“El
aprendizaje es un cambio inferido en el estado mental de un organismo, el cual
es una consecuencia de la experiencia e influye de forma relativamente
permanente en el potencial del organismo para la conducta adaptativa posterior”.
Tarpy y Mayer (1978)
Definir el
aprendizaje nos llevaría una ardua y compleja tarea, ya que aprender; supone un
proceso que adquiere diferentes formas y variaciones. Aprendemos a través de la
observación, aprendemos a través de la experiencia, aprendemos a través del
conocimiento, aprendemos a través de la conducta adquirida como fin de
supervivencia y adaptación... sea como sea, lo que está claro es que aprendemos y
aprendiendo nos enfrentamos a la vida. Ahora bien, lo que no está
tan claro es la manera en la que ese aprendizaje nos conforma como humanos. A
veces nos deja miedosos, otras nos deja contentos pero muchas veces también nos
deja vulnerables y ante la vulnerabilidad nace ella; la coraza. Es decir; la
protección. Una protección casi inconsciente, que va de la mano del miedo y que
juntas paralizan nuestro crecimiento interior y el contacto de muchas
oportunidades con el mundo externo.
Una de las
cosas que más me gusta de mi trabajo, es apreciar las fortalezas de cada
individuo en particular. ¡Detrás de muchos miedos, hay gente tan capaz! Sin
embargo, a la mayoría les cuesta admitir que sus escudos en vez de protegerlos,
los dejan desnudos ante ciertas circunstancias de la vida. La actitud defensiva
toma las riendas, el miedo se impone, las ideas fijas limitadas y limitantes
obligan, la desconfianza despliega sus alas y de repente la muralla se
engendra. Ni más ni menos; crear muros, crea corazas y esto implica
resguardarse en una pequeña guarida emocional donde no entra nadie más que tú
(y ni tú a veces) ¿Por qué sucede?
Los seres
humanos hacemos uso de mecanismos de defensa para resguardarnos del dolor y de
algún modo para adaptarnos al medio. Esto es sano para nuestro desarrollo y
para nuestro bienestar físico y psíquico. El problema radica en hacer de ello,
un modo de vida. Es decir; vivir continuamente en nuestra burbuja, nuestra zona
de confort y andar por la vida como si en cada esquina hubiera una lanza
apuntando en nuestro corazón. A menudo, no nos damos cuenta de ello. Es más;
suele ser común que la apariencia de quien más se protege, sea la de un sujeto
capaz de mostrarle al mundo que todo lo puede. Pero lo cierto es que en estos
casos el miedo es el que dirige la vida como modo de refugio a debilidades,
inseguridades, limitaciones, culpas y vergüenzas.
A nadie le
gusta sentirse vulnerable, pero hay veces que debemos entender que lo somos y
que estar expuestos a la vida es estar expuestos a la vulnerabilidad. No nos
ayuda negar, sí nos ayuda aceptar. No nos ayuda dejar de conectar con el mundo
externo para no sufrir, sí nos ayuda contactar con el mundo y seguir
aprendiendo. No nos ayuda creer que si erramos somos fracasados, sí que nos
ayuda entender que si nos equivocamos es porque somos humanos. Protegernos
tanto de “lo que podría ser” (porque nunca sabemos lo que será) nos limita, nos
impide crecer, nos bloquea y nos deja solos.
Nuestras
corazas nos impiden ser lo que realmente somos y este es un acto inconsciente
que como hemos dicho, proviene del aprendizaje y tiene como función la
protección del alma. Como tratamiento a los muros, es relevante
la autoconciencia (saber quienes somos, qué queremos y cómo lo anhelamos, será
importante para ir despojándonos de las sombras del miedo) la expresión de
sentimientos (aprender que no es malo decir cómo nos sentimos, aunque otros no
compartan nuestros sentimientos) el control de las emociones (cómo me siento)
y el control cognitivo ( no nos ayuda caer en la trampa de los errores
cognitivos como las generalizaciones. Es decir; pensar en términos absolutistas
del tipo; “si eso fue malo, todo será malo...””si me hirieron, todos me harán
daño” ) Todo ello puede ayudarnos a deshacer temores y a romper la burbuja de
la protección.
En resumen;
Aprendemos y aprendiendo a menudo nos quedamos temerosos, resguardándonos en un
lugar llamado miedo. De las corazas nacen murallas y aunque todo ser humano
utilice sus mecanismos de defensa para protegerse del dolor, es sano salir ahí
fuera y afrontarse a las visicitudes de la vida. Al fin y al cabo; ¿quién sabe
lo que nos depara la vida? Nosotros somos los únicos responsables de nuestra
propia felicidad y de nuestros propios miedos. Tristemente éstos tienen mucho
poder pero !ojo! “cuidado con los miedos, les encanta robar sueños”
Núria Costa
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada