Un gran sabio sufí dedicó largos años a meditar sobre la vida. Para compartir su conocimiento, realizó un dibujo en una hoja de papel y se lo mostró a sus discípulos.
Los seguidores del sabio sufí se quedaron tan impresionados con la belleza del trabajo que mandaron grabar el dibujo en una placa de bronce. Muy pronto se difundió la noticia y comenzaron a llegar peregrinos de todo el mundo con el objetivo de descifrar todos y cada uno de los trazos del dibujo. En pocos años, las personas empezaron a adorar la placa de bronce, como si fuese sagrada.
— ¡El dibujo era apenas una explicación, no un objeto de culto! –dijo el sabio, decepcionado.
Inmediatamente ordenó fundir la placa y transformarla en un caldero.
— Por lo menos, así el bronce permanece bello y no pierde su significado.
Paulo Coelho
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