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dimarts, 5 de març del 2013

"Cambiar, a veces, es una medicina". Franco Antonello. La Contra de la Vanguardia.


Franco Antonello, su historia y la de su hijo autista ha conmovido a Italia

Tengo 52 años. Nací y vivo en Castelfranco, en el Véneto.Separado, tengo dos hijos, Alberto(12)y Andrea (18), que es autista y vive conmigo. Edito revistas y dirijo la fundación LosNiños de las Hadas para atender aniños autistas. Creo en las personas,en elamor al prójimo

“Cambiar, a veces, es una medicina”
Para afrontar la extrañeza y a veces la violencia que provoca Andrea cuando se abalanza sobre los desconocidos para abrazarlos, los Antonello le estamparon camisetas que rezaban: “ Si te abrazo, no tengas miedo”. Ese es el título del libro (Seix Barral) que ha escrito Fulvio Ervas con losapuntes del viaje extraordinario que padre e hijo hicieron en moto por EE.UU. y que los ha hecho famosos en toda Italia. Franco ha creado una fundación (I Bambini de-lle Fate) para ayudar a niños con minusvalías y autistas como su hijo y que gestiona como una empresa, un modelo que replicar, fruto de la valentía y del amor de un padre. “Démosles alegría, vida, rock, no los marginemos”

Andrea fue un niño sano hasta los dos años y medio. Tras 15 días de fiebre y gritos le diagnosticaron autismo.

¿Conoce el motivo?
Estoy convencido de que se lo provocó la vacuna triple vírica, seis mil familias italianas me han escrito diciéndome que les sucedió lo mismo, y ya hay farmacéuticas que advierten en los prospectos de algunas vacunas que pueden producir autismo.

¿Cómo encajó el diagnóstico?
Nos lo confirmaron en Siena, yo fui a recoger las pruebas: durante 300 kilómetros llené el coche de gritos y lágrimas.

...
Al principio te sientes culpable porque te avergüenzas, nuestra sociedad no está preparada para relacionarse con estos niños y las cosas extrañas que hacen son señaladas. Te desesperas, luego no te queda otra que arremangarte.

Usted decidió dedicarse a su hijo.
Sí, mi vida cambió: trabajaba por las mañanas y dedicaba las tardes a Andrea y a crear y gestionar la fundación para niños autistas y discapacitados. Fue mi manera de no angustiarme con la pregunta.

¿Qué pregunta?
Cuando yo no esté, ¿qué será de Andrea? Acabará en algún centro empastillado de psicofármacos con alguien que le dará la sopa al mediodía y por la noche; y pronto a la cama esperando que Dios se lo lleve cuanto antes. Es lo que les ocurre a estos niños si no tienen alguien que se ocupe de ellos.

Usted se embarcó en mi largo viaje con Andrea.
Sí, recorrimos EE.UU. en moto y bajamos hacia México hasta llegar a Brasil. Aparentemente era una locura, ya que los niños autistas lo deben tener todo programado: horarios, comidas, medicinas. Pero yo sabía que no existía un libro de instrucciones, así que decidí hacer el mío. Partimos sin saber si estaríamos tres horas, tres días o tres meses.

Fueron tres meses.
Las vacaciones más bellas de mi vida. Andrea no mejoró, pero volvió mucho más orgulloso de sí mismo. No me limité en nada, estuvimos en conciertos, paseamos por calles llenas de gente y Andrea nunca perdió la sonrisa. Cuando se tiene miedo por una situación fea como la enfermedad de un hijo, el instinto es poner el pie en el freno.

No es su caso.
Yo creo que sólo arriesgando se pueden obtener resultados nuevos. Cambiar, a veces, es una medicina.

¿Cómo es Andrea?
Se da cuenta de todo, pero no logran ordenar su cabeza y que se exprese. Yo he intentado entrar en su mundo, imitar sus gestos, saltar sin moverme del sitio, correr de un punto a otro, caminar como él: de puntillas... Cada vez que lo intento siento emociones tan fuertes que se me saltan las lágrimas.

¿Sabe si es feliz?
Ha aprendido a comunicarse a través del ordenador (comunicación facilitada). Yo le hago preguntas y él contesta con mucha dificultad: "Andrea quiere curarse", escribe.

Eso debe de ser doloroso.
Los autistas ven el mundo diferente, pero no sé cómo. Daría mi vida por meterme en su cabeza diez minutos. Desarrollan otra percepción como cualquiera que debe suplir una carencia, y pueden tener cualidades excepcionales que no son descubiertas. Pero si estuviera aquí, se bebería su agua, cambiaría las cosas de sitio, no pararía.

Entiendo.
Va por la vida abrazando a la gente y tocándoles la barriga, dice que así los conoce. Ya ha cumplido 18 años y tiene necesidades sexuales, pero ese es un tema tabú.

¿Cómo lo soluciona?
Sigo mi instinto. Llevo a Andrea conmigo y trato de que viva su sexualidad con naturalidad, aunque para ello deba pagar. Pero cada autista es distinto.

¿Cómo lo lleva su hermano pequeño?
Cuando eres niño tener un hermano loco crea situaciones devastadoras, por eso Alberto vive con su madre y Andrea conmigo, pero nos vemos cada día. A mí en casa me lo ha cambiado todo de sitio; no es fácil.

Habrá probado todo tipo de terapias.
Sí, hemos ido a Francia, Alemania, Suiza, Filipinas, Senegal, Brasil, Estados Unidos, buscando soluciones médicas, alternativas, religiosas, pero nadie sabe qué hacer.

Debe de ser frustrarte.
Te ilusionas y luego te decepcionas. Andrea hizo una dieta durante un año y medio muy dura, una tortura; yo la hice con él. El resultado: peor. En Senegal y en Brasil he acudido a curanderos y mi experiencia es que nada da resultado. Creo que el único punto de referencia hoy son las asociaciones de padres que intercambian conocimientos.

¿Cómo lo vive Andrea?
No llegas a entender si está contento o triste, tiene la misma actitud en una fiesta que en medio del desierto. Jamás me ha dicho nada por propia iniciativa.

Y usted, ¿cómo lo lleva?
Yo sé que esta tarde vamos a correr, luego ducha, cena y a dormir. Y me digo: hazlo lo mejor que puedas en cada momento y ya harás las cuentas al final de la vida.


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