El terapeuta
Joan Garriga publica 'La llave de la buena vida', un relato sobre cómo afrontar
pérdidas y ganancias y el legado que dejamos a nuestros hijos
Un padre y una
madre cuyo hijo va a cumplir dieciocho años deciden hacerle un regalo especial:
una llave de la vida con tres dientes que sirva para abrir todas las puertas
que se encuentre durante su camino. Con este relato empieza Joan Garriga su
nuevo proyecto literario, La llave de la
buena vida, un libro a caballo entre la observación terapéutica y la
reflexión espiritual que se centra en qué recursos tenemos para manejar tanto lo que la vida
nos da como lo que nos quita. El terapeuta expresa que todos tenemos
tres recursos esenciales para avanzar adecuadamente en nuestro viaje
existencia: la
verdad, la valentía y la conciencia. Tres resortes que conducen al
crecimiento y a la felicidad personal, pero que también están asociados a
grandes desaciertos que, según Garriga, deben evitarse: la falsedad, la cobardía y la
inconsciencia. El libro es argumentado en todo momento en base a una
de las sentencias más conocidas de San Agustín: “La
felicidad consiste en tomar con alegría lo que la vida nos da y en soltar con
la misma alegría lo que la vida nos quita”.
-Cada uno de nosotros tiene una
percepción distinta de lo que es la buena vida. ¿Hay una idea unificadora?
-La buena vida
es, en realidad, una reflexión filosófica muy arcaica ligada a los estoicos
sobre en qué consiste el buen vivir. Si acudimos a la superficie de las cosas
hay gente que dirá aquello que decía Groucho Marx: “La buena vida significa ser feliz, y ser
feliz se compone de pequeñas cosas como una pequeña mansión, un pequeño yate,
etc”. Es cierto que a este nivel más superficial habrá quien diga
que la buena vida es tener dinero, buena salud, etc. No se equivocan, está
claro que uno vive mucho mejor si tiene salud, un buen trabajo, una buena red
afectiva, etc. Pero esta es sólo una parte de la vida.
-Hábleme de las otras.
-Hay una parte
muy interesante que es la que va unos centímetros más allá de la superficie de
la piel. Allí dentro es donde nos tocan las cosas que son plenamente relevantes
en el viaje de una vida. Si preguntas, verás que hay mucha gente que te dirá
que lo que más feliz le ha hecho es poder dar vida a un hijo y ayudarlo a
crecer, por ejemplo. Otros dirán que tienen una buena vida porque tienen una
buena pareja. Aún así, la gente se tiene que enfrentar a enfermedades de sus
hijos, a perder una pareja, etc. Es decir, la vida es una danza de expansión y retracción,
de ganancias y pérdidas.
-¿Estas ganancias y pérdidas
son construcciones de nuestra mente, o son reales?
-Son reales;
lo que sucede es que nuestra mente interpretará un determinado hecho como
ganancia o como pérdida. Desde una visión más terapéutica puedo asegurar que en
el trasfondo de muchas problemáticas hay pérdidas que no se han asimilado.
-Interpreto que las pérdidas
son mucho más complejas de asimilar que las cosas buenas que nos pasan…
-Perder un
hijo, una pareja, un trabajo, unos padres, la salud o una identidad vieja son
procesos muy difíciles, y es aquí cuando se ponen en marcha una serie de
engranajes emocionales para hacerlo posible y, aún así, hay mucha gente que no
se rehace de una pérdida. Son personas que viven más conectadas a la pérdida que a
la vida. También es cierto que hay gente que se pierde a sí misma en
las ganancias: personas que se identifican más con sus éxitos, con sus roles,
con el tener más que con el ser, con el parecer más que con el ser. Esta gente
también corre el riesgo de perder la conexión con su esencia más genuina y estar
demasiado identificada con los roles que le toca representar.
-¿Cuál de los dos extremos nos
puede acabar fortaleciendo más como personas?
-Las dos cosas
forman parte del juego de la vida y nos visitan, inevitablemente, en algún
momento de nuestra existencia; aunque, es cierto que, sin ganancias o sin
expansión, la vida se pondría muy pobre, por lo que ambos aspectos son
necesarios para el crecimiento. Es como
la educación de los padres que requiere de dos brazos: uno para dar y otro para
poner límites. La vida requiere de los dos movimientos: el relacionado con el crecimiento, la expansión, la consecución y
los éxitos, pero también el que tiene que ver con las pérdidas que todos vamos
a tener.
-¿No aceptar el dolor de una
pérdida es lo que nos produce un sufrimiento más grande?
