1. DEJA DE RUMIAR. Tú no eres
una vaca, eres una persona. ¿Alguna vez rumiar te llevó a la solución? No. Al
revés. Rumiar alimenta el cerebro, es como echarle alpiste a un
pollo. Cuanto más alpiste, más gordo. Cuantas más vueltas le das, mayor la
atención que prestas a tus pensamientos. Estás maleducando a tu cerebro. Lo
estás entrenando para que dé vueltas y vueltas a algo que, por lo general, no
depende de ti. Por
más vueltas que dan tus pensamientos, no aparecen las soluciones. ¿Por qué?
Porque la mayoría de veces rumias sobre preocupaciones inútiles. Preocupaciones
sobre las que tú no tienes poder de actuación. Buscas darle vueltas a ver si
por si acaso, en alguna rotonda neuronal, aparece el milagro. Pero no va a
aparecer. El
milagro está en dejar estar lo que no depende de ti. Apunta lo que
rumias en una libretita, aléjalo de ti. Cuando te surjan ideas que valgan la
pena en relación a ese problema, abre la libreta y anótalas. Y mientras estate
atento a lo que pasa en tu vida, no en tu cabeza. Los detalles, los momentos,
tu trabajo, tu gente... ahí tienes que estar, y no en el prado con las vacas.
Y deja de razonar, dar explicaciones a todo lo que te pasa...
porque no te pasa nada. Solo es ansiedad. Es más inofensiva que un virus de
estómago.
2. DEJA DE JUSTIFICARTE. Te das
explicaciones para no enfrentarte a tus miedos, se las das también a
los demás para que puedan entender tu falta de atrevimiento o tu bloqueo. Nadie
necesita las explicaciones salvo tu conciencia, a la que parece que necesitas
dejar tranquila. Pero ni siquiera a ella estás obligado a darle razones. Tienes
la libertad de decir NO o de no ir donde no te apetezca. Otra cosa es que
quieras vencer tu miedo y enfrentarte a la situación... eso sí, cuando tú lo
decidas. Pero
mientras elijas seguir en tu zona de confort, no tienes que dar explicaciones a
nadie para seguir ahí.
3. DEJA DE EVITAR. Cada vez que
evitas tu miedo, incrementas el nivel de ansiedad con el mismo. Te
ves más lejos de tu objetivo y te contemplas como alguien incapaz de afrontar
situaciones y actividades que otros sí resuelven. Tú no eres ni más ni menos
que nadie, ni más ni menos capaz. Solo eres una persona que está evitando. Te
aseguro que la percepción de miedo es subjetiva, y que es más tremendo desde
fuera, desde tu punto de vista, que si te enfrentaras al miedo. Te animo a
quitarle valor a pasarlo mal, a estar nervioso. ¿Conoces a alguien
que se haya muerto de ansiedad? No, y yo tampoco. Así que enfrentarte no debe ser tan
peligroso.
4. DEJA DE PENSAR EN TODAS Y CADA UNA DE LAS
CONSECUENCIAS DE DAR UN PASO AL FRENTE. Ser valiente tiene su puntito de
inconsciencia. No puedes vivir en un mundo de fantasía, hay que
tener los pies en el suelo. Pero debes correr un poco de RIESGO. La vida son
decisiones, perder, ganar, jugar. Nada sucede si no participas. No tengas miedo
de equivocarte. El error forma parte del aprendizaje. Es más,
siéntete orgulloso de tus errores, forman parte de tu crecimiento. ¿De verdad
piensas que Nadal jugaba tan bien hace 15 años? No, ha ido creciendo con su
trabajo, mucho esfuerzo y sus errores. Puedes equivocarte, debes equivocarte. Cuando
le pierdas miedo al fallo, perderás tu ansiedad, además de quitarte una mochila
que pesa muchísimo.
5. DEJA DE HACER JUICIOS DE VALOR CONSTANTES
CON TODO LO QUE OCURRE A TU ALREDEDOR. Tus
pensamientos son solo eso, pensamientos. No siempre te definen. Lo que te
definen son tus actuaciones. Deja de temer a lo que te atormenta. No
todo tiene un significado, y mucho menos un significado catastrófico. No todos
los y si... pueden acabar la frase en desgracias. Y si tienen que acabar en desgracias, ¿las
podrás evitar tú? No. ¡Pues eso! Pensar de forma catastrófica y
anticiparte a los peligros la mayoría de las veces, lejos de controlarlos, los
provoca. Porque tanto piensas en las desgracias que pueden suceder, que tu cerebro solo
atiende las señales que indican lo negativo, obviando todas las flores que te
ofrece la vida. Deja de juzgar lo que pasa alrededor, deja de juzgar
a la gente (eso es de cotillas) y deja de juzgarte a ti. Y haz lo que te apetece, deseas y
fantaseas.
6. DEJA DE ESCANEARTE. Las
personas con ansiedad están todo el santo día comprobando sus constantes
vitales... que si palpito, que si estoy pálido, que si tengo ojeras, que si no
puedo respirar, que mira cómo tengo la tensión. Se conocen mejor por dentro que
por fuera. Aléjate de todo el chequeo. No tienes nada más que la reacción de tu
sistema nervioso. Y que además lo tienes loquito perdido con tantos
pensamientos amenazantes. El pobre sistema nervioso está todo el día en
guardia, en alerta, esperando salir corriendo o atacar. Y resulta que las
amenazas son situaciones como no pasar una entrevista de trabajo o que la
persona a la que amas no te haga caso. En el momento en el que dejes de contemplar tu mundo como
una amenaza, dejará de latir el corazón como si se te saliera del pecho. Y
recuerda, DA
LAS GRACIAS PORQUE TE LATA EL CORAZÓN... ¡SIGNIFICA QUE ESTÁS VIVO!
7. DEJA DE RESPONSABILIZARTE Y PREOCUPARTE DE
MÁS.
Muchas personas se creen más responsables y perfectas por preocuparse de todo,
que los que PASAMOS de nuestros miedos. No existe una relación directa entre la responsabilidad y
el sufrimiento. Tomarte la vida a chufla no hace que te desligues de
tus preocupaciones. Tomarte la vida a chufla te lleva a que no te afecten y te
bloqueen la vida. La diferencia es abismal. Cuando una preocupación no dependa
de ti, esas que calificamos como inútiles, piensa la viñeta que Forges se
estaría inventando con tu problema. Trata de tomarte con humor y risa aquello
de lo que no te puedes ocupar. A mí este ejercicio, el de pensar qué pensaría
Forges en mi situación, me viene genial. Tener humor te confiere control.
8. DEJA DE HABLAR DE TU TEMA CON TODO EL
MUNDO, INCLUIDO TÚ MISMO. Hablar sobre tu ansiedad, sobre cómo paraliza tu vida y
lo mal que te encuentras y desgraciadito que eres, no aporta soluciones.
Solo contaminas al que tienes al lado, te recreas en tu desgracia y te sientes
mal después de la conversación. Habla de soluciones, no de problemas. Busca
apoyo en quien te pueda dar buenos consejos. A veces los amigos y la familia
tienden a proteger a quien sufre, pero no es una ayuda. Valora los comentarios de quien te diga que
tires adelante y que te pongas las pilas.
9. DEJA DE DEJAR DE VIVIR. ¿En qué momento
decidiste dejar de vivir, marchitarte, perder oportunidades para darle valor a
una simple emoción? Hombre no, no. Puedes vivir estando triste,
ansioso, frustrado, molesto, impaciente. Las emociones no bloquean tu vida. Lo que te
ocurre es que como deseas evitar sentirte mal en esa búsqueda de la felicidad
plena que nos han vendido, evitas situaciones que te hagan sentir mal. Pues esas emociones
forman parte de la vida, de madurar, de crecer, de tu progreso.
Aprender a convivir con ellas es lo que mejor que te puede pasar. Y esto no es
un canto a la infelicidad, ni mucho menos. Es simplemente coger experiencia con
ellas, para que cuando lleguen, las sepamos tolerar. Y el resto de la vida, a vivir de forma
plena.
10. DEJA DE ENAMORARTE DE TU ANSIEDAD.
Vamos, por todos los santos, ¡le prestas más atención a tu ansiedad que a tu amor!
Te observas, te valoras, piensas, le dedicas tiempo, te limita tu vida, te
quita tu espacio, postergas tus prioridades, te enfadas con ella, la rechazas y
te vuelves a enamorar. SE ACABÓ. Deja de darle valor. Le das valor
cuando le haces caso. Acepta que está contigo, que está ahí, pero sigue tu
camino. Como decía Rocky, "hay que
soportar sin dejar de avanzar. Si tú sabes lo que vales, ve y consigue lo que
mereces, pero tendrás que soportar los golpes de la vida".
Pues eso, si tienes deseos, lucha; si quieres ser libre, sal a la calle; si
quieres conducir, métete en el coche; si quieres un aumento del sueldo, tendrás
que pasar por una conversación incómoda con tu jefe; si te sientes maltratado
tendrás que enfrentarte y hablar con la persona. Siempre tendrás que hacer cosas a pesar de
la incomodidad. Haz un dibujo de tu ansiedad y CASTÍGALA dejándola en el coche
o en tu casa cuando no quieras que te acompañe a una situación en concreto.
Dile algo así como "hoy te quedes en casa nena, no te
necesito para ir a la compra. Bye Darling".
Gracias.
ResponEliminaCuanta razón..parece como si todas y cada una de las palabras de la autora, estuvieran escritas, más que con letras, con cada sentimiento y cada respuesta que tenemos muy en el fondo de nosotros mismos...pero cuando la ansiedad es tan fuerte, es como so fuera un tornado, de manera que cuando quieres conectar contigo mismo, con las respuestas y soluciones que llevamos tan adentro....ese tornado te abduce hacia afuera de tí misma, y ahí dentro siguen quedando las soluciones, que las conocemos muy bien, pero el tornado nos impide ni siquiera rozarlas con la punta de nuestros dedos.Gracias..seguiremos intentándolo.Un abrazo
ResponElimina