Se tiende a buscar (y al mismo tiempo a temer) las parejas sin
ataduras.
El mundo de la rapidez e inmediatez afecta a lo afectivo
“Compromiso” es hoy día una palabra casi maldita entre los jóvenes
Si ya nada es para siempre, aún
menos las relaciones de pareja, cada vez más frágiles, inestables, fugaces y
perecederas. ¿Es una tendencia de ida sin vuelta? ¿Suena mal? ¿Es positiva?
"Mi
hija -que se casa dentro de diez meses- me consulta a menudo sobre cómo
proteger sus derechos en el negocio que tiene con su novio. entiendo perfectamente.
Pero me preocupa que ahora los jóvenes empiecen su vida en común con una
perspectiva tan poco sólida de lo que se supone es un proyecto de vida",
Está muy enamorada y satisfecha con todos los
aspectos de la relación, pero lo que tiene claro es que no hay nada para
siempre. La comenta Mercé, empresaria de 60 años.
Relaciones sólidas como la de Paul Newman y Joan
Woodward, quienes, hasta la muerte del actor, afirmaron haber sido muy felices
durante los más de 50 años que duró su matrimonio, son infrecuentes. Son
tiempos en que el enamoramiento y las relaciones afectivas se parecen más a las
que viven los personajes de Scdnfeld, o Anatomía de Grey.
Es
decir, uniones intensas, fugaces y frágiles, más cortas y menos comprometidas. Aunque la
gente quiere vincularse, prefiere relaciones ligeras que no demanden demasiado
esfuerzo. Esto es el amor líquido, término acuñado por Zigmunt Bauman, filósofo y catedrático
emérito de Sociología en la Universidad de Leeds y la Universidad de Varsovia y
ganador del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010. Bauman
afirma que en
la sociedad líquida de la posmodernídad, se han resquebrajado los cimientos de
las ideologías, la economíay las relaciones, que las estructuras -poco
consistentes- se pueden cambiar con facilidad, y la pareja no supone una
excepción.
En la búsqueda de identidad y autonomía se
establecen vínculos frágiles y perecederos. El deseo de vivir el presente lleva a falta
de compromiso y entrega. Los motivos cambian con facilidad yel
anhelo de preservar la libertad personal y de tener un espacio propio muchas
veces colisionan de frente con el concepto de una relaciónn estable. Son cada
vez más numerosas las búsquedas virtuales sin objetivos a largo plazo. Y las
relaciones empiezan y acaban a la misma velocidad, cuando atraen otros
productos, como sucede en general en la sociedad líquida que también describe
el autor.
Los códigos sociales del pasado exigían constuir
una familia y luchar por mantener la pareja en medio de las dificultades. Ahora
se tolera menos el dolor y la insatisfacción y no hay por qué soportarlas en
nombre de la estabilidad. Del amplio menú disponible, se eligen opciones
diferentes a la pareja concebida tradicionalmente. Esto no quiere decir que el amor duradero,
que se fundamenta en la intimidad, la fidelidad y el esfuerzo cotidiano, haya
desaparecido, pero ya ha dejado de ser la única fórmula de amar.
Si algún signo caracteriza nuestro tiempo, ese es
la convivencia de diferentes esquemas y modelos en una misma comunidad, en un
mismo grupo y, a veces, en una misma persona. Ante el ritmo vertiginoso de un
mundo en renovación permanente y con actualizaciones al segundo, el individuo
se ha visto abocado a nuevos retos. Las nuevas formas y entes sociales, sin
tiempo para consolidarse, ya no le sirven de marco de referencia en sus planes
a largo plazo; ante la inmediatez que requieren las exigencias actuales tiene
que hallar nuevas formas de organizar su vida. Enfrenta innumerables y
símultáneos proyectos que en ocasiones no suponen una secuencia que conceptos
como carrera y progreso requieren. Precisa flexibilidad y capacidad de adaptación; estar
permanentemente preparado para cambiar de técnicas y tácticas, casi
sin aviso, abandonar compromisos y lealtades para aprovecharlas oportunidades
alas que tiene acceso. Ya no compra el reloj para siempre, ni tiene el trabajo
para siempre, ni la casa para siempre; tampoco concibe la pareja para siempre.
