Todo amor idealizado se puede convertir en una gran decepción.
Aquel que idealiza puede negar su
propia valía.
La idealización no suele ser
una buena compañera de viaje en una relación de pareja, porque la decepción
aparece con la misma fuerza con la que se ha idealizado.
“Nadie es
perfecto”, es la popular frase de la ya legendaria escena final de Con faldas y a lo loco (1959), obra
maestra de Billy Wilder y sin duda
una de las mejores comedias de la historia del cine. Y la verdad es que nadie
lo es; sin embargo, en ocasiones atribuimos a las personas un grado de
perfección que no poseen. Y, por supuesto, sucede en la relación
amorosa. Sin duda, es importante creer en la pareja, admirarla y reconocer su
valía y logros: pero a veces la imagen que tenemos -o fabricamos de esta~
responde más a una idealización que a la realidad. Y somos capaces de construir
verdaderos castillos en el aire, de imaginar personas que no existen, de
magnificar lo que nos interesa y minimizar lo que no.
“No nos unimos a una pareja, nos unimos a tres: la persona que es, la persona que pensamos
que es y la persona en que se convertirá como resultado de ser nuestra
pareja", afirmó en la década de los sesenta, Richard Needham, humorista y columnista de The GiobeandMail, el
periódico canadiense de habla inglesa de mayor circulación. La mayoría de las
personas ha idealizado a alguien sin darse cuenta, es una especie de maquillaje que pretende
embellecer y disimular sus imperfecciones. En las relaciones de
pareja, uno de los dos sobrevalora al otro en virtud del afecto que le profesa.
Se conoce como "pacto
de negación", con el que el inconsciente niega lo negativo o lo que no le gusta
del otro y magnifica sus virtudes y fortalezas. Es grato ysatisfactorio
en las primeras etapas de la relación admirar tanta belleza interior y
exterior. Pero si se idealiza permanentemente se le sitúa en un lugar tan
elevado, que difícilmente podrá satisfacer las expectativas depositadas en él.
Cualquier problema menor puede convertirse en una gran, decepción. Pasado el
efecto de las endorfinas, se comienza a tener una imagen más consciente y menos
idealizada y si el ser amado cae del pedestal, el dolor y la frustración son
proporcionales al grado de perfección que se le había atribuido. No en vano se
afirma que las
elevadas expectativas son la antesala de la desilusión. "Me di
cuenta de que había idealizado a Víctor; admiraba todo lo que hacíay disculpaba
sus defectos. Mis amigas no lo veían tan maravilloso pero yo pensaba que no lo
conocían realmente. Creo que estaba deseando que fuese la pareja indicada,
encontraba mil cosas positivas que en realidad no tenía y me mentía a mí misma.
Ahora, con la perspectiva del tiempo, puedo ver que no era tan estupendo como
yo creía, pero tampoco tan imperfecto como lo veía mi entorno",
explica Laura de 38 años.
¿Por qué idealizamos? Algunos piensan que es un
intento de compensar la falta de afecto; otros, que responde a un gran ego con
el que se quiere demostrar al mundo que lo propio es perfecto negando las
indudables debilidades, y muchos, que se relaciona con la baja autoestima Art Waller, junto a otros
investigadores de la Utha State University fue el primer científico social que
describió la tendencia a fantasear sobre la unión ideal, en los inicios de una
relación amorosa; a focalizarse en las virtudes del ser amado, ignorando sus
defectos. Pero no sólo se idealiza en la etapa de galanteo, muchos continúan
haciéndolo a lo largo de una relación estable. Uno de los mecanismos de defensa
descritos por Sigmund Freud es la idealización
en el cual, de manera inconsciente, se llevan a la perfección las cualidades y
el valor del objeto del amor que resulta engrandecido y exaltado y que no
permite una valoración correcta ni de uno mismo ni del otro. Interviene de
forma especial en la vida amorosa "El objeto es tratado como el yo propio y en la
pasión amorosa se derrama sobre el objeto una cantidad importante de libido
narcisista. En algunas formas de la elección amorosa llega incluso a
evidenciarse que el objeto sirve para sustituir un ideal propio y no alcanzado
del yo".
