Ilustración de Anna Parini |
Ingerir alimentos de forma
compulsiva puede enmascarar frustración, rabia o tristeza
Si es de las personas angustiadas
con la comida y las dietas, siga algunos consejos para volver a disfrutar de la
comida de forma relajada y en armonía
No hay amor más
sincero que el amor a la comida. George Bernard Shaw
“Tengo
una terrible angustia que me lleva a comer de forma compulsiva. Me siento
nerviosa, estoy frustrada en mi trabajo, llego a casa y todo son problemas: los
niños y sus deberes, mi marido llega tarde porque está hasta arriba, no consigo
seguir una dieta y estar motivada para perder peso, y me siento culpable cada
vez que me salto el régimen. La ansiedad la calmo atracando el frigorífico.
Pico sin ganas y me acabo las sobras de los niños de la cena. Me encantaría
poder comer en paz, disfrutar de la comida en lugar de engullirla y saber parar
cuando no tengo apetito. Quiero perder peso, pero estoy metida en un bucle que
no me deja vivir”.
Comer de forma
compulsiva puede ser un comportamiento sustitutivo. No siempre se realiza por
el propio placer de comer, sino que se lleva a cabo para enmascarar emociones como la frustración, la rabia, la tristeza o la ansiedad
provocadas por el estilo de vida, las circunstancias de cada uno o la forma de
interpretar el entorno que está viviendo.
Comer puede ser,
además de una conducta vital para la supervivencia, un placer. No solo el acto
en sí, sino toda la parafernalia que conlleva: el arte de cocinar, compartir
una velada con alguien, la sobremesa y sus temas de debate. Pero también puede convertirse en el
enemigo; la nevera, el rival al que hay que
derrotar; un cálculo matemático contando calorías, el desencadenante del
sentimiento de culpabilidad por tomar lo prohibido y una verdadera lucha contra
usted mismo.
¿Por qué la
ansiedad o la tristeza llevan a comer alimentos calóricos, ricos en grasas e
hidratos de carbono? Son muchos los estudios que demuestran que alimentos como
el chocolate reducen el hambre, elevan el estado de ánimo y provocan un aumento
de la activación. El consumo de carbohidratos lleva a estados de bienestar y
tranquilidad, y el azúcar influye en la liberación de serotonina y de
endorfinas. Pero no es oro todo lo que reluce, porque un artículo de la British
Journal of Clinical Psychology afirmó que aunque el chocolate proporciona
placer, este es de corta duración y va acompañado de sentimientos de culpa para
aquellos que consideran que no lo deben tomar.
Serotonina y
endorfinas desempeñan un papel fundamental en la regulación del bienestar. Las
personas a las que su trabajo no les llena, que se sienten solas, que se atan a
dietas imposibles de seguir o que viven otras situaciones frustrantes terminan
por buscar consuelo en la comida en lugar de soluciones al problema de origen.
Ahogar las penas abriendo la puerta de la nevera, mantener una lucha interna
entre “quiero comerlo,
pero no debo”, solo le lleva a parchear las emociones. Si
realmente fuera eficaz, recuperaría su sonrisa y su tranquilidad. Pero lo cierto
es que al rato se vuelve a estar tan triste y ansioso como antes de comer lo
que no era una elección, sino un impulso por saciar su ansiedad.
La relación entre
emociones y alimentación es bidireccional. Lo que se ingiere provoca cambios en la conducta: la
cafeína del café excita y despierta, el azúcar y la glucosa dan energía y el
consumo de alcohol desinhibe. Los estados de humor afectan también a los
hábitos de alimentación. Una vida equilibrada favorece conductas saludables. Si
alguien practica deporte, descansa de forma apropiada, disfruta con su trabajo,
aprovecha su tiempo libre, dispone de tiempo para comer de forma pausada y
cocinar sano, tenderá a alimentarse mejor. Una persona que se esfuerza por
hacer ejercicio también se esforzará eligiendo alimentos saludables.
Dios ha hecho los
alimentos, y el diablo, la sal y las salsas. James Joyce
Otra de las
variables que llevan a angustiarse con la comida es la necesidad absurda de
responder a un canon
de belleza que se relaciona con lo perfecto. Perder
peso de forma sana, como aconsejan los nutricionistas y dietistas, es más de
sentido común que de experimentos privativos que luego generan un efecto rebote
y modifican su humor.
