Se ríen (y sonríen) más
que los adultos. Y sobre situaciones o aspectos que los padres no encontrarían
tan divertidos. Los pequeños tienen su propio sentido del humor
Los niños se ríen hasta diez veces más
que los adultos. Los números son implacables. Investigaciones recientes han
demostrado que un pequeño puede reírse hasta 400 veces al día (con una media de
300), mientras que el adulto más alegre no supera las 100 veces diarias (y su
media está en 25). Sabemos que los niños son graciosos. Se ríen a menudo y de
cosas de las que los mayores ya hace tiempo han dejado de verle la gracia. Su
humor se presenta, en apariencia, como algo muy simple, porque de pequeños aún
no son capaces de comprender ni de reproducir estructuras narrativas largas y
complejas. De hecho, junto con el llanto, la sonrisa es el primer comportamiento
social del bebé, a la espera de que se desarrolle el habla. Las sutilezas de la
ironía y del doble sentido están al comienzo fuera de sus posibilidades. Su humor es
obvio e imitativo.
¿A
partir de cuándo se puede decir que los niños desarrollan un sentido del humor
propio?
No hay consenso. Louis Franzini, autor del libro ¡Niños
que se ríen! Cómo desarrollar el sentido del humor de su hijo (Norma),
profesor de la Universidad de San Diego (EE.UU.), ha dedicado más de 25 años en
estudiar el humor. Según él, es una habilidad totalmente aprendida. “Si fuera verdad
que venimos con un sentido de humor de fábrica, entonces sería inútil tratar de
mejorarlo o de desarrollarlo”. Caspar
Addyman, investigador de del Centro para el cerebro y el desarrollo
cognitivo de la Universidad de Londres es uno de los máximos expertos en el
tema de la ciencia de la risa infantil. “No sabemos cuándo se desarrolla el sentido del humor. La
mayoría empieza a reírse a los dos o tres meses. Una minoría significativa
incluso después de los diez meses. Es un misterio. Una cosa es cierta: los bebés aprenden a reír mucho antes que
caminar o comunicar de otras maneras”.
Así,
el humor sería un largo aprendizaje que va por fases.
Hasta los cuatro o seis meses los
bebés se ríen cuando se les hacen cosquillas. Parece una risa inducida o
causada por motivos físicos. Luego, poco a poco van asumiendo un papel más
activo. Según algunas tesis más recientes, el humor infantil empieza a
desarrollarse como tal a partir de los seis meses de edad. ¿Cómo? Primero, copiando el de
los padres. Este fenómeno se debe al efecto de imitación ya que en
este período los bebés están pendientes de todas las reacciones emocionales de
los papás. Así, hacen muecas, imitan lo que le parece chistoso, se ríen
fuertemente y cuando ven que sus padres hacen lo mismo. Buscan la aceptación
social. Por eso lo llaman “humor pro social”. Así, el niño repite sin parar
algo que una vez hizo sin querer y que a los adultos les pareció gracioso,
aunque no entienda el porqué: es una forma de acercarse al otro.
Un estudio de la Asociación Británica
de Psicología, señala que a los 6 meses los niños todavía no son capaces de
decidir si algo les parece divertido o no. Pero buscan la reacción y el
consenso de sus papás. Gina Mireault,
del Johnson College State de EE.UU dice que “los bebés ven a los padres como una fuente de
información emocional y obtienen asesoramiento. En edades tempranas, lo que le
hace gracia es la capacidad de dar la vuelta a los esquemas establecidos. A los
seis u ocho meses se desarrolla el sentido de permanencia de los objetos. Por
eso, esconder el rostro de repente se considera como algo divertido. Si van
aprendiendo que un elemento tiene ciertas características, entonces no hay nada
más cómico que romperlas: un pájaro que nada, un caballo que ladra… En cambio,
a los 12 meses, los bebés ya parecen tener ya suficiente experiencia vital para
tomar sus propias decisiones, al menos respecto al humor, sobre lo que es
divertido y lo que no”. A partir de ahí, empiezan su propio camino,
siguiendo unos patrones evolutivos comunes a todos los niños. Desde que tiene
el año, empieza a hacer el payaso, con gestos físicos. Hasta los tres cuatro
años, no domina totalmente la lengua. Por ello, su humor en este tiempo
esencialmente gestual: contorsiones, movimientos exagerados del cuerpo. Pero ya
tiene cierto discernimiento… Según Meredith
Gattis, psicóloga de la Universidad de Cardiff, “la edad crítica para entender el humor se alcanza a los dos años. Empiezan a
comprender cuando uno hace algo equivocado con la intención de hacer reír”.
