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dijous, 5 de febrer del 2015

“Hay que pensar bien para sentirse bien”. Ferran Salmurri, La Contra de la Vanguardia.

Ferran Salmurri, psicólogo clínico.
Tengo 68 años y 44 de profesión como psicólogo clínico investigando las emociones. Barcelonés, casado, dos hijos. Social y políticamente nos perdemos en el corto plazo, por eso no enseñamos educación emocional en las escuelas. Somos esclavos de nuestras propias emociones.

La gente lleva cuarenta y cuatro años acudiendo a mi consulta porque se siente mal emocionalmente, y cuando le doy el alta siempre me pregunto: ¿qué ha cambiado?

¿Y qué se responde?
Básicamente, la manera de pensar.

Eso es mucho decir.
Hay que saber cómo. Yo les pregunto a todos lo mismo: “¿Te has planteado para qué vives?”. ¡Si viera las caras de la gente…! La gran mayoría no se lo ha planteado jamás.

¿Es una pregunta trampa?
Todos vivimos para ser felices, sentirnos bien en cada momento de la vida, eso es lo que buscamos y lo que deseamos para nuestros hijos.

De acuerdo. ¿Y de qué depende?
Según los neurocientíficos, de lo que pensamos. Pues enseñemos a pensar en lugar de a obedecer, porque hay que pensar bien para sentirse bien. En el momento en que creas la norma “hay que obedecer”, hay quien se otorga el papel de juez y de verdugo, y premiamos y castigamos. ¿Quién nos ha dicho que la función educativa es judicializar la vida?

Así crecemos, ejerciendo un juicio permanente sobre los otros.
Sí, sin entender que equivocarse no es ser culpable, es ser humano. “Niño, quieres recoger las zapatillas del comedor, que cada día tengo que decirte lo mismo. ¡Estoy harta de tu desorden! ¡Siempre estamos igual!”. ¿Le suena esta escena?

Lamentablemente, sí.
Ocurre en todos los domicilios de Barcelona donde hay menores de 30 años y en medio mundo, ¿y sabe desde cuándo?

Desde que existen las zapatillas. Pero esa bronca nunca ha servido para nada más que para bajar la autoestima del chaval, alejar la comunicación e incluso crear comportamientos deshonestos: “Ha sido el perro”.

¿Cuál es la alternativa?
Un comentario menos culpabilizador y más empático: “Vivir en el desorden hace que me sienta mal, ¿podrías llevar las zapatillas a tu cuarto, por favor?”. Cada día al llegar a casa y ver las zapatillas del retoño en el salón nos sentimos mal. Sentimos que no nos tienen en cuenta, que les hemos educado mal y que somos culpables.

Buena radiografía de una madre.
Pensemos un poquito: ¿qué puedo esperar de la vida? ¿Dónde estarán las zapatillas?... ¡Pues en el salón! Hace 2.000 años que están ahí. Se rompe la lavadora y es un gran contratiempo, ¡pero si ya sabíamos cuando la compramos que tiene fecha de caducidad!

¿Fuera broncas y discursos?
La bronca no enseña a solucionar los problemas. Creemos que educamos racionalmente y lo hacemos desde nuestras emociones. Si el niño no estudia, nos da rabia: “¡Con todo el esfuerzo que hemos hecho!”. O miedo: “¡Qué será de él!”.

Entiendo.
Debemos empezar por aprender nosotros a controlar nuestras emociones. Los seres humanos somos altamente imperfectos, de manera que cuando vemos que nuestros hijos cometen errores hay que aceptarlo, enseñarles y no pegarles la bronca. Hay que enseñarles a pensar.

¿Cómo se enseña a pensar?
Para empezar, hay que aprender a detectar lo que sientes, y cuando te sientes mal decirte: “No voy bien”. En lugar de mirar a tu alrededor en busca de quién o qué es lo que te hace sentirte mal, mira lo que ocurre en tu cabeza: qué percepción debes cambiar.

Entiendo, no hay que machacar la autoestima propia ni ajena.
Es fundamental aprender a pensar bien de uno mismo. Las personas necesitamos sentirnos aceptados, valorados, queridos, respetados y ayudados. Y lo que no necesitamos es sentirnos cuestionados, aleccionados, reñidos, reprochados, agobiados.

Los pensamientos negativos son muy tenaces.
Hay que mantener un pensamiento positivo alternativo durante más tiempo. Imagine algo que le guste, durante esos minutos el pensamiento negativo no está, y a base de insistir los pájaros no hacen nido donde no les dejas. Nuestro cerebro se modifica contínuamente dependiendo de lo que hacemos, pensamos y sentimos. Si no te quieres sentir mal, aprende a sentirte bien.

Es difícil pensar bien cuando las cosas van mal.
Cierto, hay que dirigir bien la propia vida, marcarte tus objetivos, priorizados, realistas, y poner la mentalidad necesaria; preguntarse para qué vives y relativizar.

Casi nada.
Hemos de aprender a controlar el egoísmo, las emociones, la inseguridad. Entender que nada exterior a ti mismo te va a dar la felicidad de manera estable.

El exterior nos modela desde la cuna.

Sí, pero puedes cambiar. Tus padres no te querían, de acuerdo, ¿y ahora qué?... No queda otra que aprender a tener autoestima, a pensar mejor, a empatizar, a relacionarse, a comunicarse, a esforzarse.


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