¿Vida
libre-vinculada? David y Susyse conocieron en sus estudios de
posgrado y, tras una relación de dos años, se fueron a vivir juntos. Se casaron
hace seis meses y al cabo de cinco semanas se separaron. Él explicó que se
sentía ahogado, lo que ella y las respectivas familias no consiguen entender,
pues en la práctica su vida no había cambiado: continuaban viviendo en el mismo
piso, con sus respectivos trabajos, compartiendo amigos y actividades,
realizando aficiones personales, no hubo conflictos ni dificultades; al parecer
nada había cambiado significativamente, pero sí para David, que se sintió atado
en su nueva condición. Esta amenazaba su autonomía que antes, al parecer, no
estaba en juego. Las relaciones sentimentales están atrapadas entre las
irreconciliables necesidades de seguridad y de libertad. Los lazos
fijos y duraderos en relación con la familia, la pareja ya no son sinónimo de
seguridad ni resultan imperativos, ineludibles ni deseables.
El amor supone elección libre y compromiso con una
persona que a su vez tiene la misma libertad para elegir y el empeño de seguir
adelante con la relación. Ahora bien, en ausencia de las garantías que ofrecían
las convenciones sociales, el compromiso parece unilateral y, en consecuencia,
precario. El matrimonio tradicional de la modernidad sólida significaba
permanecer juntos en lo bueno y en lo malo, más por convenciones enraizadas,
que por las circunstancias. Y la permanencia en él, no fusionaba
satisfactoriamente las funciones tradicionales con el ideal de una elección
libre. ¿Resuelve
la posmodernidad líquida, la tensión entre la libertad individual y la vinculación
amorosa? No parece que así sea, pues se tiende a buscar y a temer al mismo
tiempo las relaciones sin ataduras.
Esa es la esencia del amor líquido, marcado por la
inseguridad y la fragilidad, que describe Bauman: "El eterno deseo de conectarnos y
formar lazos, pero al mismo tiempo dejando los nudos flojos, preparados para la
huida `cuando haga falta'. Queremos
la seguridad que nos brinda un `para
siempre', pero al mismo tiempo le tememos, y este temor nace de una
paradoja: queremos ser libres para tener
la libertad de movernos y `relacionarnos'. Y cuando encontramos dicha
relación, la saboteamos con el fin de seguir buscando `relaciones'..:', concluye
el pensador polaco. Así pues, dejar el nudo flojo mantiene las opciones
abiertas.
Hay varias opciones del menú actual. Parejas a
tiempo parcial que no comparten vivienda o círculos de amigos, comparten cuando
les apetece, "estamos muy bien así",
"veremos cómo funcíona", "no me quiero complicar la vida".
O bien parejas que viven juntas, comparten amigos y actividades, pero que saben
que el precio de una ruptura no sobrepasa un cambio de domicilio. También
parejas abiertas con el no-compromiso explícito, etcétera. Todo ello se pone en
evidencia cuando a alguien le preguntan sobre su pareja y contesta: "Estamos bien, pero...". Peros
que suelen ser muy variados y cuyo objetivo es dejar la cadena que te une con
tu pareja un tanto abierta,"por lo que pueda pasar".
Son pocos los que contestan "estamos
estupendamente", "nos amamos como locos" o "siempre
estaremos juntos". De hecho, cuando alguien responde algo
así podemos pensar: ¡qué ser más iluso! Y es así porque somos hijos de la
modernidad... ¿cómo negarlo?, y las expresiones de amor explicito e incondicional ahora
parecen de lo más cursi y un tanto falsas. "Guardamos contactos en Msn, Facebook,
o cualquiera de las redes de amigos y catalogamos a los 'por si acaso', porque la idea central es nunca quedarse sin
recursos. Somos fácilmente reemplazables y no siempre reciclables, pasamos de
ser únicos e irrepetibles a un “si te he visto, no me acuerdo”. afirma
Carlota, de 29 años, que se revela como claro exponente de la generación
líquida.
