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dissabte, 7 de febrer del 2015

LOS BOICOTEOS DEL INCONSCIENTE. Xavier Guix. El País.


Son como un dilema hamtletiano ¿Cambiar o sucumbir a lo previsto y controlado? Estas son algunas claves para sobrevivir a los chantajes invisibles de lo que hace uno mismo.
Sentado ante mi, expresando toda su desesperación, Fernando juraba una y otra vez que su mayor deseo era vivir en paz, pero que habitaba en el algo que no se lo permitía. Algo que le obligaba volver al trabajo y soportar de nuevo horas y horas de estrés. “Quisiera hacer lo que me da la gana”, me decía, “pero dentro de mi escucho una voz que me dice: tienes que obedecer a los demás. Vivo sin vivir en mi”.
Algo parecido le sucede a Susana. Lleva años proclamando su deseo de aparejarse, de encontrar un hombre que la colme de felicidad. Pero no hay manera. Las ocasiones son escasas y difíciles de encajar ante su elevada autoexigencia. A pesar de que con el tiempo las expectativas han sufrido una cuantas rebajas, el caso es que sigue compuesta y sin novio.
Mas complicado es el caso de Nieves. En menos de un par de años ha dado al traste con dos estupendas relaciones. Siempre empieza con mucha ilusión, enamorada, pero al poco tiempo el fantasma de su exnovio, con el que convivió algunos años, vuelve a aparecer para arruinarle la fiesta.
Ximena me vino a ver decidida acabar con su negocio de restauración. A pesar de que le encantaba y había logrado afianzar una buena clientela, las facturas al final del mes la ahogaban. Encontró a quien traspasar el local y cuando llego el momento de la firma no pudo. Se despidió con un “lo siento” y hoy sigue preparando comidas para sus clientes y amigos.
Las cuatro situaciones tienen en común: el boicoteo del inconsciente. Es decir, que sus intenciones, su voluntad, andan por un lado, y su conducta, por el otro. No hay acuerdo entre las luces de su conciencia y la completa oscuridad de su sombra.

NUESTRA REALIDAD
Ese desconocido que te conoce también
Desde Freud sabemos que lo que entendemos por nuestra realidad es solo la punta de un iceberg en un mar desconocido. Nuestro inconsciente es como un álbum invisible donde se guardan nuestras memorias emocionales. No solo las propias, sino las que hemos heredado.
Carl G. Jung es uno de los personajes de la historia de la psicología que más se adentraron en los océanos del Inconsciente: “En realidad dependemos, en proporciones angustiosas, de un funcionamiento preciso de nuestro psiquismo inconsciente, de sus sobresaltos y de sus fallos ocasionales”. El inconsciente no deja de ser un mecanismo perfecto que nos devuelve a diario la hoja de ruta que, sin darnos cuenta, hemos trazado a lo largo de nuestras experiencias vitales, sobre todo las que conllevan una intensa carga de miedo. Su especialidad es entonces mecanizar procesos. Repetir una y otra vez la misma estructura experiencial. Lo fastidioso del asunto es que no tenemos conciencia de cómo hace esa función el inconsciente. Por eso, a menudo se convierte en una especie de torturador sin rostro.
Dejemos claro que hablar del inconsciente no significa necesariamente hablar de los sótanos de nuestras miserias. “También el inconsciente humano encierra todas las formas de vida y de funciones heredadas de la línea ancestral, de suerte que en cada niño preexiste una disposición psíquica funcional, adecuada, anterior a la conciencia… El inconsciente percibe, tiene intenciones y presentimientos, al igual que el consciente”, añadía Jung. ¿Qué son, sino, los presentimientos?,¿las corazonadas?. También Joseph Le Doux ofrece una visión desde la contemporaneidad: “Gran parte del procesamiento emocional ocurre o puede ocurrir inconscientemente, así como por el hecho de que las personas a menudo encuentran incomprensibles sus emociones”. El inconsciente es ese gran desconocido que te conoce mejor que nadie.

