Imagina la escena en la que alguien se
dirige a su armario, abre la puerta y reflexiona delante de él. Para sus
adentros piensa, "y hoy, ¿qué me pongo?" Con la misma facilidad
con la que uno decide si vaqueros o falda, arreglarse más o salir informal, también podemos
hacerlo con nuestras emociones.
¿Por qué? Porque nuestro estado anímico depende también de
lo que nosotros elegimos.
Es cierto que existen estresores,
dificultades, piedras, baches. Pero no es lo que ocurre ahí fuera lo que
condiciona nuestros sentimientos, sino la manera en cómo nos lo tomamos. Si las
emociones tienen un sentido evolutivo, una función... ¿por qué no nos damos cuenta de que la
ansiedad para conducir, ir a una entrevista de trabajo, un examen, quedar con
la persona que amas, la revisión médica, no tiene función ninguna?
Tú puedes elegir la emoción que
necesitas para presentarte en la situación que sea. ¿Cómo?
1. Elige cómo quieres vivir el momento.
Idealiza, fantasea, recréate en qué vas a pensar, sentir y hacer. Dedica cinco
minutos a este ejercicio. No te asegura el éxito pero prepara a tu cerebro para
encontrarlo. Visualiza con todo lujo de detalles, lo ves a tu alrededor. Pon
los cinco sentidos. No te frustres si al principio tu capacidad de
visualización no es perfecta. Con el tiempo cogerás la destreza.
2. Pon por escrito tu plan. Fantasear solo
no te lleva a donde deseas. Pero planificar el plan de actuación, lo facilita.
Verbaliza qué estás preparado, piensa en soluciones, anticípate, imagina lo que
quieres decir, cómo vas a mantener el contacto ocular, la calma con la que
deseas contestar. Pon por escrito los
pasos que vas a dar y lo que te vas a decir (aunque sean palabras y frases
sueltas).
Imagina que te vas a presentar a una
prueba, o una entrevista. Podrías redactar algo como:
"Llego a la dirección que me han dado y me siento bien. Me
siento a la espera de que me llamen, sonrío a los candidatos que hay alrededor,
sé que puedo hacerlo. Me digo que estoy preparado. Mostraré mi entusiasmo por
este trabajo. Hablaré tranquilamente de mi experiencia. Escucharé al
entrevistador con tranquilidad. Pondré de mi parte para crear un clima de
distensión y complicidad. Me gusta lo que hago y se lo voy a demostrar. Ah, y
que no se me olvide darle la mano con decisión".
3. Y por último, ACTÚA. La vida es un
escenario en el que puedes representar el papel que quieras y cuando quieras.
Que te falta seguridad, compórtate como si la tuvieras. Que eres tímido,
compórtate como alguien extrovertido. Que tienes miedo al ridículo, compórtate
como alguien descarado.
No necesitas hacer un entrenamiento
largo ni acudir a largas sesiones a un psicólogo. La vida es lo que tú decides.
La información propioceptiva, la que
va desde nuestros sentidos hasta el cerebro, es un potente motivador para el
cambio. Informa al cerebro de la postura que representa tu cuerpo, y el cerebro
interpreta "si
mi postura indica seguridad, es que me debo sentir seguro".
Puedes elegir mirar al frente,
levantar la cabeza, sonreír a las personas, tener gestos que denoten seguridad
(mantén la mirada, saca el pecho, camina erguido), hablar un poco más alto...
aunque sea para que se te oiga. Puedes comportarte, caminar, mirar y relacionarte como la
persona que deseas ser. Al principio puede parecer fingido, pero no
te preocupes, te estás responsabilizando de tu cambio. Estás eligiendo sentir
de otra manera. Y todo cambio, hasta que se automatiza, necesita tiempo y dedicación.
Mírate al espejo y juega con tu
cuerpo: las posturas, háblate con contundencia y decisión. Dile a la persona
que se refleja que vas a salir a por todas.
Tú eres grande, enorme, grandísimo. La vida no puede elegir por
ti. No
permitas que nadie te deje en el camino. Si supieras lo divertido que es
ponerte delante del espejo y decir, con fuerza, y con música de fondo: "Tengo
valor porque me lo curro", "tengo valor porque me apasiona lo que
hago", "tengo valor porque me entrego a la gente" o "tengo
valor porque disfruto la vida".
Manda al sentido del ridículo a paseo
y ríete tú, con tu pareja o tus hijos al hacer ejercicios como estos. Si sales cada
mañana habiéndote hablado así, ya has elegido tu estado emocional.
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