Pero
en la base de una actitud aparentemente frívola, habitualmente residen los
miedos: miedo a la soledad y miedo a las relaciones. Hombres y
mujeres que se sienten desechables. Temen que una relación estable se convierta
en una carga, huyen de las tensiones que no quieren experimentar. Chicos y
chicas se quejan sobre lo dificil que resulta conocer a alguien que en cuanto
percibe una dosis de compromiso no huya despavorido. Y creen que esto
condicionala espontaneidad. "No quiero llamarle para no parecer intensa",
"no quiero que se sienta atado", "es muy independiente y no
parece interesada en comprometerse", "no me atrevo a dar más pasos
para que no se agobie", "no conviene aferrarse a nadie porque en
cualquier momento te manda a la papelera", "con un simple clic del
ratón, tras un mensaje, un whatsapp o un e-mail, te puede borrar de su
vida", son algunos de los comentarios en una improvisada
encuesta sobre las expectativas en las relaciones afectivas con una muestra de
quince jóven es barceloneses entre los 25 y los 35 años.
En consulta Los vínculos
ambivalentes son preocupación mayoritaria de la gente que pregunta en consulta
sobre el amor, las relaciones, las rupturas; en general, sobre las pérdidas
afectivas. El desencanto del amor está instalado en las sesiones de terapia,
como lo está en las conversaciones cotidianas. Como describe la psicóloga
argentina, Bettina Calvi, "en los
consultorios se escucha a diario la muerte de alguna pequeña o gran esperanza
de amor. Muerte debida al miedo o a la fobia. Y a la enorme dificultad de creer
en proyectos compartidos. Ellas (y
ellos, antes sólo ellas) se quejan del touch and go; y ellos (y ellas, antes sólo ellos) de la amenaza latente de ataduras. Consultan
cómo reforzar la relación pero también cómo, en caso de necesidad, separarse
sin dolor y con la conciencia tranquila.
Según Bauman, las personas esperan escuchar de los
expertos "cómo
lograr la cuadratura del círculo; cómo comer el pastel y conservarlo al mismo
tiempo; cómo saborear el dulzor de la relación omitiendo los bocados amargos y
menos tiernos; cómo conseguir que el vínculo confiera poder sin que la
dependencia debilite; cómo lograr que habilite sin condicionar; cómo sentirse
plenos, que no sobrecargados..:'. Algunos consejeros de pareja
afirman que hay quienes no se atreven a consultar en primera persona, ni a
comentarlo con su entorno próximo, y acuden a publicaciones semanales o
mensuales -o a foros en la red- en los que se relatan amores y desamores de
desconocidos y se consuelan viendo que no están solos en sus aflicciones.
Aprenden de otros lectores o internautas, a tratar con las "relaciones de bolsillo",
descritas, por Catherine Jarvie en
el periódico británico The Guardian, como instantáneas y disponibles; aquellas
que se usan cuando hace falta y, cuando no, se guardan en el bolsillo para una
próxima ocasión.
Contrapunto Bauman plantea
con audacia una teoría que sin duda resulta polémica, pero que no está muy
alejada de la nueva realidad con la que muchos se identifican o identifican a
alguien; es la era de los productos listos para usar, las soluciones rápidas,
la satisfacción instantánea, los resultados sin esfuerzo, las recetas
infalibles, los seguros contra todo y las garantías de devolución. Y este clima,
en el que resulta dificil calcular, proyectar o predecir, también condiciona la
vida afectiva.
Las relaciones profundas se sustituyen por un
caudal de contactos poco consistentes. Bauman invita a buscar medidas para que los cambios
tecnológicos y culturales no desvirtúen aquello que, sin demagogia, puede ser
llamado el proyecto hombre. "A mi alrededor hay mucha gente que ya antes de
emparejarse piensa que un día se separará o divorciará, algunos emparejados ya
tienen medidas previstas para tina hipotética salida. Creo que con esta actitud
te preparas mentalmente para la ruptura y esto interfiere en la evolución y
refuerzo de la relación. Desde luego, tampoco estoy de acuerdo con los usos del
pasado, en el que muchas parejas permanecían juntas por la seguridad económica
o las conveniencias socíale”, afirma Laia, de 30 años.
Cabe
preguntarse: ¿hemos acabado con el amor a base de conferirle flexibilidad,
falta de consistencia y duración a nuestros vínculos afectivos? ¿Se trata de
la búsqueda de oportunidades más atractivas y al mismo tiempo del miedo a
establecer lazos fuertes? ¿Estamos dispuestos a aceptar que el vínculo amoroso
sucumba en aras de la posmodernidad? Todos conocemos a alguien en quien
reconocemos -algunas, si no todas - las características del amor líquido.
Aquellos que parecen no saber lo que quieren, que se debaten entre el amor y la
huida, que no aceptan o reconocen una implicación profunda con sus parejas. A
alguno o algunos que utilizan las relaciones de bolsillo; y también a alguien
que haya hecho uso, como describe Bawnatt en su libro Vída de consumo (Fondo de Cultura Económica, 2007), de un "dispositivo de seguridad que permite la posibilidad
de desconexión instantánea, inocua e (eso se espera) indolora". ∎
SI LA COSA FUNCIONA
Comedia romántica dirigida por Woody Allen (2009). Trasfracasar en su
matrimonio (su mujer lo abandonó), en su carrera (estuvo a punto de ganar el
premio Nobel de Física) y en sus intentos de suicidio, Boris Yellnikoff (Larry
David), el personaje princípal –mezcla de Allen y del propio David, escritor,
actor y productor de sedes como Seinfeld y
Curb your enthusiasm (HBO)-se convierte en un viejo cascarrabias. Una noche
encuentra en el portal de su casa de Nueva York a una joven sureña, Melody
(Patricia Clarkson), que le pide acogida durante unos días. Él acepta a
regañadientes, pero poco a poco surge entre ellos una relación especial. La
llegada de los desubicados padres de Melody da lugar a un laberinto de enredos
familiares y sentimentales. Las parejas se deshacen y realinean en esquemas
afectivos que satisfacen sus necesidades, sugiriendo que no existen reglas en
el amor y que es preciso ser flexible y realista.
"Aprovecha
todo el amor que puedas dar o recibir, toda la felicidad que puedas birlar o
brindar; cualquier medida de gracia pasajera, pues si la cosa funciona...", afirma
Borís. Allen ofrece una visión pesimista pero divertida acerca de las
cuestiones de la vida, donde las relaciones con las otras personas son tan
volátiles que lo que único que queda poresperar es "Que la cosa funcione" Es un buen retrato de las
reflexiones de Zygmunt Bauman acerca dei amor líquido y el amor sólido, la
modemidad líquida y la modemidad sólida. Donde la felicidad es más una búsqueda
activa que una circunstancia estable.
EL PRINCIPITO
-¡Buenos días!
dijo el zorro.
-¡Buenos días!
–respondió cortésmente el principito, que se volvió pero no vio nada.
-Estoy aquí
bajo el manzano -di jo la voz.
-Quién eres
tú?-preguntó el príncipe-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un
zorro-dijo el zorro. -Ven a jugar con migo -le propuso el principito-, ¡estoy
tan triste!
-No puedo
jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
-¡Ah,
perdón!-dijo el principito-. Pero después de una breve reflexión, añadió: ¿Qué
significa domesticar?
–Tu no eres de
aquí-dijo el zorro-, ¿qué buscas?
-Busco a los
hombres-le respondió el principito-, ¿qué significa domesticar?
-Los hombres
-dijo el zorro tienen escopetas y cazan iEs muy molesto! Perotambién crían
gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
-No-dijo el
principito-. Busco amigos. ¿Qué significa domesticar?-volvió a preguntare!
principito.
-Es una cosa
ya olvidada -dijo el zorro-, significa crear vínculos.
-¿Crear
vínculos?
-Efectivamente,
verás-dijo el zorro-. Para mí no eres más que un muchachito entre cien mil
muchachitos y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que
un zorro entre cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el
uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo
... Si me domesticas, mi vida se llenará de sol... sólo se conocen las cosas
que se domestican. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran
cosas hechas a los mercaderes. Como no existen mercaderes de amigos, los
hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
-Empiezo a
entender –dijo el principito-, hay una flor... creo que me ha domesticado.
En la antítesis del amor líquido está El Principito, de Antoine de
Saint-Exupéry, escrito en 1847. Considerado un clásico de la literatura
infantil, una fábula infantil para adultos o un cuento para adultos dirigido al
niño que todos fuimos alguna vez y que reside en nuestro interior, analiza la
soledad que envuelve al hombre contemporáneo por las prisas en que vive, en su
afán de poseer cosas en contraste con lo que le pide su corazón: establecer
vínculos a fin de que la vida tenga sentido.
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