Cómo educar bien a los hijos es una
preocupación frecuente entre los padres. Saber qué hacer en cada situación y
cómo afrontar cada conflicto no es fácil ni hay recetas mágicas. Sí puede
resultar más sencillo saber qué no hacer, cuáles son los errores básicos que
evitar
La educación de los hijos
provoca muchas inseguridades y no pocas angustias a muchos padres. ¿Lo estaré
haciendo bien? ¿Debería haberle castigado?
¿Me habré pasado de duro? ¿Seré demasiado blando? ¿Cómo logro que me obedezca? Psicólogos y pedagogos explican
que quizá
restaría presión a los progenitores modificar sus expectativas: en lugar de aspirar a hacerlo todo bien, plantearse no hacerlo mal y, sobre
todo, evitar los errores más
dañinos a la hora de educar. Con la ayuda de Javier Urra –pedagogo, doctor en Psicología y Enfermería, y durante
años Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid–, de Victòria Gómez –orientadora familiar y vocal del Col·legi de
Pedagogs de Catalunya–, y de Julio
Fernández Díez –psicólogo escolar, catedrático de orientación educativa y
autor de Errores en la educación de los hijos (Pirámide)– hemos identificado
los 12 errores
que se consideran más comunes y
perjudiciales a la hora de educar a los hijos. Son estos:
1. Disparidad entre los padres La falta
de unidad de criterio entre las figuras de autoridad es uno de los grandes
lastres para educar. De entrada, porque si el niño recibe mensajes contradictorios, si sus progenitores
se desautorizan entre ellos, no sabe a quién hacer caso y se siente perdido, sin referencias claras. Y porque a
medida que crecen aprenden a utilizar esas discrepancias o diferencias de
criterio para hacer lo que quieren. “Siempre es
mejor equivocarse juntos que acertar por separado”, resume Victòria Gómez, para quien frases tan populares como “pregúntaselo a tu padre” o “lo que diga tu madre” son un error. “Cuando piden algo y no se tiene un criterio claro o único, lo mejor es
decirles ‘ya lo hablaremos y te daremos la respuesta’, para que vean que la
familia es un bloque”, apunta.
2. Sobreproteger Aseguran los educadores que éste es
uno de los errores más frecuentes en la sociedad actual. Los padres asumen
muchas tareas de los hijos, estudian con ellos, les disculpan ante el profesor,
intervienen antes de verles sufrir las consecuencias de una mala decisión, les
dicen constantemente lo que han de hacer, organizan toda la vida familiar a su
alrededor, les evitan disgustos…
“Esta sobreprotección resulta muy
perniciosa porque hace ciudadanos dependientes y
a veces muy tiránicos, porque crecen pensando que el mundo gira a su alrededor,
que son los reyes de la casa, no uno más de la familia”, advierte Javier Urra. La sobreprotección provoca personas inseguras, incapaces de tomar
decisiones y de enfrentar las dificultades y contratiempos diarios, que no
saben asumir las consecuencias de sus actos y con problemas de autoestima.
Julio Fernández asegura que la sobreprotección es un error clásico a la hora de
educar porque estamos preparados genéticamente para proteger la prole, como
hacen otros animales con sus crías. “La infancia en la especie humana es muy larga, y para criar a un niño
durante tantos años en medio de la sabana había que sobreproteger mucho; pero
esa sobreprotección comenzó a resultar excesiva cuando la vida cotidiana se
hizo menos peligrosa, y de ello dan cuenta historias como la de la Bella
Durmiente o la del Príncipe Siddharta; lo que ha cambiado es que esa obsesión
de los padres por salvaguardar a su hijo de todo mal que se atribuía y
criticaba a príncipes y personajes de alta alcurnia hoy se ha generalizado a
toda la población, y de ahí el actual síndrome del emperador”, explica.
3. Transmitir desprecio Frases
como “ya sabía que
lo ibas a romper”, “eres idiota”, “pareces tonto”, “no vales para nada”,
“siempre me defraudas” o “no sé para que te he tenido” resultan muy dañinas para
los hijos. Gómez enfatiza que no hay que faltar al respeto a los hijos ni ponerse a
su altura cuando se enfadan: “Los padres no deben perder los
papeles, han de controlar su actitud por mucho que el hijo les provoque;
hay que estar por encima de ellos y no comportarse como un crío o como un
adolescente, y perdonar con facilidad, no entrar en guerras del tipo ‘como él
no me habla yo tampoco’”.
4. Falta de continuidad Los
expertos advierten que un fallo habitual de los padres es dejarse llevar por su
estado de ánimo a la
hora de educar, de modo que permiten o no determinadas conductas en función de
que estén más o menos cansados, contentos o enfadados. “Hay que tener conciencia de que estamos educando siempre, no en momentos
concretos”, señala Gómez. Julio Fernández subraya que,
ante los hijos, los padres son la autoridad, de forma que no deberían
comportarse de forma arbitraria sino ecuánime
y racional.
5. Castigar mal Poner sanciones desproporcionadas o sin
lógica, imponer castigos imposibles, hacer promesas inalcanzables o que no se cumplen son errores muy
habituales y muy nocivos a la hora de educar. Si los castigos no se aplican por
imposibles o por dejadez, los padres pierden autoridad y transmiten la idea de
que sus normas pueden quebrantarse fácilmente. “Es mejor ser moderado en el castigo y llevarlo
a la práctica, y en lugar de castigar al adolescente sin salir todo un mes o
exigirle que estudie cinco horas diarias, limitarle a una hora la conexión a
las redes sociales o a la videoconsola”, ejemplifica
Fernández.
6. Prometer y no cumplir Los
educadores también alertan contra las promesas o premios inalcanzables, que
además de decepcionar acaban
desincentivando. “A veces prometemos comprarles el móvil o la bici si sacan buenas notas, y
esa es una condición muy
ambigua, de modo que quizá el chaval se esfuerza pero al final le decimos que
no, que los notables no cuentan, que se esperaban de él sobresalientes, o que
aunque sus notas son buenas no tendrá el premio porque se ha portado mal con su
hermano, y el niño se frustra y deja de trabajar”, explica Julio Fernández. Y añade que en muchos casos se amplía aún más el
error cuando luego, en un momento de arrepentimiento, esos mismos padres (o los
abuelos), le acaban comprando el móvil o la bici sin haber conseguido el reto
propuesto.
7. Comparar entre hermanos Todos los
padres saben que cada hijo es diferente. Sin embargo, a la hora de educarlos no
siempre los tratan de forma diferente. Lo habitual es lo contrario, que se
esfuercen en tratarlos por igual y que, a menudo, los comparen. Pero,
advierten los expertos, cada hijo requiere una educación distinta, un trato individualizado y que le dediquen
un tiempo a solas, entre otras razones para poder
conocerle y saber cómo hay que tratarle. “Las
comparaciones continuadas entre hermanos suscitan celos, envidias y dañan”, alerta Javier Urra.
8. No poner límites Los
expertos explican que muchas veces los padres no tienen un proyecto claro de
cómo van a educar a sus hijos, cuáles son las normas mínimas que van a exigir, y van improvisando, de modo
que no siempre son coherentes en sus criterios. “Mientras
son pequeños trampeamos los problemas que van planteando, y en la adolescencia
se pierde el control, se les quiere poner normas, y entonces ya es tarde”, comenta Victòria Gómez. Julio Fernández subraya que muchos padres
priorizan la paz familiar por encima de todo y eluden su obligación de poner
límites porque eso lleva en ocasiones al conflicto.
9. Ser amigos de los hijos Los
psicólogos advierten que los padres son la figura de autoridad para el hijo y es un error
tratar de ser amigos suyos en lugar de ejercer de padres. También desestiman los estilos educativos muy permisivos o aquellos que lo
negocian todo. “El estilo democrático está bien para algunas cosas, como para decidir
dónde se va de vacaciones, pero se ha magnificado y hay cosas que no se negocian, como el horario de
estudio, el ir con cinturón en el coche o comportarse bien el supermercado, ahí
ha de ser el padre el que ejerza la autoridad”, reflexiona Fernández. En su opinión, este tipo de errores se han
extendido de la mano de lo que denomina “leyendas urbanas sobre educación”, informaciones del ámbito de la psicología que en un momento dado tuvieron
vigencia y luego se demostró que no son ciertas pero continúan en la imaginación
colectiva, como que no hay que castigar para no traumatizar, que hay que
potenciar al máximo la autoestima o que Einstein era mal alumno a pesar de su
inteligencia, ejemplifica.
10. Malos ejemplos “Los padres
no pueden pedir al hijo que se controle o que no pegue si lo que le transmiten
es que de vez en cuando a ellos ‘se les cruzan los cables’, insultan al del
coche de al lado, o están siempre criticando; tampoco pueden exigirle que
termine lo que empieza o que cumpla las normas si ellos no lo hacen”, dicen los expertos. La incongruencia
entre lo que se dice y se hace “resulta muy negativa, quita fuerza moral y deslegitima”, apunta Urra.
11. Negatividad El que fuera Defensor del Menor de
Madrid cree que es un grave error no transmitir a los hijos ilusiones, dilemas
vitales y amplitud de miras. Advierte que cuando los padres son muy depresivos o negativos y los
hijos crecen oyendo todo el día críticas sobre los demás y escuchando que no
hay que fiarse de nadie, que los otros son dañinos, “eso
repercute en su carácter, que acaba siendo despótico, lastimero, paranoico u ofensivo”.
12. Hacerlos mayores antes de tiempo Un error
muy actual de los padres es acortar la
infancia de sus hijos, hacerles mayores antes de tiempo. “Se detecta
en la forma de vestirlos, en dejarles ponerse un piercing o adoptar
comportamientos de adulto desde muy pequeños, en encontrar divertido y alentar
que tengan novias o novios, en permitir que con 14 años tengan horarios de
fiesta intempestivos…”, indica
Fernández. Y subraya que el contrasentido es
que a ese mismo chaval al que se deja salir de noche, se le prepara el desayuno
y se le tramita la matrícula del instituto. “Por un lado
les hacemos muy mayores, y por otro no les dejamos crecer, no les damos responsabilidades propias de su
edad”, concluye.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada