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dijous, 14 de maig del 2015

Anatomía de la intuición. Irene Orce. La Vanguardia.

“La única cosa realmente valiosa es la intuición”, Albert Einstein
La intuición es una poderosa brújula. Siempre marca la dirección de nuestro norte particular. Consciente o inconscientemente, guía muchas de nuestras decisiones. Todos la hemos sentido en algún momento, pero cada persona la vive de manera diferente. Para algunos habita en las entrañas, y para otros, en el corazón. Es la pulsión que nos informa de si estamos en el buen camino, sea cual sea nuestro objetivo. Nos conduce a través de la tormenta, nos ayuda a entendernos mejor y nos ofrece certezas que pocos datos pueden. Sin embargo, permanece oculta en un halo de misterio. Así, ¿qué es la intuición? ¿Dónde se genera? ¿Para qué sirve? Y ¿cómo podemos conectar con ella?
Según el diccionario, la intuición es una percepción clara e inmediata de una idea o situación, sin necesidad de razonamiento lógico. Una especie de relámpago de certeza que no requiere de pensamiento reflexivo ni análisis minucioso. Si bien no hay consenso en la comunidad científica sobre dónde se genera exactamente tan escurridiza cualidad, lo cierto es que resulta útil para nuestra supervivencia. Aunque no es infalible, nos facilita la toma de decisiones, especialmente en los momentos más importantes de nuestra vida. Es una llave capaz de abrir la cerradura de cualquier situación compleja, proponiéndonos una conducta determinada o una postura concreta. La magia de la intuición reside en la rapidez de las respuestas que nos ofrece. A diferencia del análisis racional, que requiere de tiempo, atención y esfuerzo, la intuición nos aporta soluciones inmediatas desde un marco mucho más amplio y sutil.
Por si fuera poco, nos muestra que sabemos más de lo que creemos que sabemos. De ahí la importancia de aprender a escucharla. Aunque no es garantía de que las cosas salgan como esperamos, nos promete que nuestras decisiones serán coherentes con la persona que somos, honrando nuestros valores esenciales. Está íntimamente relacionada con nuestra voz interior, por lo que cuanto más en contacto estemos con nosotros mismos, más podremos apreciarla. Para ello, tenemos que aprender a crear espacios de silencio.

La sabiduría del cuerpo
“Probamos por medio de la lógica, pero descubrimos por medio de la intuición”, Henri Poincaré
Por lo general, ante cualquier situación tendemos a empacharnos de datos que nos dan un escenario, un marco de probabilidades que nos ofrece una cierta seguridad. Antes de tomar una decisión, lo que buscamos es la respuesta correcta, el camino que nos llevará a conseguir lo que nos proponemos. El mejor resultado posible. Y para lograr acertar, nos basamos en los datos de los que disponemos. Asumimos que a más información, menos posibilidad de errar en nuestro criterio o nuestras decisiones. Y no nos suelen faltar fuentes donde nutrirnos. No en vano, vivimos en la era de la información, enchufados a la red. Pero la ecuación no siempre nos ofrece el resultado esperado. No todo lo podemos resolver desde un plano mental.
Según un estudio realizado en 2012 por el Dr. Barnaby Dunn, especialista del ‘Medical Research Council’ de Inglaterra, la intuición cuenta con particulares manifestaciones físicas. El experimento proponía a un grupo de sujetos que contara con la máxima exactitud posible los latidos de su corazón en distintos intervalos de tiempo. En los espacios de reposo, el Dr. Dunn les sugería jugar a un juego para pasar el rato. Dejaba cuatro barajas de cartas encima de la mesa y les invitaba a ir sacando cartas de las distintas barajas. Quien sacaba la carta más alta en cada ronda ganaba un premio en metálico. Lo que no sabían los integrantes del experimento es que las barajas estaban amañadas, dos tenían más cartas altas que las otras dos. Mientras los sujetos jugaban, un sensor registraba los cambios en sus latidos. Tras unas pocas rondas, el monitor mostraba una alteración en el latido del corazón cuando se acercaban a las barajas ‘malas’. El cuerpo, antes que la mente lo hiciera consciente, detectó la trampa.
Un equipo de científicos de la Universidad de Iowa condujo un estudio parecido, esta vez basado en la transpiración de las palmas de las manos. Encontraron que a los jugadores comenzaban a sudarles las manos cuando les tocaba sacar una carta de una de las dos barajas ‘malas’ sobre las 10 cartas, pero no comenzaban a sospechar del engaño hasta que habían cogido unas 50 cartas. Sus manos húmedas les estaban avisando mucho antes de que su mente consciente hiciera la conexión.
Lo cierto es que el cuerpo es una valiosa fuente de información que a menudo obviamos. En demasiadas ocasiones, especialmente cuando nos enfrentamos a situaciones dolorosas o incómodas, nos refugiamos en la cabeza. Tratamos de entender lo que sentimos en vez de permitirnos sentirlo. Cada vez más tendemos a vivir desde la mente, a interactuar a través de pantallas. Parece que hemos olvidado que la piel es el vehículo que nos permite experimentar la vida. La intuición es un compendio de información que recogemos de forma inconsciente y que nos advierte de potenciales peligros y oportunidades.

Superpoderes y superhéroes
“Escucha a tu intuición. Te dirá todo lo que realmente necesitas saber”, Anthony D’Angelou
Cuando conocemos a una persona por primera vez, nos asalta una sensación particular. Nos gusta o no nos gusta. Decidimos confiar en ella… o no. A veces, una simple mirada o un gesto particular del otro nos genera atracción o rechazo. La intuición funciona como una especie de sexto sentido. Llegados a este punto, vale la pena apuntar que algunas de las decisiones que más marcarán nuestra existencia no son racionales. Nuestra pareja. Nuestros hobbies. Lo que nos hace disfrutar. Tienen un beneficio porque nos generan placer, alegría, conexión. De no guiarnos por el instinto, para emparejarnos realizaríamos un cálculo de probabilidades más propio de la teoría matemática, donde sopesaríamos todas las cualidades y perspectivas de futuro de las personas susceptibles de comenzar una relación romántica con nosotros. Y ni siquiera así lograríamos garantías de un final feliz.
Lo cierto es que la intuición es una herramienta muy útil para navegar en nuestro particular mar de relaciones. Tal vez no seamos conscientes de cómo acumula información de cada pequeño movimiento, cambio de entonación o uso de distintas palabras. Pero nos susurra cómo se siente la persona que está delante nuestro. Nos informa de su estado de ánimo de sus necesidades e inquietudes. Cada vez que nos piden consejo, o nos plantean una situación para que demos nuestra opinión, conectamos con la empatía e intuimos lo que puede necesitar esa persona.
Para activar nuestra capacidad intuitiva, tenemos que empezar por despertar nuestra percepción. Escucharnos nos lleva a escuchar más a los demás, y eso nutre cada una de las relaciones que mantenemos. Podemos practicar la atención, dar espacio y cabida a lo que sentimos en vez de catalogarlo y optar por esconderlo. Eso pasa por atrevernos a entrar más en contacto con nuestro cuerpo, prestando más atención a lo que percibimos a través de los sentidos. En este proceso, también resulta útil minimizar los automatismos, rompiendo con las inercias y las rutinas establecidas. Probar un itinerario diferente para ir a casa o al trabajo, o dar espacio en nuestra agenda a actividades nuevas y diferentes es un buen primer paso. Cuando hacemos algo distinto estamos más sensibles, más conectados con lo que sucede a nuestro alrededor. De ahí que una buena forma de cultivar la intuición sea asumir riesgos y salir de nuestra zona de comodidad.
Vivir desde la intuición puede dar miedo, porque estamos muy apegados a nuestra mente racional y dejarla a un lado nos hace sentir que perdemos el control. Lo que nos dicta nuestro interior no siempre va en la línea de lo que proponen las convenciones sociales. Pero merece la pena darle un voto de confianza. Cada vez que algo en nuestro interior nos dice ‘creo que tengo que hacer esto’, se abre una puerta que nos lleva a una nueva aventura. No en vano, la intuición es un superpoder. No nos transforma en superhéroes, pero nos convierte en protagonistas de nuestra propia vida. Nos ofrece capacidad de influencia, autoconocimiento y comprensión del mundo en el que vivimos. Para potenciarla, antes de tomar una decisión podemos tratar de sentirla además de pensarla. Escuchar a nuestro corazón, a nuestras entrañas, al instinto que habita en nuestro interior. Apostar por la intuición supone un ejercicio de valentía. Ser uno mismo, en los tiempos que corren, no siempre resulta popular. Pero es la única manera de vivir una vida auténtica.

En clave de coaching
  • ¿Qué ganamos cuando le damos la espalda a la intuición?
  • ¿Qué nos aporta vivir desde la rigidez y el control?

  • ¿Cómo cambiarían nuestras relaciones si diéramos más espacio a nuestra intuición?


Libro recomendado

‘The art of intuition’, de Sophie Burnham (Tarcher)

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