Cuando dos personas forman una pareja no se fusionan, a pesar de lo que digan los cánones románticos. En realidad, deben preservar la intimidad individual.
Un espacio físico y psíquico individual para cada uno es básico.
La clave es el diálogo aunque no es un tema que sea fácil de abordar.
Convivir en pareja significa
compartir, crear un espacio común. Sin embargo, también es importante poder
tomar un poco de aire, disfrutar de momentos en soledad o sin compañía de la
otra persona. La idea romántica de compartir absolutamente todo en una relación
tiene sus límites. Hay parejas de enamorados que no se separan ni un instante,
mientras que otras hacen planes diferentes con sus respectivos amigos cada
semana. ¿Dónde
se encuentra el equilibrio ideal? Los psicólogos recomiendan que
cada miembro de la pareja cultive un tiempo y un espacio propio para conservar
su individualidad y mantener una relación amorosa sana y duradera. Las personas
somos seres sociales que buscamos relacionarnos y sentirnos acompañados, pero
también necesitamos cuidar nuestro ámbito privado, el espacio donde nos
encontramos con nosotros mismos, con la tranquilidad y el silencio buscados.
Los expertos señalan que esa intimidad personal no sólo es buena para el
desarrollo de cada uno, sino que es imprescindible para que las relaciones
sociales, laborales, y especialmente las de pareja, sean sólidas y
constructivas.
Esa parcela privada de
nuestra vida es un lugar donde cada uno toma conciencia de sí mismo. Pero no es un
refugio de huida ni de desconexión con el mundo, sino un espacio básico para la
estabilidad emocional. Nunca se debe olvidar que la relación de
pareja se sustenta sobre tres cimientos, y que se debe cuidar cada uno de
ellos: el
tú, el yo y el nosotros. Josep
López, coautor del libro Los jardines
secretos (Aguilar) junto con el psicoterapeuta George Escribano, cree que la intimidad personal consiste en algo
así como una tercera vía en las relaciones de pareja. "Ni compartirlo todo ni esconder una
parte, sino que cada miembro de la
pareja tenga un espacio propio que cuide y ame, y al que deje entrar a quien
quiera cuando quiera. Y que cada uno, por supuesto, respete esa libertad en
el otro y evite invadir ese espacio". La creación de ese jardín
secreto es indisociable de la evolución del individuo hacia la madurez y un
síntoma de buena salud mental, según López. Lo contrario sería una señal de
pérdida de autonomía, que conlleva la creación de una relación simbiótica. "Muchas parejas adultas adoptan una relación de
dependencia en la que al final la mujer acaba haciendo de madre del
hombre".
¿Por qué surge la necesidad de un refugio físico y emocional?
López encuentra la respuesta
en la antropología, en nuestra condición de seres animales. “La existencia
de los animales en general, y de los mamíferos en particular, se caracteriza
por ocupar un territorio y defenderlo. Es ahí donde nos sentimos seguros,
protegidos, es ahí donde nuestra supervivencia está garantizada. Los seres
humanos, debido a nuestra evolución, hemos perdido en buena parte ese
territorio físico individual. Lo hemos cambiado o sacrificado por la vida en
sociedad. Es la sociedad, al menos en principio, la que nos garantiza ahora la
supervivencia".
No obstante, seguimos
necesitando instintivamente un territorio personal. Ese espacio
físico propio puede ser un sillón, un paseo, una afición o un círculo de
amistades. La tendencia de vivir en pisos cada vez más reducidos hace que la
convivencia en casa no deje mucho margen para el espacio propio. "Está
demostrado que los espacios compartidos pequeños generan irritabilidad. Uno ha
de estar junto a su pareja porque quiere, no porque el espacio no le permita
tener su propia privacidad", comenta Antoni Bolinches, psicólogo especializado en relaciones de pareja y
autor del libro Seco sabio (Random House
Mondadori). A falta de espacio físico, el ser humano ha tenido que crear
ese territorio psicológico que es el jardín secreto. Sentir, pensar y actuar son las tres
actividades principales de los seres humanos, pero López cree que a
mucha gente le cuesta distinguir entre las tres y no desarrolla su espacio en
esos campos. "Por
lo general la gente cree que no puede sentir o pensar determinadas cosas porque
estaría traicionando a su pareja. Los actos afectan a otra persona, y hay que
controlarlos, pero los sentimientos y
pensamientos pertenecen a lo privado, y por tanto ahí hay libertad absoluta
En definitiva, imaginar y actuar, dentro de lo permitido, forman parte de
nuestro jardín secreto ".
