así ningún medio de producción que
se ponga en marcha será suficiente para la codicia y la avaricia de unos pocos.
–¿Lo más importante para salir
adelante es la voluntad?
–Yo creo que es más importante aún la responsabilidad, que quiere decir que yo me doy cuenta de que algo debe ser
hecho y yo empiezo a hacerlo. Lamentablemente, muchas veces cuando hacemos
cosas que no están bien, esperamos que otros lo solucionen, y con frecuencia
eso no sucede. Cada uno de nosotros nos podemos preguntar qué podemos hacer
para mejorar esas situación. No podremos hacer todo, pero sí algo. La posición de víctima, por muchas
razones y justificaciones que existan, no sirve para nada. ¿Cómo es posible que los guerreros del Kalahari, que viven
situaciones realmente tremendas de dificultades o de hambruna, salgan adelante
y sean un pueblo feliz? Porque han cambiado los «es ques» por los «hay ques».
–¿El ser humano es libre?
–El ser humano no tiene una libertad
completa, pero sí tiene una libertad real. Sí puede elegir cómo se relaciona con lo que le está
pasando. Ese punto es la libertad.
–Dicen que el miedo coarta mucho la
libertad y vivimos tiempos de mucho miedo.
–Sí. Pero vamos a ver, la destrucción
de los centros del miedo haría que no pudiéramos sobrevivir. Ser valiente no es lo mismo que ser
insensato. La valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de avanzar
pese al miedo.
–Pero puede mermar la capacidad de
liderazgo ¿no?
–Por supuesto. No la merma cuando
invita a la sensatez, porque ayuda a ver las cosas con una perspectiva
correcta. Ahora bien, cuando el miedo toma un nivel superior produce cambios
muy profundos en el cerebro. Una persona cautivada por el miedo no puede pensar
con claridad, no puede ser creativo, no puede aprender, no puede tomar
decisiones.
–¡Parece que habla de nuestros
políticos!
–En la época de Platón se formaba a
los políticos y la Academia eran 20 años de formación. Platón consideraba que
el gobierno de los pueblos era de tanta importancia que sólo personas
especialmente bien formadas y con una gran generosidad y un gran deseo de
generar prosperidad tenían que entrar en el arte de la política. ¿Es difícil dar esa talla? Yo creo
que sí. Pero en este caso, tal exigencia va con el puesto.
–En todo caso los políticos son un
reflejo de la sociedad... Y la sociedad actual es muy poco auténtica.
–Si como sociedad no aprendemos a ser
auténticos, no tenemos futuro. En los momentos más difíciles hay que aferrarse a los valores y
la autenticidad y la transparencia son dos
valores que no depende ya de la cultura; están en nuestra propia naturaleza.
–Donde está «La respuesta» a la
desconfianza que genera esa falta de autenticidad en nuestra sociedad.
–«La
respuesta» es un libro que yo he escrito como propuesta de hacer una
reflexión de lo que da a nuestra vida autenticidad y sentido, no tomando como
base la cultura o a la historia, sino lo que está inscrito en nuestra
naturaleza humana. Igual que hay principios biológicos que no hay que traspasar
para no dañar al organismo, hay cuestiones que no se deben sobrepasar porque
hacen daño a la sociedad. Si sacamos de la ecuación al ser
humano y ponemos al «dios Mercado»,
nos encontramos con muchos de los problemas actuales. No podemos quedarnos en una situación
donde reina la economía y hay un problema profundísimo de ética, de conciencia,
de cómo nos vemos los unos a los otros. Como sociedad y como individuo debemos
hacer una reflexión y saber qué debo hacer yo para mejorar mi situación.
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