-Dolor y
sufrimiento son dos cosas distintas. El dolor es una emoción que acaba significando
un vehículo necesario para poder afrontar determinadas situaciones de la vida
que hacen daño; el
dolor es una respuesta biológica. Cuando nos abrimos a él cuesta
mucho porque no es algo agradable, pero dura un tiempo limitado. Algo distinto
son las posiciones
de sufrimiento que significan la negativa a querer aceptar el dolor.
Una posición de sufrimiento claro es el victimismo, el resentimiento o la
venganza.
-Hay quién cree que el
sufrimiento la da ciertos derechos a la vida…
-La persona
que se ha instalado en el victimismo cree que tiene derechos: a que la cuiden,
a que la satisfagan, a que la compensen, etc. El sufrimiento no genera derechos, su única
función es hacer sufrir a los demás, y la única salida es salir de
este proceso.
-¿Cómo tenemos que abrirnos al
dolor?
-Lo primero
que tenemos que hacer es aceptarlo. Tras una ruptura sentimental
sentimos muchas cosas, como culpa, rabia, enfado, pero, sobre todo, dolor. Si nos abrimos
a estas emociones completaremos el proceso, si nos defendemos de ellas
acabaremos tomando posiciones anti vida. Aceptar las emociones que
surgen de un proceso de luto o de pérdida es lo que nos mantiene conectados con
la vida.
-¿En qué momento los padres
tienen que empezar a hablarles a sus hijos de todo lo que comporta la vida, con
ganancias y pérdidas incluidas?
-En el libro,
la llave simboliza cómo han vivido y viven los padres. Al final, los hijos
aprenden cómo los padres viven sus pérdidas y sus momentos gloriosos.
Si el hijo ve que el padre o la madre están más identificados con el personaje
de ser el presidente de una empresa, y no tienen demasiada humanidad ni
presencia, aprenderá que uno se pierde en las ganancias o que se identifica con
esta imagen. Si se produce la muerte de un abuelo o abuela, y en la familia se
hace un proceso de luto, el hijo se identificará pronto con la naturalidad de
las pérdidas y de las vivencias emocionales que comporta. Si pasa algo
desgraciado y en casa se comportan como si no hubiera pasado nunca nada y no se
habla, ese
proceso será mucho más complejo.
-Los padres tienden a proteger
a sus hijos de las pérdidas y de los hechos desgraciados. Supongo que es un
instinto natural aceptado en nuestra sociedad…
-Sí, pero es
una actitud incorrecta. A nadie se le puede evitar nada de lo que sucede en la
realidad. Los hijos tienen derecho a vivir la muerte cuando esta se
hace presente en la familia, en la vida o en la sociedad. No se puede proteger
nunca a nadie de la realidad de las cosas, es una percepción equivocada y que,
generalmente, no funciona.
-¿Tener presente la muerte es
un requisito para vivir una buena vida?
-Si es como
una obsesión cotidiana está claro que no, pero sí como un conocimiento de que la vida es
limitada. Hay que decir que lo que nos une con la muerte se va
acentuando a medida que las personas se hacen mayores porque queda menos
distante. Como dice una amiga mía, “a cierta edad
ya no hay tiempo para no ser feliz”. Uno se da cuenta de que el
tiempo es limitado y, ante esta limitación, uno queda más confrontado con la
realidad de su vida. Negar la muerte es como negar una parte de la
realidad y, no sólo no funciona, sino
que es imposible de hacer.
-¿La realidad pasa por
inclinarse ante la voluntad de la vida?
-Si hablamos
del bienestar o de la felicidad hay una ecuación que combina dos variables: una
de ellas es ir
con toda la fuerza posible en dirección a aquello que nos importa,
la otra variable consiste en saber aceptar la voluntad de la vida, especialmente
cuando es distinta a la nuestra. He visto decenas de parejas que
quieren tener hijos y los hijos no llegan, o otras parejas que no lo quieren y
llegan los hijos. La vida tiene su voluntad y, muchas veces, hace lo que le
da la gana.
-¿Ante esta voluntad la única
acción posible que nos queda es la aceptación?
-¡Qué remedio!
Es la única forma de seguir conectados a la vida. La aceptación no es sólo un
pensamiento, es un proceso emocional; cuando pasan cosas difíciles pasa un
tiempo hasta que logramos aceptarlo e integrarlo en nuestra vida. Si no hay
aceptación lo que queda es la lucha y la oposición. Si algo vemos en
terapia es que la mayor parte del sufrimiento humano está basado que en algún
momento sucedió algo y las personas se han opuesto a ello y se han quedado en
que eso no tendría que haber pasado.
-Si la voluntad de la vida es
tan caprichosa, ¿qué papel tiene en todo esto la exitosa Ley de la Atracción
que antas personas hacen suya?
