Tengo 72 años.
Nací en Zaragoza y vivo en Madrid. Me he
casado dos veces y he tenido dos hijos y un nieto. El
agonizante capitalismo no se resigna e intenta sobrevivir. No sé si el
tiempo va para delante o para atrás, así que no me queda otra que tratar de
dejar buena huella.
Años y sabiduría
Cada vez que
me encuentro con un o una joven de más de 70 años, se me llenan los pulmones de
aire fresco y se me amontonan las preguntas, porque quiero saber cómo lo han
hecho, porque yo también quiero. En nuestra sociedad son pioneras, no ha habido
otra generación antes tan longeva y tan activa. Mantienen un inconformismo bien
entendido: se niegan a cumplir con la etiqueta de viejos que la sociedad reserva
para ellos. Suelen ser personas que han vivido según su entender. Tras trabajar
toda una vida, Isabel Cabetas se enfrentó a la jubilación con un nuevo reto:
crear grupos de gente mayor para compartir los embates de los años y escribir
El futuro es hoy. Dar sabiduría a los años.
El yanoísmo es
terrible.
¿Qué es eso?
"A mi edad ya no". Fui huérfana
de madre a los 17 años y mi padre, con seis hijos, volvió a casarse y tuvo tres
más. De él aprendí la vitalidad. Con 85, le decía a su nieta: "Gimena,
tenemos que aprender informática, que tiene mucho futuro".
Pulsión de vida.
La edad no debe ser un pretexto para hacerse viejo. Para
vivir en pulsión positiva necesitas vivir en proyecto, en presente continuo.
¿Qué otros momentos marcan su
vida?
No me dejo llevar por la vida. Pero cuando manda la vida, sé
callar.
Lo peor es ponerse a contrapelo. Hace cinco años, con mi segundo marido, un
hombre maravilloso, tuvimos un accidente de coche. Él murió en el acto.
Ahí mandaba la vida.
Sí, yo no
tenía nada que decir, sólo agradecerle a la vida haberle conocido, y luego a
reponerse, todo menos decir por qué me pasa a mí esto. Te toca y te toca.
¿Economista psicóloga?
Siempre quise
ser psicoanalista, pero en aquella época en España no era posible. Ya casada y
con dos hijos, se abrió la facultad de Psicología. Por la mañana trabajaba de
economista, luego cogía la bici y me iba a la facultad. Era amiga de los
alumnos de 24 y de los profesores de 42, mi edad.
No ha malgastado usted su vida.
Enseguida
empecé a ejercer de psicóloga y a formarme como psicoanalista. Me jubilé el día
que organicé un grupo de mayores en el Colegio de Psicólogos.
¿Qué ha sido lo importante?
Los hijos me
reeducaron, me cuestionaban sobre la vida. Con 6 años, el mayor entró
precipitadamente en la cocina y me dijo: "Mamá,
me da muchísimo miedo morirme porque no me he muerto nunca".
Eso es muy serio.
Comprendí
pronto que podía prescindir de pareja, pero no me costaba permanecer hasta que
ellos cumplieran los 18 años. Después de divorciarme viví sola, que me hacía
mucha falta: 9 hermanos y casada desde los 26.
¿Lo disfrutó?
Muchísimo. Y a
los 61 años, tras 15 de autonomía en un pisito de 50 m2 (al que he vuelto), me
topé con un hombre estupendo que también sabía estar solo. Estuvimos juntos
seis maravillosos años porque queríamos.
¿Cuándo se convierte uno en una
persona mayor?
Socialmente a
los 65, es una sentencia. Hay un prejuicio social tan establecido que nos
convence a todos y entramos en el "ya no tengo edad para...". Pero lo peor de
los prejuicios es para el que los tiene, eso envejece terriblemente.
Si uno es interesante, no deja
de serlo porque tenga 65 años y un día.
Yo tengo dos
posturas para encarar el sentido de la vida: Qué quiere de mí la vida, y qué quiero yo
de la vida.
¿Y cuándo aplica una u otra?
Cuando las
circunstancias han podido con uno, no queda otra que preguntarse qué quiere la
vida de mí, qué puedo hacer, ¿sirvo para algo? Y cuando uno está con proyectos,
debe mandar el qué quiero yo de la vida.
Inteligente apreciación.
Lo que te da de sabiduría el vivir es un regalo. Con
la edad se crean prolongaciones neuronales, estrategias nuevas para enfrentarse
a nuevos cambios.
Muerte del cónyuge, de los
amigos, traslado a casa de los hijos, jubilación...
Es
sorprendente que justo cuando te llegan los últimos años te lleguen los mayores
cambios. Incluso tengo varios amigos que de mayores han cambiado de profesión.
Estimulante.
Hay que
permitir estos cambios. Los mayores somos un nuevo grupo social y por tanto
debemos improvisar cómo ser mayores. Pero el juicio de la sociedad
pesa demasiado.
¿En qué consiste la sabiduría?
En saber adaptarse, pero lo imprevisible asusta. En
aceptarlo radica la creatividad. El debate en grupo, el intercambio, es útil.
¿Qué más ha entendido?
Que la
relación intergeneracional es muy deseable; ahora tenemos la posibilidad de conocernos
cuatro generaciones y nos podemos dar mucho los unos a los otros.
Dicen que envejecer es una
enfermedad cruel.
Es algo
paulatino y siempre se está a tiempo de cambiar hábitos que nos hacen mal,
desde físicos hasta psicológicos.
¿De qué adolecemos los humanos?
El mal hacer
es un hábito innato del ser humano, y al que le puede es una catástrofe.
Resolver conflictos interiores es básico. No entenderse a uno mismo es lo peor para vivir y para
convivir.
...
Como dice
Woody Allen la vida es tragicómica, pero el porcentaje de risa o de llanto se
lo pones tú. Creo que por ahí anda el secreto de la vida, y procurar no
engañarse demasiado, y tratar de aclarar el conflicto interior entre lo que
deseo y lo que hago.
¿Cómo se soluciona ese
conflicto?
A diario. El
conflicto está hecho de pequeñitos momentos. No hay que agrandar la bola, hay
que parar: tengo que estar cada vez mejor, y no al revés. Y saber pedir ayuda es importante y
hermoso, y no estoy hablando de un profesional sino de ser un ser social.
¿Nuestra mayor herramienta?
Trascendencia: ver más allá de tu ombligo, que te importe algo
más allá de ti mismo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada