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dissabte, 23 de maig del 2015

“No voy a cambiar por ti, voy a crecer contigo”. La Mente es maravillosa.

Es posible que esta frase sorprenda a más de uno. Son muchos los que conciben y aceptan que construir y mantener una relación de pareja exige por parte de alguno  de los dos, tener que renunciar a determinadas cosas de su vida. Y aún más, “para adaptarnos” al carácter, de nuestra pareja, tenemos que cambiar ciertos aspectos personales.
No vamos a negar en absoluto que “ser pareja” y mantener a su vez una relación de pareja estable y duradera, exige en ocasiones tener que renunciar a algunas cosas. No obstante, todo tiene un límite. Desde el momento en que nos vemos obligados a cambiar, estamos perdiendo algo de nuestro ser, se está abriendo un vacío.
Si yo cambio mis valores, mis aficiones o mi carácter por ti, estoy dejando de ser yo mismo/a. La persona a quien dices amar será entonces un falso espejismo de sí mismo sin fondo y sin forma.
Si hay un principio claro e indiscutible a la hora de mantener una relación de pareja, es que nunca debemos permitir que se vulneren nuestros derechos, nuestros valores. Aquello que nos define. Y aún más, tampoco debes exigirle a la persona que amas a que “cambie” por ti, a que se ajuste a tus necesidades.

Algo así sería en realidad un chantaje emocional injustifcado. Veámoslo con más detalle.

Crecimiento individual y crecimiento de la pareja
Debemos empezar aclarando algo esencial: las relaciones de pareja no son entidades fijas e inmutables. Nadie es ajeno a todo lo que nos rodea, a las relaciones sociales paralelas, al contexto laboral, a la familia, a las necesidades personales…
La pareja como tal está inscrita en un proceso de cambio continuo donde se necesita actualizar los vínculos de acuerdo a las nuevas situaciones y a los años. Existe pues un “nosotros”, enfrentado en ocasiones a un “yo”.
Uno de los problemas más comunes a los que tenemos que enfrentarnos, es a la necesidad de armonizar el crecimiento personal con el crecimiento de la pareja. En una relación saludable y feliz, ambas esferas están unidas e interconectadas. ¿De qué manera? Cada uno de los miembros respeta, comprende y favorece el que la persona que ama, pueda disponer de sus propios espacios personales para cultivarse, para crecer y ser uno mismo.
Podríamos decir que este proceso es en realidad una curiosa paradoja, puesto que a la vez que trabajamos día a día para ser una unidad en armonía, compromiso e intimidad, en realidad, nos permitimos también seguir siendo dos entidades independientes capaces de enriquecerse en su individualidad para a su vez, aportar esa sabiduría y esa felicidad interior a la pareja.
Se trataría pues de fomentar en crecimiento individual de cada uno de los miembros de la pareja, sabiendo que con ello, propiciamos el equilibrio interno, la autoestima y la satisfacción personal para que todo ello revierta en el propio “arcón familiar” de la pareja.
De nada sirve pues obligar a que la persona que amamos cambie. Si yo, por ejemplo, le pido que sea menos extrovertido/a, que se involucre menos en materias sociales intentando que con ello pase más tiempo en casa que fuera, lo que estaré haciendo en realidad es alimentar su frustración y vulnerar sus intereses.
¿De qué me sirve entonces propiciar su infelicidad mediante mi egoísmo? Nadie puede cambiar a la “fuerza” para encajar en tus vacíos, o en tus astillas. Se trata de construir, de crecer y avanzar. Nunca vetar.

Avanzando contigo me encuentro a mí mismo
El amor maduro es la base de las relaciones saludables. Es un amor consciente capaz de respetar y amar al otro por como es, sin tener en ningún momento la voluntad por obligarlo a cambiar. Tal vez deberíamos concienciarnos también en la necesidad de desarrollar relaciones donde esa madurez, nos enseñe que los miedos e inseguridades personales generan casi siempre la necesidad por controlar al otro.
“Yo espero que la otra persona cambie este aspecto de su carácter, porque así, me aseguro de que no me dejará, de que seguirá encajando conmigo.”  Pero las personas no somos puzzles, no somos piezas sueltas con la obligación de encajar a la perfección unas con otras. Tus esquinas no tienen por qué cuadrar con las mías, y tus vacíos, no tienen por qué llenarse obligatoriamente con mis virtudes.
Sería mejor que empezáramos a concienciarnos de que todos nosotros, somos en realidad criaturas imperfectas que buscan a su vez a seres imperfectos para avanzar de la mano y crecer día día. Este maravilloso proceso durará sin duda toda la vida, pero mientras, iremos creciendo individualmente. Nos haremos más sabios personalmente, a la vez que creceremos en pareja.

El amor es en realidad una preocupación constante por la vida, una búsqueda continua en la cual, cultivarnos a nosotros mismos, y a la vez, preocuparnos por el crecimiento de aquellos a quienes amamos. Todo ello se proyectará también vez en nosotros.



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