—¿La edad me hace sabio?
—La edad le especializa, es decir: Su cerebro
se especializa con los años. El cerebro no es como el corazón o los riñones,
que una vez somos adultos ya no cambian de forma; el cerebro, al contrario, está
transformándose a sí mismo continuamente durante toda la vida.
—¿En qué sentido?
—Cada nuevo dato que introducimos en nuestro cerebro lo
modifica: Le obliga a reestructurarse. Por ejemplo, al acabar de leer esto, su
mente será otra. El cerebro de quien nos lea y el suyo y el mío habrán
cambiado.
—Eso nos haría más sabios con la edad.
—Lo que sucede es que cuando eres niño tu
cerebro aún tiene poca información almacenada y por eso puede aprender, es
decir, reestructurarse, sin tener que manejar gran cantidad de datos. Al
hacerte mayor, cada vez almacenas más datos y cuesta más reestructurarlos. Por
eso es tan fácil aprender de niño y por eso, a medida que creces, cuesta más.
—¿La edad no da ninguna ventaja?
—Te vuelve un buen especialista. Con los años,
empiezas a seleccionar los contenidos que aprehendes y sientas prioridades: Aceptas
unos contenidos y rechazas otros. Te vuelves más selectivo y jerárquico con lo
que quieres aprender. Y te cuesta más esfuerzo y más repeticiones interiorizar
cosas nuevas.
—Perro viejo no aprende trucos nuevos.
—Porque el perro viejo ya es especialista en
ser perro y no juega como un cachorro. Madurar es elegir. El cerebro se adapta así a
tus nuevas necesidades: Ya sabe lo que tú necesitas para prosperar en un
entorno y te lo sirve. Hemos demostrado, por ejemplo, que el cerebro de los
taxistas de Londres, tras diez años de oficio, tiene más desarrollada el área
neuronal donde concebimos los mapas.
—Los periodistas serán siempre inmaduros.
-Bueno, piense que no especializarse también
es un buen modo de mantenerse joven.
—¿Cómo ha descubierto todo eso?
—Estudiando trastornos neurológicos. En
cierto modo, todos nosotros somos ciegos.
—¿No podemos ver?
—En realidad, vemos a través del cerebro, no
de los ojos. Sólo podemos ver las imágenes que nos sirve el cerebro, que
procesa realidad: Imágenes mentales. Así que no vemos la realidad, sino el modelo que de
ella crea nuestro cerebro.
—Déme ejemplos.
—He estudiado muchos enfermos mentales con
trastornos de desplazamiento. Es decir, verían esta silla, porque sus ojos
están sanos, y tratarían de cogerla en su imagen mental, pero en la realidad
fallan porque su brazo está en otro sitio. Algún accidente ocasionó un
cortocircuito que estropeó su capacidad de crear modelos de la realidad. No son
ciegos, pero como si lo fueran.
—¿El cerebro ordena como un jefe?
—El cerebro no da órdenes a las extremidades
como se creía. Tampoco procesa la información como un ordenador de código
binario dictando: «Ahora actúe-ahora no actúe».
—¿Qué hace entonces?
—Crea modelos del mundo, auténticas películas de la
realidad, que va modificando conforme le llegan nuevos datos.
Después nos permite actuar de acuerdo con esos modelos.
—¿Cómo conforma estos modelos?
—Combinando modelos simples hasta hacerlos
más complejos. Por ejemplo, para crear el modelo de sillón, utiliza el de
silla.
—Por eso los robots resultan tan torpes.
—No saben crear modelos. Lo que es más fácil
para nosotros es lo más difícil para un robot y al revés. Los demás animales
también crean sus propios modelos de la realidad, pero adaptados a sus
necesidades. Un topo no necesita ver con la misma nitidez que usted, así que
sus neuronas se han especializado en oler, porque sus modelos neurológicos de
la realidad no requieren color, pero sí olor para adaptarse a sus túneles en el
subsuelo.
—Vemos lo que creemos ver.
—Y por eso cambia continuamente nuestra percepción de lo
real. Pero con los años nuestro cerebro se hace más rígido: Solidifica
perspectivas y va limitando su creatividad. A cambio de perder creatividad, te permite sentirte más
seguro. Te vuelves conservador. De joven, es más fácil cambiar de
opinión.
—O llevarla hasta un extremo radical.
—El joven experimenta con bandazos. El humano
más adaptado y maduro no cree con rigidez en nada. Mantiene la mente abierta y
flexible y eso le permite la adaptación continua. Es el científico capaz de
negar hoy lo que dijo ayer porque cede su propia seguridad y ego por la verdad,
por el puro dato. Así puede explicar la realidad y, si es muy sincero
consigo mismo, incluso anticiparse.
—¿Es suficiente negarse para acertar?
—Imprescindible. Todo está conectado en el
cerebro porque lo está en la realidad. Nadie puede dirigir nada con eficacia
siempre. La realidad se estructura, como en Internet, en redes sin centro. Sólo
es eficaz la organización que mimetiza esa estructura reticular cerebral de
jerarquía cambiante sin centralizar la información ni jerarquizarla.
—Pero alguien tiene que mandar.
—Debe mandar en cada momento el que tiene más información
valiosa para responder al reto del entorno. Así lo hace el cerebro,
que cambia de neuronas jefe a cada instante. Cuanto más rápido compartes tu
nueva información, más rápido recibes otra.
—Valiosa lección.
—Cuando descubres algo, tu primer impulso es
guardártelo para que nadie te copie. Ese impulso paraliza tu creatividad. En
cambio, si
lo compartes enseguida, rápidamente concibes una nueva idea. El
científico más generoso siempre tiene nuevas ideas.
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