Tengo 50
años. Nací en Nueva Jersey (EE.UU.), conocida por
nuestro feo acento. Soy profesor de Psicología y Educación en la
Universidad de Yale y he escrito 25 libros. Estoy
casado por segunda vez y tengo dos hijos. Voto a los demócratas. Soy judío. Publico en España “La experiencia del
amor” y “La inteligencia exitosa” (Paidós)
HISTORIETAS
Es un tímido
psicólogo desinhibido, ¿por qué? Dos detalles. A media entrevista se va la luz;
cuando vuelve, lo veo rojo como los primeros turistas de temporada. Sin
embargo, su corbata es llamativa: describe un paisaje playero con sombrillas y
bañistas. En sus 25 libros investiga sobre el amor, la inteligencia y la
creatividad. Me aclara que no existe eso llamado amor, sino tantas concepciones
como personas, historias que se han formado en nuestro subconsciente: hay quien
expresa su amor a través de la lucha, hay quien busca princesas y quien
necesita naufragios. Pero es más fácil descubrir un sistema de valores que una
historia personal. Y de lo micro a lo macro: “¿Sabe?, en mi país tenemos problemas para
aceptar la realidad de los otros”
—¿Ganó usted la apuesta?
—Con mis
compañeros, los profesores de la Universidad de Yale, no paro de hacer
apuestas. ¿A cuál se refiere?
—«Si no descubro algo nuevo sobre el amor, me retiro»...
—Cierto, una de
las apuestas más arriesgadas de mi vida. Pero gané, je, je.
—¿Y qué hay de nuevo?
—La teoría
triangular. La idea básica es que todos los tipos de amor son el resultado de
la combinación de tres variables: la intimidad, la pasión y el compromiso.
—Imagino que el amor completo es el que combina los tres conceptos...
—Es lo deseable.
Pero en nuestras investigaciones vemos que es difícil que se combinen las tres
variables. En muchos matrimonios sólo hay compromiso, y eso es fatal. El amor
romántico sólo combina intimidad y pasión, son los amores de adolescencia. Si
sólo hay intimidad y compromiso, es amor de compañeros. Luego está el amor
fatuo, el tonto.
—¿Abunda?
—Por desgracia. Es
el que combina la pasión, que es la atracción física, y el compromiso. Es el
amor de las telenovelas: se conocen, se acuestan y al cabo de tres minutos ya
están haciendo planes de futuro.
—Sin intimidad no se va a ninguna parte.
—Es básica. Amar es
conocer, hay que comunicarse con el otro. Pero ahora la voy a
sorprender. ¿Sabe qué es lo más importante?
—Estar de acuerdo en lo esencial.
—Lo que yo llamo historia de
amor. Desde niños comenzamos a formar nuestra historia de amor a
través de observar a nuestros padres, la televisión, las películas, la
literatura... Todo eso crea un patrón ¡y hay miles! Lo importante es coincidir
en ese patrón.
—¿Son amores paradigmáticos?
—Sí, con su trama
y sus roles. Si, por ejemplo, uno tiene una historia de fantasía y anda
buscando a la gentil princesa y tropieza con la mujer negociante, la que busca
estabilidad, casa e hijos, la relación no funciona. Sin embargo, todos
conocemos matrimonios que llevan toda la vida peleándose y siguen juntos, y eso
es porque han coincidido en su historia de pasión y de guerra.
—¿Pasión y guerra?
—Sí, el mejor modo
de mantener la pasión es teniendo desacuerdos, que haya altos y bajos en la
relación. Pero, claro, ese patrón de expresar el amor a través de la lucha debe
ser válido en el subconsciente de ambos, si no es un infierno. ¿No ha escuchado
nunca las dos versiones de una pareja que se divorcia?
—Sí, suelen ser dos historias diferentes.
—Eso ocurre porque
no existe una realidad objetiva. Lo único real es la propia historia, la del
otro nos parece inaudita. ¿Cuántas veces amamos pero la relación no funciona y no
sabemos por qué? Pues porque las historias no son compatibles.
—¿Cuál es el actual mito del amor?
—El de la pareja
perfecta en la que todo debe ir bien y es resoluble con conversaciones
intelectuales.
—Muy femenino.
—Y muy falso. No
todo se resuelve de forma intelectual, las emociones son importantes, el sentir
más que el pensar. Es un error creer que hay una cosa llamada amor, porque
hay un amor diferente para cada persona. Lo importante es entender
al otro, ver cuál es su historia de amor personal.
—¿Amor inteligente?
—La inteligencia
tiene tres partes: la analítica, la creativa y la práctica. Y la importante en
las relaciones es la práctica, el sentido común para comprender al otro y
aprender a interactuar. Es una vergüenza que en las escuelas se insista tanto
en la inteligencia analítica, porque en el mundo real la única que nos puede
hacer felices es la práctica.
—Usted ya lleva escritos cuatro volúmenes sobre la cuestión de la
inteligencia.
—Me he pasado la
vida investigando y creo que tanto la inteligencia analítica como la creativa y
la práctica deben desarrollarse.
—¿Como un músculo?
—Sí, hay que
ejercitarla. Si lees periódicos o libros interesantes, si piensas, la
desarrollas. Hemos descubierto que si se usa la inteligencia el riesgo de
alzheimer es menor.
—¿En qué consiste la inteligencia creativa?
—Mi teoría es la
de la impresión. El creativo impresiona a los otros, sus ideas son desafiantes,
siempre se están cuestionando lo que los demás aceptan de forma natural. Los
creativos son los que se arriesgan por sus ideas.
—Agotador.
—Un creativo
necesita perseverancia para superar los obstáculos, y no cabezonería. Pero yo
lo que más admiro es la sabiduría, que para mí no es más que el equilibrio.
—¿Cuál ha sido el mayor error de su vida?
—De joven tocaba
el chelo, era el primer chelista del instituto. Pero cuando llegué a la
universidad dejé de ser el mejor y abandoné. Fue un error del que he aprendido:
no hay que
ser el mejor, sino ser uno mismo. Ahora, 30 años después, he recuperado mi
chelo.
—¿Nunca es demasiado tarde?
—Nunca. Pueden
corregirse los errores del pasado, pero hay que cambiar la perspectiva.
—¿Ha descubierto su historia de amor?
—Con gran
esfuerzo, porque solemos engañarnos mucho a nosotros mismos y a menudo no
tenemos sólo una historia, sino varias jerarquizadas. Pero le diré que mi
historia es la del viaje.
—¿Un viaje en común?
—Sí, y en los
viajes hay lugares hermosos y lugares feos, días buenos y días malos. Cuando en
mi relación no sale el sol, suelo decirme: «Mañana será otro día», como
Scarlett O’Hara.
Es importante ser optimista y flexible, porque el mundo cambia muy rápido.
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