Son como un dilema hamtletiano ¿Cambiar o sucumbir a lo previsto
y controlado?
Estas son
algunas claves para sobrevivir a los chantajes invisibles de lo que hace uno
mismo.
Sentado ante mi, expresando
toda su desesperación, Fernando juraba una y otra vez que su mayor deseo era
vivir en paz, pero que habitaba en el algo que no se lo permitía. Algo que le
obligaba volver al trabajo y soportar de nuevo horas y horas de estrés. “Quisiera hacer lo que me da la gana”, me
decía, “pero dentro de mi escucho una voz que me
dice: tienes que obedecer a los demás. Vivo sin vivir en mi”.
Algo parecido le sucede a
Susana. Lleva años proclamando su deseo de aparejarse, de encontrar un hombre
que la colme de felicidad. Pero no hay manera. Las ocasiones son escasas y
difíciles de encajar ante su elevada autoexigencia. A pesar de que con el
tiempo las expectativas han sufrido una cuantas rebajas, el caso es que sigue
compuesta y sin novio.
Mas complicado es el caso de
Nieves. En menos de un par de años ha dado al traste con dos estupendas
relaciones. Siempre empieza con mucha ilusión, enamorada, pero al poco tiempo
el fantasma de su exnovio, con el que convivió algunos años, vuelve a aparecer
para arruinarle la fiesta.
Ximena me vino a ver decidida
acabar con su negocio de restauración. A pesar de que le encantaba y había
logrado afianzar una buena clientela, las facturas al final del mes la
ahogaban. Encontró a quien traspasar el local y cuando llego el momento de la
firma no pudo. Se despidió con un “lo siento” y hoy sigue preparando comidas
para sus clientes y amigos.
Las cuatro situaciones tienen
en común: el
boicoteo del inconsciente. Es decir, que sus intenciones, su
voluntad, andan por un lado, y su conducta, por el otro. No hay acuerdo entre las luces de su
conciencia y la completa oscuridad de su sombra.
NUESTRA
REALIDAD
Ese desconocido que te
conoce también
Desde Freud sabemos que lo que
entendemos por nuestra realidad es solo la punta de un iceberg en un mar
desconocido. Nuestro inconsciente es como un álbum invisible donde se guardan
nuestras memorias emocionales. No solo las propias, sino las que hemos
heredado.
Carl G. Jung es uno de los
personajes de la historia de la psicología que más se adentraron en los océanos
del Inconsciente: “En realidad dependemos, en proporciones
angustiosas, de un funcionamiento preciso de nuestro psiquismo inconsciente, de
sus sobresaltos y de sus fallos ocasionales”. El inconsciente no
deja de ser un mecanismo perfecto que nos devuelve a diario la hoja de ruta
que, sin darnos cuenta, hemos trazado a lo largo de nuestras experiencias
vitales, sobre todo las que conllevan una intensa carga de miedo. Su
especialidad es entonces mecanizar procesos. Repetir una y otra vez la misma
estructura experiencial. Lo fastidioso del asunto es que no tenemos conciencia
de cómo hace esa función el inconsciente. Por eso, a menudo se convierte en una
especie de torturador sin rostro.
Dejemos claro
que hablar del inconsciente no significa necesariamente hablar de los sótanos
de nuestras miserias. “También el inconsciente humano encierra todas las formas
de vida y de funciones heredadas de la línea ancestral, de suerte que en cada
niño preexiste una disposición psíquica funcional, adecuada, anterior a la
conciencia… El inconsciente percibe, tiene intenciones y presentimientos, al
igual que el consciente”, añadía Jung. ¿Qué son, sino, los
presentimientos?,¿las corazonadas?. También Joseph Le Doux ofrece una visión
desde la contemporaneidad: “Gran parte del procesamiento emocional ocurre o puede
ocurrir inconscientemente, así como por el hecho de que las personas a menudo
encuentran incomprensibles sus emociones”. El inconsciente es ese gran desconocido que
te conoce mejor que nadie.
EL
CIRCULO INFINITO
¿No puedo o no quiero?
Las situaciones descritas anteriormente
son como una especie de quiero y no puedo. ¿Cuántas veces no te has escuchado
decir:!No puedo¡ Pero. ¿Es eso cierto? Por lo pronto, “no puedo” es solo una creencia y no una
realidad. La pregunta que va más a fondo es: ¿quiero o no quiero,
verdaderamente? Cuando
la respuesta es que si, pero la conducta es que no, nuestro inconsciente está
al mando de la situación.
Cuando Fernando dice que quiere
vivir en paz, una parte de él no puede vivir sin la tensión del trabajo, al que
además se entrega porque es su obligación. No quiere desobedecer dicha orden.
Es cierto que Susana quisiera
emparejarse, pero otra parte de ella tiene un miedo atroz al compromiso. Lleva
años haciendo la vida que ha deseado y además de joven sufrió algunos abusos,
con lo que no quiere perder el control de ninguna situación.
Nieves no acabó bien una
relación que consideraba perfecta. El dice que se canso y se fue con otra. Pero
en lugar de hacer el duelo por la pérdida, lo convirtió en un amor eterno que
le impide entregarse nuevamente a las nuevas relaciones. No quiere querer a
nadie más.
El caso de Ximena se resolvió
cuando llego el momento de la verdad. Su consciente la había metido en un
laberinto de dudas, miedos en definitiva, de los que creyó acabar simplemente
huyendo. Pero ante la firma no quiso perder lo que le daba tanto sentido.
LA
PAZ INTERIOR
El miedo inconsciente
impide la felicidad
Si es cierto que todos
aspiramos a ser felices, lo que antecede a ese estado e la paz interior. Pero lo que
antecede a esa paz es poderse hacer espacio interior; eso es, estar presente y
conectado con uno mismo. Lo que antecede a ese espacio con uno mismo
es la desindentificacion con lo exterior, o sea, no estar apegado o atrapado
por sujetos u objetos que acaban siendo extensiones de uno mismo. Lo que
antecede al desapego es el abandono, o, dicho de otro modo, la necesidad de
controlarlo todo. Un control adecuado de la vida es necesario, pero cuando se
quiere tener todo bajo control, cuando todo tiene que estar planificado y
necesitamos absoluta claridad de futuro, entonces vivimos bajo la ansiedad e
incluso la obsesión por el control. Por eso vale más aprender a gestionar la incertidumbre,
ser capaces de vivir en la aceptación o en ese abandono al fluir da la vida.
Lo que antecede entonces al abandono es la confianza. En esa
actitud vital de confiar en que nos sucederá lo mejor que nos tenga que
suceder. Es la confianza de sentirse capaz de afrontar lo que que se pueda
afrontar y aceptar lo que no este en nuestras manos. Lo que antecede entonces a la confianza es
la creencia de que podemos confiar en nosotros mismos. Ahí es donde
acaba la rueda, porque se encuentran la creencia y la experiencia. Pero si la
creencia es de confianza, pero la experiencia de desconfianza, entonces estamos
boicoteados por el inconsciente. Dicho de otro modo, estamos atrapados por el
miedo. Y el
miedo se basa también en un conjunto de creencias que anidan allí donde la
mente consciente no llega. Son como una especie de creencias
transparentes; están, pero no lo sabemos que están. En cambio tienen un poder
real y contundente en nuestra conducta. Y son precisamente tales creencias las
que nos impiden acercarnos a la felicidad.
ORDENADOR
DE A BORDO
Cuando las puertas no
quedan bien cerradas
Somos experiencia, sin lugar a
dudas. Y en
ese bagaje experiencial se entremezclan nuestras ambivalencias emocionales.
Sabemos que nuestra amígdala en el sistema límbico, archiva todo lo que ha
supuesto una amenaza, un trauma, un malestar psicológico. Y eso ocurre cuando
lo vivido no ha podido cerrarse bien, cuando ha dejado la herida abierta o
cuando ha tenido que asumir lo inasumible. Suelo decir que cuando la puerta no ha quedado bien
cerrada hay corriente de aire. Por eso, en cualquier momento de la
vida, sin que exista razón alguna, somos víctimas de una especie de vendaval que
nos arrastra. Ahí es donde podemos observar que alguna puerta había quedado
abierta o mal cerrada. El inconsciente nos vuelve a boicotear.
Muchas de nuestras experiencias
han acabado siendo desadaptadas, o sea, que siendo anormales las vivimos como
normales. O sea,
hemos naturalizado el error. Lo confundimos con nuestro carácter, y lo
aceptamos como una especie de mala suerte con la que nos ha tocado vivir.
Pero en realidad es una conducta y, como tal, transformable. Por eso es
importante acercarse a los mensajes que descubrimos detrás de lo que nos
sucede. Allí donde existe resistencia, allí donde sentimos una herida abierta,
ahí donde hay bloqueo, ahí donde el inconsciente nos boicotea, justo allí, es
donde cabe preguntarse por el miedo que nos atenaza. ¿Qué ha ocurrido en nuestra vida para que
exista ese miedo? ¿Qué construcción mental, en forma de creencias, realizamos
que nos asusta? Y junto con las creencias, una conducta dirigida a
cerrar con firmeza, y a la vez con elegancia, aquellas puertas, aquellas
situaciones o aquellas relaciones que deben quedar a uno y otro lado de la
puerta. Solo así, la mayoría de las veces, podemos descansar en paz.
EJERCICIOS
DE OCULTACIÓN
Somos expertos en
maquillar nuestras sombras.
El peor enemigo no es nuestro
inconsciente, sino
justamente el uso que hagamos de la mente consciente. Entre otras
cosas porque somos especialistas en maquillar nuestras sombras, en ocultarnos
incluso de nosotros mismos. Jung llamo a esa parte de nosotros que nos parte “la sombra”,
aludiendo al hecho al hecho de que convive con nosotros aunque de forma
oculta.. La sombra no es el total de la personalidad inconsciente. Representa
cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego, así como aspectos
de los que nos avergonzamos, aunque quedan opacos a nosotros mismos, pero que, en
cambio, condenamos claramente en los demás. Actitudes como el
egoísmo, la pereza mental, las sensiblerías, las negligencias, las cobardías o
los desordenes económicos son una pajita en nuestros ojos y una viga en los de
los demás.
Suele ocurrir que, al cabo de
años de autoengaño, esa sombra maquillada clama por aparecer en escena. Muchas crisis
existenciales, o la famosa crisis de los 40 (ahora ya también de los
50), aluden
a la lucha interior entre lo que somos y lo que no nos hemos permitido ser.
Por ahí también nos boicotea el inconsciente. Sabe que necesitamos ordenar e
integrar todo lo que somos, sombra incluida. El encuentro con nosotros mismos
es una tarea ineludible que, de negarse sistemáticamente, acaba por encontrar
mecanismos más duros de realización, como, por ejemplo, una mala enfermedad.
LA
ENFERMEDAD
El inconsciente se puede
manifestar en lo físico
A veces vivimos en la cultura
medica que inspiro Descartes al dividir la mente y el cuerpo. Así pues, la
enfermedad es producto de procesos orgánicos, y punto. Ahora empiezan a admitir que la vivencias
personales, sobre todo el sufrimiento, no ayudan a la enfermedad, pero en todo
caso hay que descartar que sean la causa. En un mundo en que cada
vez se sabe más interrelacionado y en el que la energía es el modus operandi de
todo lo que tiene vida, es casi una imbecilidad insistir en el que el cuerpo
tiene razones que la mente ignora. Puede que sean inconscientes; pero que
intervienen es una realidad cada vez más visible y, por suerte, aceptada. No
vale la pena entretenerse en la eterna discusión sobre la visión lineal de
causa y efecto. No se trata de si esto causa aquello, sino que existe un todo
relacionado del que la parte somática acaba siendo una expresión. No existe lo
uno sin lo otro.
Eso nos invita a reflexionar
sobre la manifestación física de nuestro inconsciente. Porque el boicoteo
también es corporal. A menudo no entendemos porque enfermamos. Sin causa
aparente no estamos físicamente bien. Entonces también cabe preguntarnos sobre el mensaje que
se esconde detrás de nuestro sufrimiento físico. Probablemente
exista alguna parte de nuestra existencia que no estamos atendiendo lo
suficiente, que hemos descuidado o que nos da miedo afrontar. Y todo eso
repercute seriamente en nuestro sistema inmunológico. Lo mismo deberíamos decir
de los despistes y de los accidentes.
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