-La Ley de la
Atracción es la primera parte de estas variables que antes comentaba. Es
importante que nos
organicemos bien, que nos preocupemos, que seamos congruentes, que tengamos
claro quiénes somos y qué queremos. Lo que sucede es que, según mi
opinión, se ha abusado un poco de esta ley y de esta idea tan grandiosa del
“yo” que puede gobernar y dominar toda la realidad si organizas su pensamiento.
Para mí es falso. Hay veces que la vida actúa de manera desgraciada, así que,
por una parte, esta Ley de la Atracción está bien, pero, por otro lado, habría
que complementarla con lo que yo llamo la Ley de la Gran Voluntad.
-Da la sensación de que nuestro
“yo” está más sobredimensionado que nunca, hasta el punto de que uno suele
difundir diferentes realidades aprovechando el poder de las redes sociales.
¿Por qué creamos estos personajes?
-La idea del
“yo”, que es una idea del ego, ha ganado mucho prestigio durante finales del
pasado siglo y este presente. La idea de un “yo”
grande antes no era tan importante, predominaba el “nosotros”. Ramón
Andrés decía el otro día que cuando nos entierran ya no sólo entierran restos
mortales sino también biografías. Estamos identificados en un “yo” grande porque vivimos en
la era de la individualidad. Por otra parte, a nivel social y
familiar hay demasiados principios sobre cómo tenemos que ser para ser queridos.
Uno de los
errores que cometemos es el de la impostura, de identificarnos con un personaje.
El peligro es que el personaje no es aquello que nos mueve o que tenemos, es una
invención que nos hace creer que nos irá mejor y seremos más queridos y aceptados.
En definitiva lo que significa es una traición a uno mismo. Te aseguro que
están mucho mejor aquellas personas que se respetan más y que no necesitan
disfrazarse de muchos personajes.
-También habla de la
inconsciencia como pecado habitual que solemos cometer…
-En la vida
también conviene prestarse atención, y esto pasa por aprender a escuchar las sensaciones
corporales, la verdad de nuestros sentimientos, nuestras voces internas…Es
importante abrir esta conciencia para saber qué nos hace vibrar, qué nos pasa,
etc. Los pensamientos están mucho menos sostenidos y no tienen tanta fuerza.
-¿El amor es la principal causa
de sufrimiento en el mundo?
-Si no
fuéramos mamíferos no sufriríamos tanto. Los seres humanos necesitamos el
vínculo, y el más importante que hay en la vida es el que tiene que ver con los
afectos y con las personas que queremos, que es lo que determinará luego
nuestros guiones de vida. Nos gobiernan los movimientos del corazón.
-¿Es utópico en nuestra
sociedad actual hablar de parejas para toda la vida?
-Hay pocas.
Hoy en día, es raro que las personas que tienen entre 50 años o 60 años hayan
estado con una sola pareja en su vida, como sí que sucedía antes. Algunos
autores han acuñado el término de monogamia secuencial, que quiere decir que
estadísticamente, cabe esperar que una persona tenga dos, tres o cuatro parejas
estables de media a lo largo de su vida. El modelo de parejas para siempre está
un poco agotado, también porque el ámbito de núcleo familiar es mucho más
complejo que antes.
-Deje que termine con la cita
de San Agustín que sirve de catalizadora durante todo su libro: “La felicidad
consiste en tomar con alegría lo que la vida nos da, y dejar marchar con la
misma alegría lo que nos quita”. No sé
yo si la segunda parte de la sentencia es un reto excesivamente utópico en
nuestra sociedad occidental…
-Es difícil.
Está claro que es mucho más sencillo tomar con alegría todo lo bueno que nos
sucede, aunque también tenga riesgos. La segunda parte implica hacer el proceso
emocional para saber
desprendernos de aquello que la vida nos ha quitado, manteniéndonos
conectados con la vida y con una cierta cuota de satisfacción y de felicidad.
-Pongamos uno de los peores
casos que nos depara la vida como es la pérdida de un hijo. ¿Cómo se explica a
los padres este proceso?
-Estoy de
acuerdo que es uno de los peores lutos que existen, pero cuando hayan pasado
unos cuatro o cinco años, los padres notarán cierta ligereza y alegría, a pesar
de la pequeña parte de dolor que siempre existirá. Lo importante es que han
vuelto a la vida porque han hecho un proceso. Muchas personas no vuelven a la vida porque
se han quedado conectadas a la pérdida y no pueden recuperar la sintonía vital.
Penso comprar aquest llibre es força interessant, conecta amb la manera de pensar que tinc.
ResponEliminaJa no estic boixa veig que hi ha gent que pensa com jo.
Però qui t'ha dit que estiguis boja?.... no hi ha bojos, sols persones que pensen diferent!.
EliminaJoan