La intuición es una poderosa
brújula. Siempre marca la dirección de nuestro norte particular. Consciente o
inconscientemente, guía muchas de nuestras decisiones. Todos la hemos sentido
en algún momento, pero cada persona la vive de manera diferente. Para algunos
habita en las entrañas, y para otros, en el corazón. Es la pulsión
que nos informa de si estamos en el buen camino, sea cual sea nuestro objetivo.
Nos conduce a través de la tormenta, nos ayuda a entendernos mejor y nos ofrece
certezas que pocos datos pueden. Sin embargo, permanece oculta en un halo de
misterio. Así, ¿qué
es la intuición? ¿Dónde se genera? ¿Para qué sirve? Y ¿cómo podemos conectar
con ella?
Según el diccionario, la
intuición es una percepción clara e inmediata de una idea o situación, sin
necesidad de razonamiento lógico. Una especie de relámpago de certeza que no
requiere de pensamiento reflexivo ni análisis minucioso. Si bien no hay
consenso en la comunidad científica sobre dónde se genera exactamente tan
escurridiza cualidad, lo cierto es que resulta útil para nuestra supervivencia.
Aunque no es infalible, nos facilita la toma de decisiones,
especialmente en los momentos más importantes de nuestra vida. Es una llave
capaz de abrir la cerradura de cualquier situación compleja, proponiéndonos una
conducta determinada o una postura concreta. La magia de la intuición reside en
la rapidez de las respuestas que nos ofrece. A diferencia del análisis
racional, que requiere de tiempo, atención y esfuerzo, la intuición nos aporta soluciones
inmediatas desde un marco mucho más amplio y sutil.
Por si fuera poco, nos muestra
que sabemos
más de lo que creemos que sabemos. De ahí la importancia de aprender
a escucharla. Aunque no es garantía de que las cosas salgan como esperamos, nos
promete que nuestras decisiones serán coherentes con la persona que somos, honrando
nuestros valores esenciales. Está íntimamente relacionada con
nuestra voz interior, por lo que cuanto más en contacto estemos con nosotros
mismos, más podremos apreciarla. Para ello, tenemos que aprender a crear
espacios de silencio.
La
sabiduría del cuerpo
“Probamos por medio de
la lógica, pero descubrimos por medio de la intuición”, Henri Poincaré
Por lo general, ante cualquier
situación tendemos a empacharnos de datos que nos dan un escenario, un marco de
probabilidades que nos ofrece una cierta seguridad. Antes de tomar una
decisión, lo que buscamos es la respuesta correcta, el camino que nos llevará
a conseguir lo que nos proponemos. El mejor resultado posible. Y para lograr
acertar, nos basamos en los datos de los que disponemos. Asumimos que a más
información, menos posibilidad de errar en nuestro criterio o nuestras
decisiones. Y no nos suelen faltar fuentes donde nutrirnos. No en vano, vivimos
en la era de la información, enchufados a la red. Pero la ecuación no siempre
nos ofrece el resultado esperado. No todo lo podemos resolver desde un plano
mental.
Según un estudio realizado en
2012 por el Dr. Barnaby Dunn,
especialista del ‘Medical Research
Council’ de Inglaterra, la intuición cuenta con particulares
manifestaciones físicas. El experimento proponía a un grupo de sujetos que
contara con la máxima exactitud posible los latidos de su corazón en distintos
intervalos de tiempo. En los espacios de reposo, el Dr. Dunn les sugería jugar
a un juego para pasar el rato. Dejaba cuatro barajas de cartas encima de la
mesa y les invitaba a ir sacando cartas de las distintas barajas. Quien sacaba
la carta más alta en cada ronda ganaba un premio en metálico. Lo que no sabían
los integrantes del experimento es que las barajas estaban amañadas, dos tenían
más cartas altas que las otras dos. Mientras los sujetos jugaban, un sensor
registraba los cambios en sus latidos. Tras unas pocas rondas, el monitor
mostraba una alteración en el latido del corazón cuando se acercaban a las
barajas ‘malas’. El cuerpo, antes que la mente lo hiciera consciente, detectó la
trampa.
Un equipo de científicos de la
Universidad de Iowa condujo un estudio parecido, esta vez basado en la
transpiración de las palmas de las manos. Encontraron que a los jugadores
comenzaban a sudarles las manos cuando les tocaba sacar una carta de una de las
dos barajas ‘malas’ sobre las 10 cartas, pero no comenzaban a sospechar del
engaño hasta que habían cogido unas 50 cartas. Sus manos húmedas les estaban
avisando mucho antes de que su mente consciente hiciera la conexión.
Lo cierto es que el cuerpo es
una valiosa fuente de información que a menudo obviamos. En demasiadas
ocasiones, especialmente cuando nos enfrentamos a situaciones dolorosas o
incómodas, nos refugiamos en la cabeza. Tratamos de entender lo que sentimos en vez de
permitirnos sentirlo. Cada vez más tendemos a vivir desde la mente,
a interactuar a través de pantallas. Parece que hemos olvidado que la piel es
el vehículo que nos permite experimentar la vida. La intuición es un compendio
de información que recogemos de forma inconsciente y que nos advierte de potenciales peligros y
oportunidades.
Superpoderes
y superhéroes
“Escucha a tu intuición.
Te dirá todo lo que realmente necesitas saber”, Anthony D’Angelou
Cuando conocemos a una persona
por primera vez, nos asalta una sensación particular. Nos gusta o no nos gusta.
Decidimos confiar en ella… o no. A veces, una simple mirada o un gesto
particular del otro nos genera atracción o rechazo. La intuición funciona como
una especie de sexto
sentido. Llegados a este punto, vale la pena apuntar que algunas de
las decisiones que más marcarán nuestra existencia no son racionales. Nuestra
pareja. Nuestros hobbies. Lo que nos hace disfrutar. Tienen un beneficio porque
nos generan placer, alegría, conexión. De no guiarnos por el instinto, para
emparejarnos realizaríamos un cálculo de probabilidades más propio de la teoría
matemática, donde sopesaríamos todas las cualidades y perspectivas de futuro de
las personas susceptibles de comenzar una relación romántica con nosotros. Y ni
siquiera así lograríamos garantías de un final feliz.
Lo cierto es que la intuición
es una herramienta muy útil para navegar en nuestro particular mar de relaciones.
Tal vez no seamos conscientes de cómo acumula información de cada pequeño
movimiento, cambio de entonación o uso de distintas palabras. Pero nos susurra
cómo se siente la persona que está delante nuestro. Nos informa de su estado de
ánimo de sus necesidades e inquietudes. Cada vez que nos piden consejo, o nos
plantean una situación para que demos nuestra opinión, conectamos con la
empatía e intuimos lo que puede necesitar esa persona.
Para activar nuestra capacidad
intuitiva, tenemos que empezar por despertar nuestra percepción. Escucharnos nos
lleva a escuchar más a los demás, y eso nutre cada una de las relaciones que
mantenemos. Podemos practicar la atención, dar espacio y cabida a
lo que sentimos en vez de catalogarlo y optar por esconderlo. Eso pasa por
atrevernos a entrar más en contacto con nuestro cuerpo, prestando más atención
a lo que percibimos a través de los sentidos. En este proceso, también resulta
útil minimizar
los automatismos, rompiendo con las inercias y las rutinas
establecidas. Probar un itinerario diferente para ir a casa o al trabajo, o dar
espacio en nuestra agenda a actividades nuevas y diferentes es un buen primer
paso. Cuando hacemos algo distinto estamos más sensibles, más conectados con lo
que sucede a nuestro alrededor. De ahí que una buena forma de cultivar la intuición sea
asumir riesgos y salir de nuestra zona de comodidad.
Vivir desde la intuición puede
dar miedo, porque estamos muy apegados a nuestra mente racional y dejarla a un
lado nos hace sentir que perdemos el control. Lo que nos dicta nuestro interior
no siempre va en la línea de lo que proponen las convenciones sociales. Pero
merece la pena darle un voto de confianza. Cada vez que algo en nuestro
interior nos dice ‘creo que tengo que hacer esto’,
se abre una puerta que nos lleva a una nueva aventura. No en vano, la intuición
es un superpoder. No nos transforma en superhéroes, pero nos convierte en protagonistas de nuestra
propia vida. Nos ofrece capacidad de influencia, autoconocimiento y
comprensión del mundo en el que vivimos. Para potenciarla, antes de tomar una
decisión podemos tratar de sentirla además de pensarla. Escuchar a nuestro
corazón, a nuestras entrañas, al instinto que habita en nuestro interior.
Apostar por la intuición supone un ejercicio de valentía. Ser uno mismo, en los
tiempos que corren, no siempre resulta popular. Pero es la única manera de vivir una vida
auténtica.
En
clave de coaching
- ¿Qué ganamos cuando le damos la espalda a la intuición?
- ¿Qué nos aporta vivir desde la rigidez y el control?
- ¿Cómo cambiarían nuestras relaciones si diéramos más espacio a nuestra intuición?
Libro
recomendado
‘The art of intuition’, de Sophie Burnham (Tarcher)
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