Según otra psicoanalista, Melanie Klein, estaría "inevitablemente
unido a la disociación y se vincula con una negación mágica omnipotente: las características indeseables del objeto
son negadas, mientras a la vez es cubierto de bondad, amor, belleza,
invulnerabilidad, poderes mágicos...". La idealización de
la primera infancia se mantendría, en cierta medida, a lo largo de vuida adulta
(enamoramiento, ideales de vida, etcétera). Preferimos idealizar para autoengañarnos y
no enfrentarnos a la realidad, para no lastimarnos con el látigo de la verdad.
El psicólogo Walter Riso afirma que "estamos
tan cegados por el intenso torbellino emocional que sentimos en nuestro
corazón, que no vemos al otro tal como
es, sino corno nos gustaría que fuese". Pero una vez se
desvanecen los efectos del enamoramiento, los amantes empiezan a verse
realmente como son y es entonces cuando empieza la verdadera relación de pareja
¿Y qué o a quién idealiza usted?
¿Quizás ha idealizado o actualmente idealiza a su pareja? ¿Tiende a idealizar a
aquellos que tienen algo que usted no tiene?
¿Acaso puede ser positivo? Es más habitual
quejarse del compañero que explicar sus bondades; las dinámicas y tribulaciones
de las relaciones estables generan innumerables bromas y aquellos que alaban a
sus parejas son vistos como una rareza. Parece indiscutible que la persona que
idealiza a otra vive fuera de la realidad y se expone a sufrir desengaños. Sin
embargo, estudios recientes parecen rebatir este concepto. Es el caso del
llevado a cabo en 1a Universidad de Buffalo, por la psicóloga social Sandra Murray y sus colaboradores. Los
investigadores señalaron que las personas que idealizan a sus parejas están más
satisfechas con sus relaciones, porque encuentran la manera de ver las
cualidades positivas al tener una perspectiva más optimista sobre la relación.
Reconocen virtudes que no son tan obvias para los otros, lo que supone un
efecto protector para el vínculo y evita caer en la crítica y la
culpabilización. Murray concluye: "No creo que se engañen así mismos, están viendo a
su pareja a través de unos lentes optimistas y eso es positivo, porque ver al
compañero de la mejor manera da razones para afrontar los problemas de toda
relación... Los resultados parecen desestimar la teoría de que la idealización
es siempre negativa; no dejan ser sorprender y, desde luego, abonan un terreno
apto para la polémica...
Agotamiento por intensidad "Al principio me gustaba y, no puedo negarlo,
aumentaba mi ego. Pero el listón cadavez era más alto. Tenía que hacerlo todo
bien y parecía que no había lugar para las equivocaciones, ni tiempo para
perder. Lo que antes me halagaba, ahora
me presionaba y terminó ahogándome", explica
Miquel de 42 años. Las relaciones se acaban por falta de afecto, pero
también por sentimientos y expectativas demasiado elevadas. Es lo
que se denomina agotamiento por intensidad. Desde luego, sentir intensamente no
es negativo, pero sí lo puede ser cuando se distorsiona la realidad. En las
relaciones que se inician con fuertes sentimientos y gran pasión, las ingentes
expectativas mutuas pueden verse frustradas al cabo de un tiempo. Es entonces
cuando aparecen las quejas; uno de los amantes puede sentirse desilusionado por
la falta de intensidad del otro, porque no es lo que creía que era y seguiría
siendo. El problema es que se han inventado el uno al otro. Uno de ellos
puede haber pretendido crear el compañero ideal, pero con el paso del tiempo
haber descubierto sus limitaciones, inseguridades y miserias... y es entonces
cuando llega la decepción. Si se dirige toda la energía hacia ese
compañero perfecto, el otro puede cansarse de serlo tanto y de ser depositario
de tantas expectativas. No es fácil para aquel que ha sido puesto en el
pedestal si las demandan no cesan; acaba exhausto porque no puede continuar con
el ímpetu que el otro considera necesario. En algún momento puede no entender
cuál es el problema y descubrir que ya no es perfecto, ni casi perfecto, ni
poco perfecto, ni algo imperfecto, tal vez es totalmente imperfecto.
Mientras tiene idealizada a
la pareja, el individuo es cariñoso, atento, feliz. Cuando empieza a
devaluarla, simultáneamente inicia la idealización de otro potencial compañero.
Entonces, es amable y generoso con el nuevo ideal y comienza a comportarse de
forma resentida, e injusta con el ahora devaluado. Sólo ve en él defectos y
limitaciones y parece que todo esté mal. Experimenta desilusión y frustración.
El ídolo se ha convertido en persona y ha perdido puntos: ya no tiene tantas
virtudes, ya no le atrae tanto, ya no llena sus expectativas, ya no le gusta;
lo culpabiliza por haberle fallado. Lo que no reconoce es que había construido un ser hecho a
la medida de sus necesidades y deseos, olvidando que él mismo tampoco es
perfecto ni mucho menos ideal. Que la persona amada no merece ser
colocada en ninguno de los extremos: ni un dechado de virtudes ni, por
supuesto, un menú de defectos.
Por otro lado, aquel que
idealiza corre el riesgo de depositar todo lo bueno de sí mismo en el otro,
olvidando o negando su propia valía hasta el punto de que si se produce una
ruptura, con el antiguo ídolo se marchan también todas sus fortalezas y
recursos. El
vacío físico se acompaña de vacío interior. La pareja ideal, que no
idealizada, es muy diferente para cada persona Generalmente es aquella que se
ajusta mejor en una relación en la que ambos comparten muchas cosas semejantes
y aceptan en qué difiere cada uno. El éxito no depende de encontrar
a la persona ideal, sino de la habilidad de los dos miembros para ajustarse a
la persona real con la que han decidido compartir la vida. "La
seguridad, confianza, estabilidad y satisfacción en la pareja, parecen depender
de ver lo mejor del otro, tolerar sus limitaciones y valorar sus virtudes",
afirma una terapeuta de pareja.
LAURA
Dirigida por Otto Preminger en 1944 y basada en la obra de Vera Caspary, la
trama de Laura gira en torno al asesinato
de una mujer y los diálogos de amor y pasión que se entonces tienen sobre ella.
Resulta, probablemente junto a Rebeca
(1940), de Alfreh Hitchcock, el mejor retrato cinematográfico jamás filmado acerca
del poder que un ser ausente ejerce sobre quienes le han sobrevivido, hasta el
punto de dominar sus vidas, sus sueños y sus destinos. Es uno de los ejemplos
que el cine nos ha proporcionado, de cómo pude convertirse a una persona real
en un sueño ideal, y de cómo esta ilusión se desvanece cuando esa creación
intenta, como no puede ser de otra manera, comportarse como el sencillo ser
humano que es, cuando quiere sentir, pensar, amar por sí misma. La película
constituye un retrato del perfecto amor idealizado. Waldo, hechizado por la
frescura y juventud de Laura, no ceja en su empeño de convertirla en la gran
dama que él (pero no ella) quiere que sea. Laura vive así una vida ilusoria
fabricada por Waldo, que también sueña con el amor de ella, no tanto del de la
joven espontánea y atrevida que conoció, sino de la mujer de éxito bella y
sofisticada que él ha creado.
FENÓMENO MIGUEL ÁNGEL
La escultura de David en la Academia de las Bellas Artes de Florencia es la
imagen de la perfección humana. Preguntado sobre cómo creó tal perfección
contestó: "Fue fácil. Vi un ángel en el bloque
de mármol y sólo lo cincelé hasta que lo liberé" Cuando se
piensa en términos de perfección sobre la pareja, con una versión idealizada,
se está practicando lo que se conoce como el fenómeno Miguel Ángel.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada