Rafael Argullol, filósofo, novelista y poeta
Tengo 61 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy un nómada en todos los aspectos, incluido el amor. No tengo hijos. Soy profesor de Humanidades en la Pompeu Fabra. Me considero ilustrado, antibárbaro y antimafioso, esa es mi idea sobre lo político. Creo en dioses transitorios.
Tengo 61 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy un nómada en todos los aspectos, incluido el amor. No tengo hijos. Soy profesor de Humanidades en la Pompeu Fabra. Me considero ilustrado, antibárbaro y antimafioso, esa es mi idea sobre lo político. Creo en dioses transitorios.
UNA LUZ DISTINTA
"El día de la agonía de mi padre me fijé en que mis manos eran igual que las suyas, y esa asociación desencadenó una necesidad de ajuste de cuentas conmigo mismo", así nació Visiones desde el fondo del mar (Acantilado), un libro compuesto de fragmentos de viajes, hondas reflexiones con las que el lector puede dialogar y recuerdos sin nostalgia, en el que el filósofo ha invertido siete años y que ya va por la segunda edición. El conocimiento, dice, es reexplorar las cosas con una luz distinta, y en realidad conocerse a uno mismo es reconciliarse con uno mismo. "Nacemos habiendo olvidado la mitad de la frase y nos pasamos la vida tratando de escribir, o recordar, la segunda mitad".
Hábleme de sus naufragios.
El naufragio es la situación del ser humano. Aspiramos a ser un orden, un cosmos, pero vivimos en la tensión del desorden, del caos.
¿Y cómo lo vive?
He desarrollado una conciencia nómada, es decir, la idea de que la patria no es tanto el lugar donde uno ha nacido, sino lo que uno ha construido a través de lo que va rescatando tras los sucesivos naufragios.
¿Desde cuándo lo sabe?
Cuando yo empezaba a nadar siempre le daba la tabarra a un viejo pescador: "¿Qué hago si me atrapa un remolino?". "Déjate succionar por él, al llegar al fondo él mismo te impulsará hacia fuera". Ese es el principal consejo que he recibido en mi vida.
¿Qué sabe del amor?
El amor es siempre una segunda oportunidad en la que puedes ser más libre que en la primera. No somos un monólogo, siempre somos una polifonía. Me parece un gran error intentar conocerse a uno mismo sólo a través de uno mismo.
Nos conocemos a través de los otros.
Sí. Casi dividiría la humanidad en dos tipos de personas, las que están pendientes de que el mundo les pregunte cómo están y las que le preguntan al mundo cómo está.
¿Qué ha aprendido de la muerte?
Siempre nos acompaña, está aquí mientras hablamos. La muerte forma parte de la vida, pero a menudo estamos muertos en vida, y la palabra que sintetiza la resurrección es ilusión.
¿Qué ha comprendido de la maldad?
Que sólo existe en el corto plazo. ¿Quién se acuerda de la maldad de Gengis Kan?
¿Nos mueven pensamientos o emociones?
Los pensamientos son emociones enfriadas; y las emociones son pensamientos sin domesticar. Lo bueno sería esa unidad emoción-pensamiento, que implicaría algo ideal: la unidad cuerpo y espíritu, que son lo mismo visto desde dos vertientes distintas.
¿Ha conocido a algún hombre feliz?
En un lugar donde se produce el crepúsculo sobre el mar únicamente durante los diez últimos días de enero había siempre un hombre que ante aquella maravilla empezaba a aplaudir y decía "¡bravo!". Para mí, este es el modelo de felicidad.
¿Se puede conquistar la felicidad?
En el momento en que no buscas es cuando se te da el don de la felicidad, y así es con todas las grandes cosas.
¿Qué más ha comprendido?
La importancia del silencio, de la hospitalidad, de la conversación, de mantener un estado de alerta del espíritu, ser un poco felino: lento, lento, para ser el más veloz.
...
Para los griegos la ética, el ethos, era la construcción de tu carácter, y ese fue un descubrimiento fundamental: uno tiene que actuar no según la moral de los demás, sino según el criterio propio. Colectivamente vivimos en una sociedad en la que la gente prefiere mil veces estar en la grada juzgando que estar en la arena actuando.
Hay que estar en la arena.
Sí. A los 16 años hice un descubrimiento esencial: sentí que debía hacer un camino solitario porque no me gusta ni la moral de los fuertes ni la de los débiles, y aún me gustan menos las frecuentes alianzas entre fuertes y débiles. Se necesitan mutuamente.
¿Escoge un bando sin nombre?
Es que el bando más interesante en todos los campos no tiene nombre, incluso desde el punto de vista social, político o de las identidades. En el momento en que tú le pones nombre estas poniendo todos los mecanismos para que se convierta en un engranaje mafioso. Fíjese en el amor.
Mejor no darle nombre.
En cuanto le colocas noviazgo o matrimonio, te estás introduciendo en el mundo de los intereses.
¿Poseer es un error?
Es el error en el que incurrimos en cada momento. Y el menor de ese error son las posesiones materiales, el peor son las morales y espirituales. Creo que una de las grandes dificultades que emanan de la ley de la sangre, que es la ley familiar, es que es un amor que a menudo se manifiesta como posesión.
Poseer es el mantra de hoy.
No solamente se predica la posesión, sino la posesión inmediata. Hemos creado un monstruo, la sociedad, que está muy seguro de sus derechos y completamente ignorante de sus deberes.
Al final resulta que la magia o la alegría están en el mismo atardecer de siempre.
Si tuviéramos aquí la balanza de Osiris, veríamos que cada generación produce el mismo peso de las almas, es decir, el mismo tipo de sensibilidad, de inteligencia, de audacia, de curiosidad y también de estupidez, de muerte en vida... Creo que nuestra época no es mejor ni peor, se trata del mismo amanecer desde posiciones distintas.
Como todos, se habrá preguntado qué sentido tiene el transcurrir.
Reconozcamos que el sentido del sentido de la vida varía mucho según el día e incluso la hora. Pero el sentido de la vida como absoluto mejor no preguntárselo.
¿...?
El sentido de la vida es vivir de manera que el mañana tenga envidia del hoy. Nos vamos construyendo y hay que restituir a la vida lo que te ha dado multiplicado.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada