En la época de Buda vivió una anciana
mendiga llamada "Confiar
en la Alegría". Esta mujer observaba cómo reyes, príncipes y
demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría
gustado más que poder hacer ella lo mismo.
Así pues, salió a mendigar, y después
de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite
para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía
comprar nada.
Sin embargo, al saber que quería el
aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería.
La anciana fue con el aceite al
monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó delante de Buda
mientras le expresaba este deseo:
–No puedo ofrecerte nada más que esta minúscula lámpara. Pero,
por la gracia de esta ofrenda, en el futuro sea yo bendecida con la lámpara de
la sabiduría. Pueda yo liberar a todos los seres
de sus tinieblas. Pueda purificar todos
sus oscurecimientos y conducirlos a la iluminación.
A lo largo de la noche se agotó el
aceite de todas las demás lamparillas, pero la de la anciana mendiga aún seguía
ardiendo al amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo de Buda, para
retirarlas.
Al ver que aquella todavía estaba
encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó:
"No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida
durante el día", y trató de apagarla de un soplido.
Pero la lámpara continuó encendida. Trató de apagarla con los dedos, pero
siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aun así siguió ardiendo.
Buda, que había estado contemplando la
escena, le dijo:
–¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No
podrías ni siquiera moverla, y mucho menos apagarla. Si derramaras toda el agua
del océano sobre ella, no se apagaría. El agua de todos los ríos y lagos del
mundo no bastaría para extinguirla.
–¿Por qué no?
–Porque esta lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de
mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa.
Cuando Buda terminó de hablar, la
mujer se le acercó, y él profetizó que en el futuro llegaría a convertirse en
un buda perfecto llamado "Luz de la
lámpara". Así pues, es nuestra motivación,
ya sea buena o mala, la que determina el fruto de nuestros actos.
Shantideva dijo:
"Toda la dicha que hay en este mundo,
Toda proviene de desear que los demás sean felices;
Y todo el sufrimiento que hay en este mundo,
Todo proviene de desear ser feliz yo".
Puesto que la ley del karma es
inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos
directamente a nosotros mismos, y cada vez que les proporcionamos felicidad,
nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura.
Extracto
del libro:
Recopilaciones
"Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri
Deva Fénix
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