EL CIRCULO INFINITO
¿No puedo o no quiero?
Las situaciones descritas anteriormente son como una especie de quiero y no puedo. ¿Cuántas veces no te has escuchado decir:!No puedo¡ Pero. ¿Es eso cierto? Por lo pronto, “no puedo” es solo una creencia y no una realidad. La pregunta que va más a fondo es: ¿quiero o no quiero, verdaderamente? Cuando la respuesta es que si, pero la conducta es que no, nuestro inconsciente está al mando de la situación.
Cuando Fernando dice que quiere vivir en paz, una parte de él no puede vivir sin la tensión del trabajo, al que además se entrega porque es su obligación. No quiere desobedecer dicha orden.
Es cierto que Susana quisiera emparejarse, pero otra parte de ella tiene un miedo atroz al compromiso. Lleva años haciendo la vida que ha deseado y además de joven sufrió algunos abusos, con lo que no quiere perder el control de ninguna situación.
Nieves no acabó bien una relación que consideraba perfecta. El dice que se canso y se fue con otra. Pero en lugar de hacer el duelo por la pérdida, lo convirtió en un amor eterno que le impide entregarse nuevamente a las nuevas relaciones. No quiere querer a nadie más.
El caso de Ximena se resolvió cuando llego el momento de la verdad. Su consciente la había metido en un laberinto de dudas, miedos en definitiva, de los que creyó acabar simplemente huyendo. Pero ante la firma no quiso perder lo que le daba tanto sentido.

LA PAZ INTERIOR
El miedo inconsciente impide la felicidad
Si es cierto que todos aspiramos a ser felices, lo que antecede a ese estado e la paz interior. Pero lo que antecede a esa paz es poderse hacer espacio interior; eso es, estar presente y conectado con uno mismo. Lo que antecede a ese espacio con uno mismo es la desindentificacion con lo exterior, o sea, no estar apegado o atrapado por sujetos u objetos que acaban siendo extensiones de uno mismo. Lo que antecede al desapego es el abandono, o, dicho de otro modo, la necesidad de controlarlo todo. Un control adecuado de la vida es necesario, pero cuando se quiere tener todo bajo control, cuando todo tiene que estar planificado y necesitamos absoluta claridad de futuro, entonces vivimos bajo la ansiedad e incluso la obsesión por el control. Por eso vale más aprender a gestionar la incertidumbre, ser capaces de vivir en la aceptación o en ese abandono al fluir da la vida.
Lo que antecede entonces al abandono es la confianza. En esa actitud vital de confiar en que nos sucederá lo mejor que nos tenga que suceder. Es la confianza de sentirse capaz de afrontar lo que que se pueda afrontar y aceptar lo que no este en nuestras manos. Lo que antecede entonces a la confianza es la creencia de que podemos confiar en nosotros mismos. Ahí es donde acaba la rueda, porque se encuentran la creencia y la experiencia. Pero si la creencia es de confianza, pero la experiencia de desconfianza, entonces estamos boicoteados por el inconsciente. Dicho de otro modo, estamos atrapados por el miedo. Y el miedo se basa también en un conjunto de creencias que anidan allí donde la mente consciente no llega. Son como una especie de creencias transparentes; están, pero no lo sabemos que están. En cambio tienen un poder real y contundente en nuestra conducta. Y son precisamente tales creencias las que nos impiden acercarnos a la felicidad.