De hecho, la idea de la
relación absolutamente sincera es la que en muchas ocasiones provoca miedo
respecto al espacio privado del amado. "Esa idea romántica en la práctica puede causar más
daño que beneficio", advierte el autor de Los jardines secretos. El problema, según él, es que a menudo se
confunde el concepto de individualidad con el de infidelidad. Por
ello mucha gente no soporta que su pareja mantenga su parcela íntima y lo puede
llegar a entender como una amenaza a la fidelidad, y ello le lleva a invadir
ese ámbito privado. Uno de los campos más delicados en este sentido puede ser
el de las contraseñas secretas. "Son muchas las personas que se sorprenden a sí
mismas cuando ven que violan la intimidad de su pareja entrando en su correo
electrónico o consultando los mensajes de su móvil -comenta Bolinches-. En ocasiones, el niño que llevamos dentro
no puede resistir la tentación de clarificar la sospecha".
Los expertos coinciden en que cada uno debe poseer sus claves, ya sea en el
ordenador, el correo electrónico, las redes sociales o los teléfonos móviles,
para gozar de absoluta privacidad en cuanto a las llamadas y mensajes que
recibe. Ahora bien, si ambos están de acuerdo en compartir las claves de acceso
no hay ningún problema. "Lo
importante es que no sientan ninguna obligación de hacerlo",
apunta López.
Por otra parte, además de la
distribución de espacios físicos y psicológicos, Bolinches asegura que lo ideal para
una pareja es tener un tiempo común y un tiempo propio, porque así
ambos se sienten libres, y vinculados voluntariamente. Cada uno puede conseguir
su tiempo y espacio físico mediante algún tipo de actividad. "Hay quien
se dedica, por ejemplo, al canto -señala López-. Ir cada viernes a ensayar con
la coral se convierte en un espacio donde la pareja no entra. Precisamente esa sensación de tiempo y lugar propio
refuerza y permite que el acuerdo de convivencia se mantenga sin
tensiones"
Es más, que cada uno mantenga
un círculo propio de amistades o aficiones puede enriquecer la relación, y
evitar frustraciones. Imaginemos una pareja en la que a ella le gusta ir los
domingos por la tarde al cine y a él al fútbol. "Si ella obliga a él a ir al cine o él
a ella a ir al fútbol, uno de los dos se sentirá frustrado, y evidentemente le
hará pagar al otro la frustración", comenta López. "Por el
contrario, si ella acepta que él vaya al fútbol y él acepta que ella vaya con
sus amigos al cine y deciden encontrarse después y explicarse qué tal lo
pasaron, no hay frustración y sí
aceptación de la diferencia del otro". Pero, evidentemente,
para que el espacio propio y el común converjan adecuadamente es importante la
compatibilidad. "Si
a tu pareja le encanta la escalada y a ti no, y va dos veces a la semana a la montaña
sin ti, estaríamos ante un problema de compatibilidad. El espacio propio siempre se tiene que equilibrar con el de la pareja.
Y si no estamos juntos, ¿para qué estamos?", se pregunta
Ribot. La psicóloga subraya que muchas veces el problema radica en el límite entre la
intimidad individual y la responsabilidad de pareja, ya que en
ocasiones alimentar el espacio propio se traduce en dejar de cumplir ciertas
obligaciones. Se trata de una cuestión de equilibrio. "Cuando una persona convive con otra,
los dos tienen que asumir responsabilidades, y deben negociarlo todo,
obviamente también su espacio propio. Pero si, por ejemplo, hay un bebé en
casa, queda poco espacio propio para los dos. Hay épocas de la vida en las que
uno tiene que renunciar temporalmente a la intimidad personal, por una cuestión
puramente logística".
Alguien podrá pensar que la
intimidad personal es una excusa para huir de la pareja. "Nada
más lejos de la realidad", asevera López. "El respeto
absoluto hacia el espacio íntimo del otro o la otra no sólo es compatible con el
amor, sino que es una condición sine qua non para que una pareja funcione
verdaderamente como tal... Y es así porque la
persona que conoce su propia intimidad y la valora es capaz de construir a
partir de ella, mientras que la que no la posee, porque la ignora o porque
renuncia a ella, poco o nada puede aportar a la intimidad de pareja".
Estudios psicológicos han comprobado que las parejas en las que existen
jardines secretos por ambas partes tienen una relación más satisfactoria.
No obstante, Montserrat Ribot
recuerda que también hay personas que por una falta de capacidad emocional de
conectar con su pareja piden siempre un espacio propio. Se trata de aquellas
personas que tienen pareja pero van totalmente a lo suyo. "Hay gente que evita la intimidad de
dos, que huye de la pareja. Esto no puede sostenerse, porque en una relación
tiene que haber esa conexíón íntima. Una persona emocionalmente madura necesita
las dos cosas: desarrollar su propio espacio individual y, al mismo tiempo, el
espacio común entre los dos. El secreto
está en cultivar con equilibrio las dos intimidades, la personal y la de la
pareja".
Pero ¿dónde se encuentra el equilibrio ideal? ¿Cómo dar con él?
Cada persona es un mundo, y ha
de crear un espacio a su medida, respetando siempre el de la pareja. Pero todos
los expertos coinciden en lo mismo: hay que dialogar. El problema es que casi
nunca se habla de esto en la pareja. "En realidad es complicado -confiesa Ribot-, porque
en la fase de enamoramiento los dos, voluntariamente, renuncian al espacio
propio pues en ese momento la pareja es su máxima ilusión. En esa fase de la
relación no ves cómo se comportará tu pareja después, y por eso suele haber
tantas decepciones cuando pasa el maravilloso efecto bioquímico del enamoramiento".
Por ello, lo mejor es siempre establecer desde el principio un tipo de
contrato. "No
sería una mala idea empezar una relación reconociendo explícitamente la
individualidad del otro y su libertad de sentir, pensar y hacer lo que quiera
(con sus lógicos límites). Sería una forma de tomar consciencia, en primer
lugar, de la existencia del otro más allá de la pareja, y al mismo tiempo de
prevenir futuras desavenencias", propone López. Aunque no sea
al inicio de la relación, en algún momento se tiene que hablar tranquilamente sobre
ello y consensuar los límites de la intimidad común y de las personales
para evitar malentendidos y culpabilidades.
En esa línea, Bolinches
recomienda establecer dos vías de diálogo continuo: el diálogo interior y con la pareja.
Se trata de no perder la congruencia y consensuar un estilo de vida en el que
los dos se sientan bien consigo mismos y cómodos con los demás. "Un
elemento fundamental para que una pareja funcione es que la persona entienda que para estar bien con el otro primero ha de estar
bien consigo mismo". Bolinches constata que, debido a la
desorientación general del modelo de sociedad actual, muchas parejas se ven
perdidas a la hora de delimitar los espacios; sin embargo, asegura que, como
código de relación, el hecho de cultivar la intimidad en el seno de la pareja
es un principio aceptado de manera muy amplia hoy en día. "Otra cosa es la disparidad de
criterios que hay respecto a lo que entendemos por espacio y tiempo común, y
espacio y tiempo propio". Para dar con el equilibrio y
disfrutar de una relación gratificante propone un axioma que se puede aplicar
tanto al matrimonio como a la convivencia en pareja: "La
clave es casarse con el otro sin divorciarse de uno mismo".
Muy interesante el artículo. Dejar los espacios individuales para que pueda crecer la relación en su conjunto, y compartirlos si se desea. Interesante el concepto del tu, el yo, y el nosotros y sobre todo el diálogo para conseguir estar bien con nosotros mismos en la indiviualidad y en la pareja. Otro artículo para seguir creciendo, gracias Joan y felicidades!
ResponEliminaMaria.
De nada Maria, gracias a ti por tus comentarios.
EliminaUn beso,
Joan
Muy buen artículo, tendré en cuenta los libros de los que toma referencia.
ResponEliminaJoan, me gustaría saber el nombre del autor de la pintura en la parte derecha de su artículo.
Patricia
Gracias Patricia!. La pintura que aparece es de un pintor y escultor colombiano que se llama Fernando Botero.
EliminaUn beso!
http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Botero