Vivir en paz
para comer con tranquilidad. Si
es de las personas angustiadas con las dietas y el peso y desea disfrutar de
comer y hacerlo de forma relajada y con armonía, puede seguir los siguientes
consejos:
Ilustración de Anna Parini |
Tenga
paciencia y consiga un ritmo en el que todo fluya. Perder peso no es algo de hoy para mañana. Cuanto más
exigente sea con su objetivo, mayor será la presión. Sea sensato, es mejor un
objetivo a largo plazo, que le permita compaginar su vida con las relaciones
personales y el trabajo.
No
se trata de todo o nada. Lo que se quiere
conseguir de forma inmediata puede generar un efecto rebote. No haga tonterías
con la dieta. Consulte con un profesional que le aconseje. No hay milagros en
la pérdida de peso.
No
abuse del autocontrol. La investigación
sobre la fuerza de voluntad y el autocontrol asegura que tener capacidad para
decir no y decidir lo correcto es un factor de éxito. Pero si tensa la cuerda y
no se permite de vez en cuando un margen de error, igual le llevará a un
fracaso mayor.
Planifíquese. Si no quiere comer lo que no está en sus planes, tenga
la despensa llena de lo que sí está en ellos. Póngaselo fácil. Es muy difícil
tener hambre y no saber qué comer porque le falten los alimentos permitidos. No
compre en el supermercado cuando tenga hambre.
Visualice
dónde quiere llegar y cómo será su vida cuando consiga el objetivo. Imagine el tipo de ropa que se podrá poner o lo cómodo
que se sentirá al caminar. Podrá empezar a practicar deportes que ahora le
cuestan o dejará de tener dolores en articulaciones y complicaciones debidas al
sobrepeso.
Sea
flexible con usted mismo. No tiene que ser
perfecto, exigirse mucho y no permitirse un margen de error elevará su nivel de
ansiedad e insatisfacción. De vez en cuando, y de forma planificada, decida en
qué va a transgredir la dieta: una comida con amigos, un tapeo el viernes por
la noche o una celebración. Eso sí, no utilice el “capricho” para comer sin
control tirando de la mítica frase “mañana
empiezo otra vez”.
Busque
argumentos. Las personas no tienden a empatizar con
quien está siendo capaz de controlar una situación a base de sacrificio y
renuncias. En muchos casos, su éxito es el fracaso de otros. Habrá mucha gente
que le incite a romperlo, porque fracasar en la dieta y caer en lo que no debe
le convierte en “uno
de los nuestros”. Utilice la
técnica del disco rayado. Consiste en repetir una y otra vez, con el mismo tono
de voz, la misma frase: “Gracias,
prefiero seguir la dieta”. No entre en
justificarse, ni trate de convencerles. Cuando se den cuenta de que tiene las
ideas claras y que no es débil, abandonarán la provocación.
Disfrute
de la comida. Busque tiempo para comer tranquilo, aunque
sea media hora. Prepare una ensalada atractiva. La comida nos atrae no solo por
el gusto, sino también por la vista.
Retrase,
no prohíba. Cuando sienta la necesidad imperiosa de
lanzarse al dulce, no se martirice con un debate interno entre “venga, hombre, si no es nada” y “dónde
vas con lo que llevas ya conseguido, ¡ni se te ocurra!”. Trate solo de retrasar el deseo en lugar de prohibirse
el capricho. Lo prohibido es muy atractivo, mientras que retrasar el impulso
hará que coja distancia con él y decida más tarde si de verdad le sigue
apeteciendo o solo fue un deseo momentáneo. Calme durante esta espera su
ansiedad con un té, una fruta y realice alguna conducta que le relaje.
Practique
el buen humor y haga cosas que le plazcan.
Disfrute de la vida. No todo es perder peso. Haga deporte, salga con amigos,
lea y busque el placer en nuevos hobbies. Si su estado de ánimo es positivo, no
necesitará acudir a la comida para sentirse mejor.
A veces no son
los kilos los que pesan, sino
la mochila llena de frustraciones, obligaciones, estar sometido al qué dirán o
ser un actor de reparto en la película de la vida de cada uno. Antes de empezar a tachar alimentos de la lista, elimine lo que le aprieta en su vida
Libro
‘Comer
sin miedo’. J. M. Mulet. (Destino)
Películas
Para disfrutar de
la conducta de comer
‘Deliciosa
Marta’. Sandra Nettelbeck.
‘Julie
y Julia’. Nora Ephron
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