ORDENADOR DE A BORDO
Cuando las puertas no quedan bien cerradas
Somos experiencia, sin lugar a dudas. Y en ese bagaje experiencial se entremezclan nuestras ambivalencias emocionales. Sabemos que nuestra amígdala en el sistema límbico, archiva todo lo que ha supuesto una amenaza, un trauma, un malestar psicológico. Y eso ocurre cuando lo vivido no ha podido cerrarse bien, cuando ha dejado la herida abierta o cuando ha tenido que asumir lo inasumible. Suelo decir que cuando la puerta no ha quedado bien cerrada hay corriente de aire. Por eso, en cualquier momento de la vida, sin que exista razón alguna, somos víctimas de una especie de vendaval que nos arrastra. Ahí es donde podemos observar que alguna puerta había quedado abierta o mal cerrada. El inconsciente nos vuelve a boicotear.
Muchas de nuestras experiencias han acabado siendo desadaptadas, o sea, que siendo anormales las vivimos como normales. O sea, hemos naturalizado el error. Lo confundimos con nuestro carácter, y lo aceptamos como una especie de mala suerte con la que nos ha tocado vivir. Pero en realidad es una conducta y, como tal, transformable. Por eso es importante acercarse a los mensajes que descubrimos detrás de lo que nos sucede. Allí donde existe resistencia, allí donde sentimos una herida abierta, ahí donde hay bloqueo, ahí donde el inconsciente nos boicotea, justo allí, es donde cabe preguntarse por el miedo que nos atenaza. ¿Qué ha ocurrido en nuestra vida para que exista ese miedo? ¿Qué construcción mental, en forma de creencias, realizamos que nos asusta? Y junto con las creencias, una conducta dirigida a cerrar con firmeza, y a la vez con elegancia, aquellas puertas, aquellas situaciones o aquellas relaciones que deben quedar a uno y otro lado de la puerta. Solo así, la mayoría de las veces, podemos descansar en paz.

EJERCICIOS DE OCULTACIÓN
Somos expertos en maquillar nuestras sombras.
El peor enemigo no es nuestro inconsciente, sino justamente el uso que hagamos de la mente consciente. Entre otras cosas porque somos especialistas en maquillar nuestras sombras, en ocultarnos incluso de nosotros mismos. Jung llamo a esa parte de nosotros que nos parte “la sombra”, aludiendo al hecho al hecho de que convive con nosotros aunque de forma oculta.. La sombra no es el total de la personalidad inconsciente. Representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego, así como aspectos de los que nos avergonzamos, aunque quedan opacos a nosotros mismos, pero que, en cambio, condenamos claramente en los demás. Actitudes como el egoísmo, la pereza mental, las sensiblerías, las negligencias, las cobardías o los desordenes económicos son una pajita en nuestros ojos y una viga en los de los demás.
Suele ocurrir que, al cabo de años de autoengaño, esa sombra maquillada clama por aparecer en escena. Muchas crisis existenciales, o la famosa crisis de los 40 (ahora ya también de los 50), aluden a la lucha interior entre lo que somos y lo que no nos hemos permitido ser. Por ahí también nos boicotea el inconsciente. Sabe que necesitamos ordenar e integrar todo lo que somos, sombra incluida. El encuentro con nosotros mismos es una tarea ineludible que, de negarse sistemáticamente, acaba por encontrar mecanismos más duros de realización, como, por ejemplo, una mala enfermedad.

LA ENFERMEDAD
El inconsciente se puede manifestar en lo físico
A veces vivimos en la cultura medica que inspiro Descartes al dividir la mente y el cuerpo. Así pues, la enfermedad es producto de procesos orgánicos, y punto. Ahora empiezan a admitir que la vivencias personales, sobre todo el sufrimiento, no ayudan a la enfermedad, pero en todo caso hay que descartar que sean la causa. En un mundo en que cada vez se sabe más interrelacionado y en el que la energía es el modus operandi de todo lo que tiene vida, es casi una imbecilidad insistir en el que el cuerpo tiene razones que la mente ignora. Puede que sean inconscientes; pero que intervienen es una realidad cada vez más visible y, por suerte, aceptada. No vale la pena entretenerse en la eterna discusión sobre la visión lineal de causa y efecto. No se trata de si esto causa aquello, sino que existe un todo relacionado del que la parte somática acaba siendo una expresión. No existe lo uno sin lo otro.
Eso nos invita a reflexionar sobre la manifestación física de nuestro inconsciente. Porque el boicoteo también es corporal. A menudo no entendemos porque enfermamos. Sin causa aparente no estamos físicamente bien. Entonces también cabe preguntarnos sobre el mensaje que se esconde detrás de nuestro sufrimiento físico. Probablemente exista alguna parte de nuestra existencia que no estamos atendiendo lo suficiente, que hemos descuidado o que nos da miedo afrontar. Y todo eso repercute seriamente en nuestro sistema inmunológico. Lo mismo deberíamos decir de los despistes y de los accidentes.





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