No tengo ni
idea de golf. Igual que no tengo ni idea de fútbol ni de tenis. Me siento un
bicho raro porque hoy en día casi todo el mundo entiende de todo, especialmente
de política y de fútbol. Sobre fútbol yo solo sé que Pep Guardiola es un gran
entrenador y una buena persona, y que de mis amigos expertos en fútbol no había
ni uno que diese un duro por él cuando empezó como entrenador blaugrana. ”Però es un un buen chico”, añadían. El
caso es que no sé nada de golf ni de fútbol ni de tenis, pero si de las
lecciones de vida que nos enseñan estos deportes. Lo sé gracias a psicólogos
que trabajan con deportistas de alto rendimiento.
Ya he hablado
aquí de las cosas que he aprendido de Pep
Marí, jefe del departamento de Psicología del Centre d’Alt Rendiment
Esportiu de Sant Cugat. Por lo que se refiere al golf, mi maestra es la
psicóloga Ivonne Anzola, terapeuta
psicocorporal especilizada en rendimiento deportivo. Ella, gracias a la
práctica del golf, aprendió -y me enseñó- que "nuestras
capacidades son fundamentalmente buenas. Este entendimiento nos permite llegar
a ver los tiros malos como algo temporal, transitorio”, afirma.
O sea: si nos
obsesionamos con los tiros malos, solo lograremos más tiros malos. Según
Anzola, la confianza incondicional que deseamos descubrir a través de la
práctica del golf se hace palpable cuando dejamos de buscar la perfección.
Entonces, estamos libres de tensión y ecuánimes ante cualquier resultado.
Nuestra integridad no se ve afectada; al contrario, se fortalece.
Como dice el
profesor de tenis Jerry Alleyne, una tensión excesiva nos impide el logro
de un desempeño óptimo. Y la velocidad de la pelota no tiene tanto
que ver con la fuerza que le imprimamos. De Alleyde, por cierto, siempre me ha
gustado que relativice los resultados. Según él, tener como meta la victoria
proporciona un foco de atención, pero preocuparnos por el resultado solo genera
tensión y distracción.
De Ivonne
Anzola también aprendí que la práctica de la visualización en detalle es muy
poderosa en el golf. “Y cree – sostiene- que la visualización es aún más
potente si le añadimos el recuerdo de un buen tiro. Recordar esa sensación de
haber hecho el swing sin esfuerzo. Nuestros músculos se acordarán. Nuestro
estado mental y nuestra respiración cambiarán”.
Y por último,
la lección, a mi modo de ver, más importante. Aplicable a casi todo: “Si dudas, fallas”. La duda, está claro,
es sinónimo de inteligencia. Solo los tontos no dudan, o los dictadores, o los
jefes inseguros y con baja autoestima. Pero cuando se trata de acertar el tiro
o el golpe, en los momentos clave de la vida, si dudas, fallas. Lo dice el
maestro colombiano Sesha, experto y divulgador de Vedanta Advaita: la duda nos
consume mucha energía, y no sirve para casi nada, o nada. En lugar de dudar, nos podemos decir:
puedo, o no puedo. O bien: ahora es el momento, o aún no es el momento.
Las personas
que se pasan el día dudando, se pasan el día equivocándose. Porque la duda
probablemente les bloqueará, y si no, tampoco provocará una acción más
inteligente.
Los buenos golpes, en el golf y en la vida, nacen de la práctica y, sobre todo,
de la intuición. Casi nunca de la razón, tan sobrevalorada.
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