Tengo 66 años. Nací en, Buenos Aires y vivo en México desde hace 15 años. Soy
doctor en Psicología, experto en bipolaridad. Casado,
tengo tres hijos. Las crisis son pases de recursos hacia la gente que
tiene el poder: los causantes de la crisis son los que más ganan. Soy budista.
NOSOTROS
Y LOS OTROS
Empezamos conversando sobre su
especialidad, la bipolaridad, tema sobre el que tiene una interesante
perspectiva y que ha tratado en un par de libros (Despertar la bipolaridad y La bipolaridad
como don). Entiende la bipolaridad como una manera de funcionar del
cerebro y la psique propio de personas creativas, imaginativas y visuales que
necesitan de la experiencia para comprender, y que a menudo nuestro sistema
educativo, basado en la memoria y la concentración, convierte en patología. Una
hora después abordamos el tema de las relaciones insatisfactorias fruto de una
sociedad patriarcal y que desgrana en El complejo materno (Kairós). Merecía dos
contras.
¿De qué padecemos los humanos?
De infelicidad, insatisfacción,
control, posesividad y codicia psicológica: apoderamiento del otro.
¿Esos son los males contemporáneos?
Sí, y esta sociedad no nos ayuda,
entre otras cosas nos impide vivir los duelos con normalidad. Fíjese en la
tristeza, una reacción natural que nos ayuda a separarnos de aquello que
perdemos. La depresión es lo contrario: quedarse fijado, no poder hacer el
duelo. La tristeza es una experiencia natural que nos ayuda a crecer, la
depresión nos estanca.
Tampoco la elegimos.
Lo normal es que ante una ruptura
amorosa o una pérdida te digan: "Échale ganas", "sal del agujero"...
Pero lo sano
es que estés triste, porque si aprendes a entristecer vas a evitar caer en una
depresión. Para sanar cualquier emoción hay que permitirse sentirla, no tener
miedo, no ser mediocre.
¿Perdón?
No tener media tristeza, medio
enojo... Hay
que conectarse profundamente con lo que uno siente. Los afectos son
una brújula en el proceso de la vida. Sí yo le piso un callo y usted me
contesta:
"Soy un ser de paz, aquí tienes mi otro pie", eso es
patológico. Si
se enfada, es normal.
Me quita un peso de encima.
Si estás haciendo un cambio
significativo en tu vida y te estresas, es normal. Pero hemos construido una sociedad que no nos
permite conectarnos con los afectos, y así llegamos a no saber lo que sentimos.
La gente me dice: "No sé si estoy enojado o
triste, si amo o no amo a mi pareja".
Están perplejos.
Si uno está conectado profundamente con lo que siente, sabe lo
que quiere en la vida. Es como en el tema del amor.
¿A qué se refiere?
Si se piensa, no se siente. Y le hacemos
más caso a la razón que al sentir. El pensamiento nos distrae, el afecto nos habla con más
acierto de la realidad de las cosas. Y bueno, los efectos de la
sociedad construida desde la razón aquí los tenemos.
¿La depresión se va cociendo a fuego
lento?
Sí. Es un hábito que vamos desarrollando al no
aceptar los cambios. Constantemente sustituimos una zanahoria por
otra, nos
apegamos a las cosas y existimos a través de ellas, y cuando ya no están nos
deprimimos.
Esta crisis ha hundido a mucha gente.
Dejamos que nos quiten las ilusiones y
la esperanza, y eso es algo nuestro, que nosotros debemos gestionar. Hay cosas
triste.- y desdichadas, pero yo no soy ni triste ni desdichado, eso no te lo
pueden quitar- Tu
eje interior no lo puedes perder.
Pues lo perdemos muy a menudo.
Estamos educados en eso: somos lo que
tenemos, somos lo que pasa, estamos entrenados en una sociedad de logros. La
felicidad es una construcción que uno debe edificar desde el interior, pese a
las desdichas.
¿Qué herramienta podemos dar a los
niños para que construyan ese eje?
El amor materno. Si invirtiéramos más en él, evitaríamos
clínicas psiquiátricas. Pero solemos tropezar con el complejo
materno.
¿Qué es eso?
Lo que reproduce el sistema
patriarcal, que nos educa en un modelo de ser y de relacionarnos, y las mujeres
son las primeras víctimas. Para convertirte en hombre o en mujer debes romper con
este modelo, tienes que crecer.
¿Cómo?
Abriéndote a las relaciones
clandestinas, y no me refiero a relaciones ocultas, sino diferentes a esos
patrones que llevamos repitiendo desde hace lustros y que nos llevan a enredos
y ocultamientos. Se trata de vivir con el otro auténticamente lo que sientes.
¿No es así como vivimos?
Los hombres suelen buscar compañeras madres o compañeras a las
que hacer de padre. Las hijas buscan a ese hombre a semejanza del que eligió la
madre.
Parece perverso.
Romper ese modelo es parte del proceso
de liberación masculina. Lo que pasa es que a los hombres nos dan miedo las mujeres, no
sabemos qué hacer con ellas, nos plantean desafíos, es una aventura.
¿A cuántos varones su mujer le compra los calzoncillos?
¿Muchos?
Se sorprendería. Yo invierto una frase
evangélica: "Solo
siendo libre uno puede alcanzar la verdad". En el amor es lo mismo:
si no eres
libre, no puedes amar. Teniendo una mujer al lado puedo ser libre,
eligiendo una madre traslado mi dependencia.
Defíname mujer.
Un hombre con una compañera madre
habla de sus haceres, de lo que hay que hacer, lo que ha hecho hoy o de los niños.
Con una
mujer se habla de sentimientos, es capaz de cuestionarte, no te da remedios,
sólo te acompaña.
¿Está
sobrevalorado el sexo?
Si, y disociado del afecto, y esa es
otra patología contemporánea. Y además en el sistema patriarcal es un argumento
de venta. Tal como está concebido se convierte en un medio de descarga
neurótico.
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