Autor:
Edmund Burke.
"El Efecto
Espectador"
(Bystander en inglés) es bien conocido en la psicología del comportamiento y
sugiere que mientras haya más gente presenciando una situación de emergencia,
menos probable es que alguien en concreto se decida a intervenir. Incluso es
más previsible que se actúe si nos encontramos solos, que si alguien nos
acompaña. El fenómeno es muy peligroso porque puede llevar a la paradoja de que
nadie de entre una muchedumbre, se decida a ayudar a la víctima de un accidente
o de un crimen.
El ejemplo más habitual del que
se sirven en las facultades de psicología para ilustrar este caso, hace
referencia a una mujer llamada Kitty Genovese,
que fue apuñalada hasta la muerte en 1964 por un violador y asesino en serie.
Según contó la prensa de la época, la matanza se produjo en un lapso de tiempo
de al menos media hora. El asesino atacó a Genovese y la apuñaló, abandonó la
escena y volvió unos diez minutos más tarde para acabar consumando el asalto.
Los reportajes periodísticos
informaron de que no menos de 38 testigos estuvieron observando las
puñaladas del agresor sin intervenir y sin llamar a la policía. Esto conmocionó
a la opinión pública y se escribieron numerosos editoriales, que aseguraban que
los Estados Unidos se había convertido en una sociedad fría y sin compasión.
En todo caso, y según un
estudio posterior publicado en la revista American
Psychologist en el año 2007, la historia del asesinato de Genovese fue
exagerada por los medios. En concreto, no había 38 testigos observando y sí que
llamaron a la policía, por lo menos una vez, durante el ataque y, además,
muchas de las personas que oyeron por casualidad la agresión, no podían ver
realmente lo que estaba sucediendo. Por tanto, y según defiende la revista en
el artículo aludido, la historia continúa siendo mal descrita en los libros de
texto de psicología social, porque funciona como una parábola y sirve como
ejemplo perfecto y dramático para los estudiantes. "El Efecto Espectador" también se
conoce como "Síndrome Genovese".
La explicación más común que se
da para explicar el fenómeno, es que en presencia de más testigos los
observadores asumen
que otra persona intervendrá y todos se abstienen de hacerlo. El
grupo hace que se difumine la responsabilidad. La gente podría también
interpretar que quizá haya alguien más preparado para ayudar que ellos, como un
médico o un policía, y plantearse que su intervención resultaría innecesaria.
¿Cómo
se puede contrarrestar "El Efecto Espectador"? De una forma
bastante simple: dirigiéndose a una persona en concreto de entre la multitud,
en lugar de apelar a la petición de ayuda general. Esto colocará toda la
responsabilidad en una persona determinada, en lugar de dejar que se diluya
entre todos.
En la Quinta Avenida de Nueva
York, una mujer llamada Eleanor Bradley
se cayó mientras estaba de compras y se rompió una pierna. Durante al menos 40
minutos pasaron a su lado cientos de personas sin que nadie la ayudara. Algunos
se paraban a observar un instante, para seguir después su camino. Más
recientemente, el mundo se horrorizaba al ver cómo, tras atropellar a una niña
de dos años en China, el responsable seguía su camino sin hacer nada, mientras
la niña quedaba en el suelo gravemente herida y sin que ninguna de las personas
que pasaban a su lado interviniera
después para ayudarla.
Al escuchar historias de este
tenor todos nos preguntamos cómo es esto posible. ¿Qué pasa con esas personas? ¿Son
diferentes a los demás? ¿No tienen sentimientos? Lo cierto, y tal
vez aterrador de conocer, es que todos ellos pueden ser tan normales como
cualquiera de nosotros, pero simplemente no saben cómo reaccionar ante una situación que,
probablemente, les supera y a la que jamás se tuvieron que enfrentar.
Hay
que actuar. Y actuar quiere decir, sencillamente, hacer algo. Algo más que
mirar al otro lado, que pasar de largo, que no hacer nada... Simplemente llamar
a los servicios de emergencia, acercarte y comprobar que la persona está bien o
preguntar a los demás viandantes si se está tomando alguna medida y reclamar
ayuda a los transeúntes, poniendo de manifiesto que la situación es una
emergencia y que se requiere ayuda.
En el otro extremo, y ya para
terminar acabemos por reconciliarnos con el ser humano, también existe la
llamada conducta altruista. Seguro
que conoces a alguna persona que lo da todo por los demás sin pedir nada a
cambio. Admirado por su generosidad o valentía. O al héroe de barrio que puso
en peligro su vida por salvar a otra persona. Somos capaces, ya vemos, de la
más cruel indiferencia, pero también del desprendimiento y la caridad más
absolutos.
"Prestad
auxilio si queréis hallarlo". (Félix María Samaniego)
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