El corazón se acelera. La respiración se agita,
incontrolada, mientras los músculos de todo el cuerpo se tensan. El sudor entra
en escena, delator, acompañado de una súbita sequedad de boca. Los reflejos se
agudizan y la atención aumenta. La inquietud vibra al son de los escalofríos. Así se siente
el miedo. Una reacción de defensa, natural, necesaria para la supervivencia,
que permite al ser humano alejarse de situaciones potencialmente peligrosas. Pero cuando el
miedo deja de proteger nuestra integridad y entra en el terreno de lo
emocional, marcando nuestra toma de decisiones, se convierte en una sutil forma
de esclavitud que puede llegar a definir nuestra vida.
¿Cuántas veces
hemos dejado de hacer algo por miedo?
¿Cuántas
decisiones hemos tomado guiados por el temor?
Probablemente, demasiadas. No en vano, el miedo es
uno de los mayores obstáculos con los que topamos en nuestra vida. Y la
parálisis física y mental que genera nos impide desarrollar nuestro verdadero
potencial. Este intransigente carcelero impone límites a nuestras aspiraciones profesionales, a
nuestras relaciones y a nuestra capacidad de vivir libre y auténticamente.
Y es que cuando vivimos bajo la tiranía del miedo,
solemos
vender nuestra libertad a cambio de seguridad. Así, optamos por
tener un contrato fijo, una hipoteca y hasta un seguro de vida. Pero mientras
insistamos en llenar nuestra existencia de certezas y seguridades, seguiremos
siendo marionetas en manos del miedo. Aunque nos cueste reconocerlo, la existencia
se asienta sobre la incertidumbre, el cambio constante y la falta
total de control sobre nuestras circunstancias. Y sólo cuando somos capaces de aceptar toda
esta inseguridad podemos reconectar con la verdadera libertad, que
va de la mano de la responsabilidad personal.
El valor de la
confianza
“La confianza
en uno mismo es el secreto del éxito”, Ralph W. Emerson
El miedo manipula nuestra mente para proyectarse
en el futuro, jugando con la especulación psicológica. Es un maestro utilizando
la fórmula del “¿y
si…?”, cuyas infinitas posibilidades, fuente de incertidumbre,
pueden llegar a convertirse en un doloroso tormento mental. Así, estas
ilusiones conceptuales nos alejan del momento presente y nos llevan a vivir en un
escenario imaginario que acaba distorsionando nuestra verdadera realidad.
Los seres humanos desarrollamos infinidad de
temores, entre los que destacan el miedo a la muerte, al rechazo, a la soledad,
al fracaso, a la pérdida, a la libertad y al cambio. Estos temores toman forma
en nuestro diálogo interno, y se sostienen sobre nuestro sistema de creencias.
De ahí que el único modo de superarlos sea ahondando en nuestro interior. Si
observamos en qué situaciones el miedo toma las riendas de nuestra vida,
probablemente descubriremos que aparece cuando intentamos controlar aquello que no
depende de nosotros, es decir, cuando nos centramos en el denominado “círculo de
preocupación“.
Para romper este círculo vicioso es necesario trabajar la
confianza, el único antídoto eficaz contra el miedo. Y es que cuando
creemos en nosotros mismos somos capaces de focalizar nuestra atención en
nuestra verdadera motivación, que nos empuja a seguir nuestro propio camino a pesar de los
posibles riesgos. Este proceso nos ayuda a centrarnos en nuestro “círculo de
influencia“, es decir, en aquello que sí depende de nosotros: la
actitud que tomamos frente a nuestras circunstancias.
Más allá del
miedo
“No es
valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo con valentía”,
Nelson Mandela
Vencer
al miedo requiere valor. Y conectamos con el valor cuando vivimos en
coherencia con nuestros propios valores, que nutren nuestra confianza. De ahí
la importancia de descubrir quiénes somos, comprometiéndonos con nuestro
desarrollo personal. Vivir con coraje nos lleva a salir de la cárcel de nuestra
mente y nos ayuda a derribar la coraza que hemos tejido con nuestros miedos,
creencias y carencias para “protegernos”. Esto nos permite tomar
decisiones en consonancia con nuestras verdaderas inquietudes y necesidades, más allá
del miedo.
El valor es la esencia de la libertad. No en vano,
el verdadero coraje nos lleva a actuar a pesar de nuestros temores,
liberándonos de nuestras limitaciones. La acción diluye el pensamiento, nos
saca de nuestra “zona
de confort” y nos permite ser auténticos. Así, actuar con valentía nos lleva a conquistar
la verdadera libertad.
Los seres humanos a veces no somos capaces de
controlar el miedo, pero siempre podemos decidir cómo comportarnos ante esa
intensa emoción. Está en nuestras manos intentar dar lo mejor de nosotros
mismos en cada momento, actuando con valor y abrazando la incertidumbre como
fuente de aprendizaje y crecimiento. Al fin y cabo, el enemigo natural del amor no es el odio,
sino el miedo. De ahí la importancia de preguntarnos: ¿Qué haría si no
tuviera miedo?
En clave de
coaching
¿Cuál
es tu mayor miedo?
Si
se hiciera realidad, ¿qué es lo peor que podría pasar?
¿Qué
pasaría si te enfrentaras a tus miedos?
Libro
recomendado
“Anatomía
del miedo”,
de José Antonio Marina (Anagrama)
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