Con la entrada en primaria, con la
asunción de las primeras reglas, es precisamente la violación de las mismas la
que le provoca una gran diversión. Addyman cuenta una anécdota significativa. “Yo llevé el
pelo de color azul durante cinco años. Ningún bebé lo encontraba divertido,
pero los niños de tres y cuatro años, sí”, dice. Porque la regla del
color habitual del pelo se había roto. El humor es una forma de establecer vínculos con su nuevo
mundo escolar y de consagrar, de alguna manera, su salida del hogar familiar.
En este período los niños se ríen entre ellos de las mismas cosas: para ellos
significa que pertenecen al mismo grupo social.
Mientras van creciendo, incorporan
paulatinamente elementos de sofisticación. Aunque el proceso tiene lugar de
forma progresiva. “Por lo general, el humor de juegos de palabra se desarrolla muy lentamente.
Hasta los cinco o seis años los niños no entienden realmente el concepto.
Cuando son pequeños, sus chistes son surrealistas, sin congruencia. Ni siquiera
siguen las lógicas intrínsecas del chiste”, indica. Es lo que pasa
con las bromas que rompen los primeros tabúes sexuales. Ocurre a menudo que,
cuando los niños se dan cuenta de que algún chiste que han oído es fuerte,
pueden tener la precaución de guardarlo para compartirlo sólo entre ellos. En
otras ocasiones, lo cuentan a los padres para probar el efecto, aunque muchas
veces no conocen el alcance de lo que han oído, intuyen algo y tienen la
tentación de contarlo para ver qué pasa. Y es que su intención humorística no
siempre es voluntaria. Los razonamientos absurdos que llevan a cabo pueden ser,
a sus ojos, muy lógicos. O hasta serios. Mientras que a los adultos le parecen
muy divertidos. Por ejemplo, si un niño que se sube la primera vez a un avión
dice: “quiero bajar la ventanilla para tocar las
nubes”, es probable que lo piense en serio. Otra cosa es que los
padres estallen en una carcajada.
Tal
vez se debería contestar a una pregunta previa y esencial: ¿por qué lo niños
son tan divertidos?
“Una buena actuación de un cómico está hecha un 20% por chistes
y doble sentidos y el 80% por carisma y conexión con la audiencia”, dice
Addyman. “Los
cómicos en el escenario se ganan el público con su charme, cuando nos invitan a
compartir con ellos la visión del mundo que nos tienen preparadas. Los niños
hacen lo mismo. Les sale natural. Nosotros con nuestro amor somos una audiencia
receptiva a sus payadas. Además ellos son excelentes observadores. Para ellos
el día es una serie de momentos de sorpresa, de descubrimiento y tienen la
capacidad de sorprenderse. Disfrutan de ello. Y, así, ¡se ríen! Los pequeños son capaces de reírse sólo
porque están de buen humor. Los adultos, en cambio sienten que puede expresarlo
en una ocasión concreta, por ejemplo con un chiste”, asegura
este experto.
Es evidente que padres e hijos no
siempre coinciden en cuanto a humor. A menudo pueden producirse divergencias. “Los padres nunca tienen que desanimar a sus
hijos o castigarlos en sus esfuerzos para resultar divertidos. Es más:
deberían premiar sus intentos de ser graciosos, incluso cuando lo intentan con
acertijos, proposiciones curiosas, gestos teatrales o mensajes de vario tipo”, asegura
Franzini. “El
problema es que ciertos adultos consideran muchas de estas ocurrencias como
infantiles, con poco valor humorístico o hasta estúpidas, simplemente porque
los mayores aprecian más el humor que presenta un genuino factor sorpresa o un
contenido declaradamente sexual o agresivo”, añade.
¿Se
puede educar el sentido del humor a los más pequeños?
Por supuesto. A medida que crecen, los
pequeños pierden algo de espontaneidad, debido a su progresiva introducción en
el mundo de los adultos. Y su sentido de humor acaba resintiéndose. “Primero se
empieza a jugar, luego se va al cole. Momento clave: a partir de este día,
abandonan la anarquía y se empieza a imponerles un control de sus actos a
muchos niveles. A controlar sus
emociones positivas y negativas”, recuerda Addyman.
