Si hicieras un test de inteligencia y
no saliera bien, tranquilo, solo se estaría midiendo una serie de cualidades (y
no necesariamente, las más importantes para la vida cotidiana...). Esta es la
conclusión de Howard Gardner,
profesor de Harvard, quien revolucionó el mundo de la psicología hace varias
décadas. Gardner fue el primero en proponer que existen varios tipos de inteligencias,
independientes
entre sí, y que cada uno de nosotros destacamos en el manejo de una
o de varias. De este modo, se puede ser muy inteligente sin necesidad de saber
hacer derivadas múltiples en matemáticas o ser capaz de orientarse con un mapa
en medio de un bosque. Existen otras relacionadas con la música o las
relaciones personales, por ejemplo. Es un gran alivio, sin duda, ya que durante
años se pensó que el cociente intelectual era algo estático. Si el resultado
era positivo, estupendo, pero… y si no era así, ¿estaríamos abocados al fracaso
de por vida? Gardner desmontó esta creencia y dio pie a una teoría que hoy por
hoy se utiliza en muchos colegios para desarrollar el aprendizaje. En la medida
que cada uno de nosotros tenemos un potencial, podremos educar a nuestros hijos
desde su fortaleza.
Veamos cuáles son las inteligencias
que propone Gardner:
Lingüística:
Miguel de Cervantes, Pablo Neruda, los políglotas, los grandes oradores… son
ejemplos de este tipo de inteligencia. Se refleja en la sensibilidad para
expresarse oralmente o por escrito, aprender idiomas o poner el lenguaje al
servicio de las metas que quiero alcanzar. Si sobresales en esta capacidad, utilizas eficazmente la
palabra para expresar tus ideas.
Lógico-matemática:
Einstein, Margarita Salas, científicos, matemáticos… destacan por su capacidad
de analizar y resolver problemas, realizar operaciones matemáticas y usar la
lógica. Howard Gardner considera que este tipo de inteligencia nos ayuda a
razonar de manera deductiva y detectar patrones. Sin duda, muy útil para elaborar
teorías o deducir estrategias también cotidianas.
Musical:
Mozart, Plácido Domingo… tienen la habilidad para componer y apreciar patrones
musicales, reconocer ritmos, tonos y timbres, y saber cómo utilizarlos. Si se te da
bien cantar o componer, ya sabes cuál es tu inteligencia.
Corporal-kinestésica:
Rafael Nadal, Pau Gasol… son ejemplo de saber utilizar el propio cuerpo para
conseguir objetivos, expresar ideas o resolver problemas. Gracias a esta
inteligencia utilizamos nuestra capacidad mental para coordinar los movimientos corporales que
nos permiten llevar a cabo cualquier tipo de actividad física, desde
bailar a usar una herramienta.
Espacial: es la
capacidad que tenemos para percibir el espacio y poder generar imágenes
mentales a partir de dicha percepción visual. Saber cómo manejar los detalles visuales
es necesario en profesiones muy diversas, desde la ingeniería y la arquitectura
hasta la cirugía y la decoración, como Juan de la Cierva o Leonardo Torres
Quevedo, por ejemplo.
Naturalista: nos
permite reconocer, clasificar y aprovechar las características del entorno. Un
gran ejemplo de esta inteligencia fue Darwin, quien revolucionó la teoría del
origen del hombre observando el entorno. En un primero momento, dicha habilidad
no se consideraba dentro de la clasificación, pero Gardner la añadió
posteriormente.
Interpersonal: esta
inteligencia nos facilita entender a las otras personas, sus motivaciones y
deseos. Es
la base para la empatía. Dado que las relaciones personales son clave
en nuestra vida y todos tenemos un círculo social más o menos extenso, esta
capacidad es un complemento fundamental de todas las demás y la utilizamos a
diario. Aunque para todos es necesaria, es aún más importante para profesiones
como psicólogos, educadores, docentes… y cualquier cargo en el que haya que
liderar a un grupo de personas.
Intrapersonal:
supone la capacidad de comprenderse a sí mismo y apreciar los propios
sentimientos, miedos y motivaciones para saber movernos en nuestra vida. Es
decir, la
capacidad para conocernos a nosotros mismos. Al igual que la
inteligencia interpersonal, la intrapersonal afecta a las demás y es necesaria
en cualquier área de nuestra vida. Y no es de extrañar que ambas capacidades sean la base de la
inteligencia emocional, propuesta por Daniel Goleman.
En definitiva, cada uno de nosotros
tenemos una combinación específica de las inteligencias anteriores. Dependiendo
de nuestras necesidades o problemas, haremos uso de una u otra. Pero si
queremos avanzar en nuestro desarrollo personal, sería recomendable reconocer
qué tipo de inteligencias me identifican y en cuáles disfruto más. Si todo ello
lo aplicamos a la educación, el profesor tendría un papel de guía en el
aprendizaje individualizado de cada alumno. Y no lo olvidemos, educar en base a
la diversidad es el reto para ayudar a que las futuras generaciones desarrollen
su talento.
Referencias
Intervención
de Howard Gardner en Redes
Gardner,
H., A multiplicity of intelligences, Scientific American, 1998.
Gardner,
H. (1998). Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica. Barcelona: Paidós
Ibérica
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