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divendres, 29 de març del 2013

«Estamos perdiendo la autenticidad de las estrechas relaciones». Ferran-Ramon Cortés.

Quim y Javier, compañeros de trabajo, empezaron teniendo diferencias laborales que degeneraron en un enfrentamiento continuo y, finalmente, en una agria discusión. Después de aquello pasaron un par de años sin hablarse, soportando una tensa relación que obviamente les afectaba personal y también profesionalmente. Hasta que un buen día, sin premeditación, solo siguiendo un impulso espontáneo, uno de los dos decidió romper el hielo. «Esta situación es una solemne estupidez. Y nos estamos haciendo daño. ¿Lo dejamos correr?», propuso Quim. Javier, sin pensarlo dos veces, contestó:«Hecho». No perdieron ni un minuto más en discutir lo que les había ocurrido tiempo atrás, entre otras cosas porque ya ni siquiera recordaban el motivo concreto de su disputa. Tomaron una copa, charlaron y, sin más, reiniciaron una convivencia sana y fructífera como adultos civilizados.
Eso que se supone que somos, adultos civilizados, a menudo queda en entredicho por la dificultad de comenzar y mantener relaciones sociales. Y es que «construir relaciones es un arte», afirma Ferrán Ramón-Cortés (Barcelona, 1962), consultor y profesor de comunicación personal.
El autor del libro ‘La química de las relaciones’ (Planeta) sostiene que, en contra del principio fundamental de la energía, «las relaciones sí se crean, también se destruyen e inevitablemente nos transforman». «Se crean –explica– si tenemos la firme determinación de querer crearlas y si hacemos las cosas necesarias para que ello ocurra. Se destruyen si no las cuidamos, si no las mantenemos vivas, y si nuestros comportamientos las ponen en peligro. E inevitablemente nos transforman, pues crecemos como personas y como profesionales en relación con los demás».
A partir de historias ejemplares como la de Quim y Javier, Ramón-Cortés ayuda a reconocer qué comportamientos sirven para construir sólidas relaciones y cuáles las ponen en peligro. Su método de autoayuda consiste en pesar unos y otros en lo que él llama «balanza emocional» para referir que «las relaciones que funcionan son las que mantienen en la balanza un saldo positivo entre ingresos (muestras de reconocimiento, agradecimientos, manifestaciones de cariño...) y reintegros (críticas, conflictos, enfados, incumplimiento de compromisos...)».
El problema radica en que estamos naturalmente inclinados a dar más importancia a lo malo que a lo bueno, un mecanismo cerebral de autodefensa llamado ‘sesgo de negatividad’ cuantificado en un promedio de cinco a uno. «Esto significa que necesitamos cinco halagos para compensar una crítica y recomponer el equilibrio en la balanza». En cambio tendemos al reproche:«Sería recomendable ser siempre explícitos y rápidos en el reconocimiento y cuidadosos en la crítica. Y, por lo general, hacemos justo lo contrario: somos inmediatos e implacables en la crítica y omitimos casi siempre el reconocimiento».
Hay gente que sabe que la mejor manera de tener controlados a los demás es minándoles la moral y la autoestima. Los fracasos nos asustan y reaccionamos cerrándonos en nosotros mismos. El miedo lastra las relaciones haciendo que tomemos muchas prevenciones para no quedar expuestos. En consecuencia, advierte, «estamos perdiendo la autenticidad de las estrechas relaciones que trabábamos en el pueblo o en el barrio». Además, las redes sociales, aunque favorecen el contacto virtual, amenazan con convertirse en sustitutivos de las relaciones reales. «Las redes son una herramienta fantástica, pero en Facebook no puedes darte abrazos».
«Compartir los sentimientos con los demás es un acto de valor», afirma Ramón-Cortés. «Una relación sólida –añade– se basa en ser sincero y al mismo tiempo en no dudar de la sinceridad del otro». Se basa también en la libertad de la misma, en la autenticidad, en la empatía, en interesarse de verdad por los demás, en la pequeña comunicación diaria... «Diálogo antes que discusión. Emociones antes que razones. Hablar más y escuchar mejor. Porque los conflictos rara vez se resuelven solos... Hay que hablar. Hablar mucho y cuanto antes». Son algunos de sus consejos.
Yuno más, muy importante: conocerse y aceptarse a uno mismo para saber convivir con el otro. «Porque el trato que doy a los demás acaba siendo fiel reflejo del trato que me doy a mí mismo. Si soy demasiado exigente conmigo mismo, no me perdono ni una y me censuro lo que hago mal, acabaré haciendo lo mismo con los demás. No puedo perdonar sin perdonarme. No puedo querer sin quererme. No puedo ver lo bueno que hay en los demás si no veo lo bueno que hay en mí».

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