“Se nos enseña a no reírse de las personas, de que la vida es
seria, de que si ríes no puedes trabajar o estudiar, de que el políticamente
correcto no permite demasiado la broma, de que los hombres de negocios nunca se
ríen… y muchos otros mitos que al final acaban suprimiendo la risa en los
adultos que, así, estallan en risas incontroladas en lugares inapropiados como
iglesias, bodas, funerales…”, acusa Franzini, que hace un
llamamiento para que los padres no se obsesionen con reprimir. “Su deber es explicar a los hijos que existe
un humor que puede ser cruel y que debería evitarse, si se usa para herir a las
personas. Yo les recomiendo que hagan juntos en familia cosas divertidas:
compartir observaciones sobre las actividades del día, un programa de la tele.
Y que disfruten ellos mismos del humor”. Porqué al final si mamá
y papá se ríen, seguro que ellos también.
Categorías
del humorismo infantil
En su libro ¡Niños que se ríen! Cómo
desarrollar el sentido del humor de su hijo, el académico Louis
Franzini pone algunos ejemplos de cómo funciona el sentido del humor de los
más pequeños.
El
absurdo.
Razonamientos surrealistas. Ejemplo: “He perdido un juguete en el jardín. Pero como es de
noche, prefiero buscarlo en mi cuarto porqué puedo encender el interruptor”.
Desafío. Para
ellos, el humor es una manera de romper las convenciones sociales que poco a
poco van conociendo. Es una vía de tantear los límites, para descubrir su verdadera
personalidad. Por ejemplo, cuando con un espray pinta la pared de un edificio
poniendo “no
he sido yo”.
Exageración.
Multiplicar los hechos o minimizarlos al exceso, deformar la realidad, Por
ejemplo: “Paco
cuando nació era tan gordo que fue necesario llamar a cinco cigüeñas”.
Situaciones
embarazosas.
Describir situaciones ridículas, para demostrar superioridad. Por ejemplo, “era un señor
tan esnob que miraba todos de arriba abajo… hasta que perdió el equilibrio y se
cayó en la piscina”.
Incongruencia. Se
trata de juntar ideas incompatibles. O de relacionar, con tal de divertir,
conceptos que son inconexos. “Un señor entra en una heladería y pide una pizza cuatro
quesos”.
Burlas. Los
niños son a veces muy crueles, cuando toman el pelo a sus compañeros (“Daniela está
tan gorda que han tenido que encargar una puerta más grande para que entre en
clase...”). Hay que enseñarles a reírse con alguien y no de alguien.
Bufonerías. La
torta lanzada ala cara al estilo de las películas mudas: estamos más cerca en
este caso de la comicidad más que el humor.
Sorpresa. Son
todas las formas humorísticas derivadas del mecanismo del escondite (¡cu-cu!),
muy popular en los más pequeños.
Humorismo
verbal.
Chistes, adivinanzas, juegos de palabras y trabalenguas. Típico de la última
etapa de la infancia.
EDAD Y
HUMOR
0-3:
Primero es la risa
inducida o provocada (las cosquillas). Luego toca al humor imitativo,
o pro social. A partir del año, la incongruencia de lo que ven, respecto a lo
que conocen les resultará divertido. Decir que un caballo hace muuu para ellos
es de los más cómico. Al no dominar el lenguaje, emplean muchos gestos. Quieren
ser bufones por el mero placer de serlo. Hacer reír a sus papás es fundamental.
5-7: Se
ríen de chistes y adivinanzas que no requieren un desarrollo y un pensamiento
excesivamente lógico o estructurado. La exageración es tal vez el recurso
humorístico que consigue más éxito. La frase “me comería un billón de trozos de pizza”,
a un adulto puede parecerle un absurdo o una ingenuidad, pero para un niño es
graciosa. No
entienden todavía los tabúes, pero intuyen que hay algo detrás de ciertos
temas.
8-10: La
estructura de las bromas se complica. Entienden (o creen entender) el doble
sentido y las segundas intenciones. La sexualidad se percibe como un tabú que
hace gracia romper. Los temas escatológicos (las pedorretas, las cacas) ganan
popularidad. El
humor sirve para desafiar reglas.
11-12:
Frente al humorismo físico y visual empieza a tener más importancia el verbal.
En esta fase, la diferencia de género se acentúa: los chicos toman más la
iniciativa de contar chistes para impresionar, mientras que las niñas son más
dispuestas a reírse. La adolescencia se asoma.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada