No solemos prestarle demasiada atención a las
palabras que decimos pero somos comunicadores natos. De hecho, parece un
contrasentido pero lo cierto es que nos pasamos todo el día comunicando, no solo
con los demás sino también con nosotros mismos. Aún así, nuestro estilo de
comunicación es automático, es algo que se ha ido formando a lo largo de los
años, en dependencia de nuestras experiencias, y que ahora utilizamos sin ser
plenamente conscientes.
Por eso, usamos algunas palabras más que otras.
Por ejemplo, un estudio realizado en la Universidad de Colorado desveló que las
personas con tendencia al neuroticismo utilizan un elevado número de palabras
asociadas a emociones negativas. Otro estudio, esta vez realizado en la
Universidad de Amsterdam descubrió que las personas extrovertidas prefieren los
términos descriptivos más abstractos y que las personas introvertidas eligen
adjetivos más concretos.
Por tanto, no es banal que cada cierto tiempo
hagamos un balance de las palabras que usamos, sobre todo si tenemos en cuenta
que ese diálogo no solo afecta la imagen que los demás tienen de nosotros sino
que incluso puede
incidir en nuestra autoestima. Por consiguiente, ahora os propongo
algunas palabras que deberíamos usar más a menudo, pero de forma consciente, no
como un automatismo.
Palabras
simples que implican grandes cambios
1. Porque. Una palabra
muy sencilla, pero con un enorme poder. De hecho, un estudio realizado en la
Universidad de Harvard la ha calificado como “la palabra más persuasiva del mundo”.
En este experimento se pudo apreciar que cuando las personas pedían un favor y
añadían un “porque”,
las probabilidades de que el otro accediera aumentaban en un 30%. Y es que
cuando pedimos algo y damos nuestras razones, estamos demostrando que respetamos a la
otra persona y que confiamos en ella. Estamos apelando a su
comprensión y la incitamos a ponerse en nuestro lugar.
2. Gracias. No se trata
de dar las gracias por obligación o de repetir esta palabra por inercia, porque
es de “buena educación”, sino de dar las gracias
realmente, desde lo más profundo. La diferencia se nota porque te
permite conectar con el otro, decirle que realmente aprecias su gesto y que te
ha ayudado. De hecho, esta palabra tiene un gran poder reconfortante, tanto
para quien la dice como para quien la recibe.
3. Disculpa. Pocas
palabras tienen tanto poder como esta, pero solo cuando nacen de un arrepentimiento
sincero. Cuando decimos “lo siento” estamos reconociendo un error
pero, sobre todo, estamos expresando humildad y nuestro deseo de reparar el daño
causado. Sin embargo, tampoco podemos abusar de ella. Un estudio realizado en
la Universidad de Rotterdam desveló que tendemos a sobrestimar el efecto de
unas disculpas y que estas solo son eficaces cuando son sinceras y explicamos nuestras circunstancias,
pero sin que se conviertan en una excusa.
4. ¡Vamos! De buenas
intenciones está hecho el mundo, pero en realidad la vida cambia cuando nos
subimos las mangas de la camisa y ponemos manos a la obra. Desgraciadamente,
somos procrastinadores expertos, continuamos aplazando el cambio para un
momento más propicio. Sin embargo, cuando estás seguro de una meta, una vez que
te planteas un objetivo, simplemente debes comenzar, el cómo lo irás descubriendo
en el camino. Recuerda que el camino más largo comienza con el
primer paso.
5. No. Establecer
límites y aprender a decir “no” es fundamental para poder llevar la vida
que realmente deseamos. No se trata de tener una negativa siempre en la punta
de la lengua pero debemos dejar claros cuáles son nuestras prioridades y cuándo podemos
ayudar y cuándo no. Cuando no puedas o no quieras hacer algo,
simplemente dí “no”
y brinda una razón, mientras más concisa mejor, ya que de lo contrario parecerá
que te estás disculpando. Recuerda que tienes el derecho de invertir tu tiempo
y energía en las cosas que realmente te causen satisfacción o que consideres
necesarias.
6.
Bueno…
Cuando cometes un error, ¿te enfadas y le gritas a las demás personas que están
a tu alrededor o te recriminas a ti mismo, denigrándote y culpándote? Así
reaccionan la mayoría de las personas. Pero de esta forma solo consiguen
empeorar aún más la situación. Por eso, cuando las cosas no salgan como habías
planeado, di simplemente: “bueno, no ha
salido como tenía previsto pero…” Es inevitable cometer errores
pero de nada sirve llorar sobre la leche mojada, intenta ver el lado bueno de
las cosas. Se
trata de una simple palabra pero implica un cambio de perspectiva enorme.
7. Respira. Cada vez que
te sientas a punto de explotar, cuando estés enfadado o cuando el estrés llegue
a cotas máximas, simplemente respira. Todas las veces que haga falta. La
respiración nos ayuda a sintonizar en la misma frecuencia muchas de las
funciones metabólicas que se alteran cuando estamos enojados o estresados, como
la presión arterial y el ritmo cardiaco. Respirar es un excelente ejercicio que
te ayudará a recobrar
la calma y a no cometer errores. Respira… respira… respira…
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