Autor: Thomas
Carlyle.
Hoy volvemos a actuar. Actuar,
pero no en el sentido que le dan al verbo los actores, sino en su primera
acepción según el diccionario. Es decir, poner en acción.
La quietud es buena, y hasta
elogiable, en según que ámbitos. Es algo digno de encomio y muy valorable, por
ejemplo, entre las decenas de mimos silentes disfrazados de cualquier cosa
(cuando digo cualquier cosa, quiero decir ¡cualquier cosa!) que proliferan
últimamente en las calles de las principales ciudades. Sin embargo, para la mayor parte de
nuestras ocupaciones o desvelos y asuntos a resolver, la inacción no conduce a
ningún sitio ni produce ningún rédito.
No podemos despejar un problema
o encontrar vías de escape a una situación, sino actuamos; si no hacemos algo
concreto. Para avanzar, en el sentido que sea, no hay otra forma que moverse y
ponerse en marcha.
En palabras del escritor
francés Henri Bergson: "La
contemplación es un lujo, mientras que la acción es una necesidad".
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