“La tristeza del alma puede matarte mucho más rápido que una bacteria”. (John.
E. Steinbeck)
“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les
saldrá bien”. (Víctor Hugo)
Llegan, nos contagian sus emociones
negativas y nos dejan sin fuerzas.
Defenderse y protegerse de este tipo de
personas es una obligación.
Parar los pies a los víricos victimistas
no es abandonarles sino invitarles a tomar las riendas.
Seguro que usted se ha visto alguna vez en esa situación en la que
después de mantener una conversación con un amigo se ha sentido desolado, ha
contemplado el mundo con más tristeza y menos entusiasmo que antes de empezar
la conversación, o ha pensado: “Madre mía, a
este amigo no le pasa nada bueno, siempre tiene una queja”. Y en situaciones extremas, ha escuchado el teléfono, ha visto el
nombre de la llamada entrante y ha dejado de atenderlo porque sabe que esa
persona, de alguna manera, le va a complicar la vida: le va a contar un nuevo
problema o seguirá hablando de su monotema, por lo general con temática “desgracia”. La pregunta que uno se plantea siempre después de pasar un rato
con las personas víricas es: “¿Y yo qué
necesidad tengo de estar oyendo esto?”.
¿Quiénes son las personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de
mal humor, de tristeza, de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción
negativa que hasta ese momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un
virus: llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco,
usted recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida.
El origen de la persona vírica puede ser variado: el mal genio, la
envidia, la falta de consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de
tacto. Lo importante es verse con recursos suficientes para protegerse del
contagio. El mundo está lleno de personas víricas de diferentes tipologías,
unas menos dañinas y otras malévolas que dejan memoria y cicatriz.
Víricos pasivos.
En esta categoría incluyo a los victimistas, los que echan la
culpa de todo su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables de lo
malo que les ocurre porque son los demás o las circunstancias los que provocan
su malestar. Si les escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona
por disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan
posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a obtener la atención a
través de la queja y eso es cómodo. Se sienten maltratados por la vida y
abandonados de la suerte. Por supuesto, le hacen sentir mal a quien no les
presta la atención de la que se creen merecedores. Con estas personas sufrirá el
contagio del virus tristeza, frustración y apatía.
Víricos caraduras. Son los que siempre le pedirán favores, pero a la vez no son capaces de estar atentos a
sus necesidades. No mantienen
relaciones bidireccionales en las que entreguen tanto como reciben. Tiran de
otros sin preguntarles si están bien, si necesitan ayuda, si les viene bien
prestársela en ese momento. Son egoístas y egocéntricos, y en el momento en el
que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje
emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan de mí”,
aprovechamiento y resignación.
Víricos criticones.
Viven de vivir la vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es demasiado gris,
aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan todo lo que
les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni que hablen
de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les vaya bien, les
potencia su frustración como personas. No saben competir si no es destruyendo
al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el contagio del virus desesperanza,
vergüenza, incluso culpa si participa en la
crítica. Y la culpa luego
arrastra al virus del remordimiento.
Víricos con mala idea.
Manténgalos bien lejos. Están resentidos
con la vida, ya sea porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque
la suerte no les ha acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no
esperan nada bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el
mundo le ven una mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si
el mundo les debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza
de voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más.
Con estas personas sufrirá el contagio del
virus indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad.
Víricos psicópatas.
Para los que no lo sepan, no hace falta ser asesino en serie para
ser un psicópata. El psicópata es aquel que infringe dolor a
los demás sin sentir la menor culpabilidad, remordimiento y sin pasarlo mal. De estos hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan
al respeto a propósito, pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo,
menospreciado, y se cargan la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque
el que lo hace una vez, repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará
pensando que ese es el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio
del virus miedo y
odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.
Mecanismos de defensa.
Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo primero que
hay que hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a tomar decisiones y
solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que ahogan sus penas
sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la atención con sus
desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar porque optan por
el camino fácil: llorar.
Dígale que estará encantado de ayudarle siempre y cuando se
movilice. Y si no lo hace, decida alejarse de alguien que ha tomado la decisión
de ser un parásito toda la vida. No lo está abandonando, le está dando aliento
para que actúe. Si decide no tomar las riendas de su vida, ser su paño de
lágrimas, tampoco será una ayuda. Se gasta la misma
energía quejándose que buscando soluciones. La primera opción consume y resta,
y la segunda suma.
Ante el virus de
pedir, el antivirus de decir no. Si usted no hace
prevalecer sus necesidades y prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es
ser solidario y otra muy distinta estar a disposición de todos y no estar nunca
para uno mismo.
No permita que la persona vírica
criticona haga juicios de
otras personas que no estén presentes. Si lo hace con otros, también lo hará
cuando usted no esté presente. No entre en su juego ni se identifique con esa
conducta. Dígale que no le gusta hablar de personas que no están presentes. Y
si se trata de rumores, dígale que no tiene la certeza de que el rumor sea
cierto. Los rumores, la mayoría de las veces, son infundados, falsos o
exagerados. Se propagan como el viento, y a pesar de que luego se compruebe que
son falsos, el daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo hicieran, con
respeto, discreción y veracidad. Es más importante
ser ético que evitar un conflicto con un criticón.
Y por último, no permita que
nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate ni psicológica ni físicamente. Como personas, todos merecemos un
trato digno. Hágase valer. Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una
segunda oportunidad a quien le ha hecho daño. El que le daña no le quiere;
olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o
sus problemas. Nada,
absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el maltrato físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar,
laboral y entre los amigos.
Rodéese de personas de bien, que le quieran y que se lo
demuestren, que le hagan feliz, con las que salga con las pilas recargadas. Tenemos la obligación de ser felices
y disfrutar. Hay mucha gente
dispuesta a ello. No las deje escapar. Las personas
estamos para ayudarnos, somos un equipo.
Gracias, es un buen artículo; conozco a varias personas así y a alguna he tenido que dejarla, pero cuando se trata de familia es realmente difícil, porque esas personas no son conscientes de su problema aunque se lo expliques.
ResponEliminaMuchas gracias por explicarlo tan bien. Un saludo.