Autor: “Gregory
House” (Serie TV)
Dicen que un hombre convirtió en dos años un terreno pedregoso en
un jardín lleno de flores, que se hizo famoso en la comarca. Un día un santo
varón pasó por el jardín y para que el jardinero no olvidara quién era el
Creador Supremo de la obra, le dijo:
- Jardinero, este jardín tan hermoso es una verdadera bendición
que Dios te ha dado.
El jardinero comprendió el mensaje y le respondió:
-Tienes razón santo varón. Si no fuese por el sol y por la lluvia,
por la tierra y el milagro de las semillas y por las estaciones del año, no
tendría ningún jardín; pero deberías haber visto cómo estaba este lugar hace
dos años ¡cuándo Dios lo tenía sólo para sí mismo!
La moraleja es bastante simple: el trabajo y el esfuerzo
continuados son los que permiten lograr la transformación.
¿Cuántas veces hemos pensado que nos merecemos tener un mejor
trabajo, unas relaciones personales más satisfactorias o una vida emocional más
intensa o equilibrada? Resulta obvio señalar que para conseguir algo, en mayor o
menor medida, es necesaria la aplicación de un esfuerzo. Que lo que nos
proponemos en la vida no llega a nosotros así porque sí y que no podemos
sentarnos y pretender que se cumplan nuestros sueños, sin poner un mínimo afán
en lograrlos. Pero claro, lo que en principio no parece complejo, se torna
imposible para algunos cuando incorporamos a la aventura el concepto "sacrificio".
¿Por qué es tan difícil tener espíritu de sacrificio? Quizá porque estamos acostumbrados a
dosificar nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que
suficiente. Dicho de otra manera: debemos luchar permanentemente contra el egoísmo, la pereza y la
comodidad.
Por otra parte, debemos reivindicar el sacrificio como un valor
capital para progresar en la vida en razón a la fuerza que imprime a nuestro
carácter. Compromiso,
perseverancia, optimismo, superación y servicio, son algunos de los valores que se
perfeccionan a un mismo tiempo cuando nos sacrificamos en torno a una causa o
proyecto. Por eso, el sacrificio no
es un valor que implique necesariamente sufrimiento y castigo, como se suele
interpretar, sino también una fuente de crecimiento personal.
Todos somos capaces de realizar un esfuerzo superior puntual
dependiendo de nuestros intereses. La cuestión es que no debemos movernos solo por intereses
pasajeros, debemos ser constantes en nuestra actitud. El esfuerzo ha de ser continuado, pero a la vez equilibrado para
evitar saturaciones. Es decir, saber dejar un tiempo a nuestras aficiones
y no descuidar nuestras principales obligaciones personales en aras de un
propósito que lo acapare todo.
En definitiva: aquello que vale la pena, comporta sacrificio y la
búsqueda permanente de caminos fáciles para todo, es un gran error: el valor real de un resultado está
estrechamente vinculado al esfuerzo desarrollado para obtenerlo.
Reflexión final: “Lo que hagas sin
esfuerzo y con presteza, durar no puede ni tener belleza.”(Plutarco)
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