Hombres y mujeres
difieren notablemente en cuanto a estilo de comunicación y capacidad verbal.
Nuevas investigaciones establecen una base científica a los que siempre se
consideraron tópicos
En un episodio de la serie Friends,
Ross decide por fin besar a su vecina Rachel. El día después, ella lo comunica
a sus dos amigas, más excitadas que nunca. “Queremos oírlo todo”, dice una. La otra coge
el vino, desenchufa el teléfono. Inicia el interrogatorio, seguido de una
amplia serie de detalles. “¿Cómo fue? ¿Estaba sujetándote? ¿Tenía las manos en tu
espalda?” y así durante un buen rato. En la escena siguiente,
tenemos la versión masculina del relato. Ross está de pie en la cocina con sus
amigotes, comiendo una pizza con las manos. “Y luego la besé”, cuenta. “¿Con lengua?”,
pregunta uno. “Sí”.
“Guay”. Fin de la conversación.
Los guionistas quisieron bromear sobre
un tópico que desde siempre arrastran consigo hombres y mujeres: la capacidad de
lenguaje. En particular, se dice que ellas disponen de habilidades
lingüísticas superiores a las de ellos. Allan
y Barbara Pease, los estudiosos norteamericanos que hace más de una década
publicaron un célebre libro titulado Por
qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas, acaban de
publicar otra obra El libro de las
preguntas clave sobre tu relación (Amat) en el que vuelven a plantear la
eterna discusión.
“La mujer puede pronunciar sin esfuerzo un media de entre 6.000
y 8.000 palabras diarias. Utiliza adicionalmente entre 2.000 y 3.000 sonidos
para comunicar, además de hasta 10.000 gestos y expresiones faciales. Un total
de más de 20.000 unidades de
comunicación para transmitir un determinado mensaje. El hombre, en cambio,
emplea sólo entre 2.000 y 4.000 palabras, entre 1.000 y 2.000 sonidos y emite
como mucho 3.000 señales de lenguaje corporal. Es decir que su media diaria
asciende a cerca de 7.000 unidades de
comunicación. Un tercio de lo que emiten las mujeres”,
explican.
Los neurocientíficos desde hace tiempo
ven con recelo la tesis de un cerebro femenino y otro masculino. María José Barral, profesora titular de
Anatomía y Embriología Humanas de la Universidad de Zaragoza es una del grupo
de académicos que más se ha opuesto a esta distinción de género. “El cerebro está
sometido a una combinación de varios factores: la genética, la hormonal y los
condicionantes del ambiente y de la sociedad”, explica. Y el ser
humano –asegura– nace con un cerebro muy inmaduro, fácilmente moldeable según
las circunstancias. En su opinión, ciertas diferentes capacidades del habla que
se detectan en edades tempranas entre niñas y niños simplemente pueden darse
por el hecho de que los padres tienden a relacionarse con ellas y ellos de
forma diferente. Según Barral, ningún estudio entre los que se suelen citar
sobre el tema puede proporcionar datos fiables que indiquen una homogeneidad
entre los géneros. “Sí que se ha detectado un área del lenguaje que tiene un
peso diferente entre los sexos, pero esto no significa que no podamos
encontrarnos con hombre parlanchín y una mujer más bien callada. Porque, se
diga lo que se diga, no existe ningún cerebro igual a otro”.
Sin embargo, a nivel empírico existen
investigaciones que confirman la presencia de rasgos comunes dentro del mismo sexo
–por lo menos en lo que se refiere al lenguaje–, debido precisamente a la
actuación de las hormonas y los condicionamientos culturales. Por ejemplo, una
prueba llevada a cabo por los psiquiatras del Maudsley Hospital de Londres comprobó, gracias a la resonancia
magnética, que la
corteza cerebral de las mujeres se encendía, tras recibir estímulos
verbales, cuando
se trataba de expresar emociones, mientras que la de los varones se
activaba sólo cuando debían ejecutar una acción o tan sólo imaginarla.
¿Qué hay de cierto?
Alberto
Ferrús,
profesor de Investigación del Instituto
Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) confirma
que sí hay diferencias sustanciales. “Hay que huir de explicaciones románticas y basarse en
datos fundados en el origen celular y molecular”, explica. El primer
hecho diferencial es genético. “A partir de ahí se produce una cascada de diferencias.
Las tormentas hormonales, que son diferentes en ellos y ellas, también influyen
en el comportamiento. Y luego hay diferencias histológicas y neuroanatómicas
entre los cerebros”.
Efectivamente, explica Ferrús, en las
zonas relacionadas con el habla, la presencia sinápsis, unión intercelular
entre neuronas, es notablemente más alto en las mujeres que en los hombres, en
algunos casos hasta el doble. No son diferencias constantes y oscilan según la
edad y el ciclo reproductivo. Aún así es posible extraer algunos datos: la percepción
espacial y la capacidad de valorar las rotaciones en tres dimensiones,
de media, favorece a los hombres,
aunque la distribución es bastante repartida entre sexos. En cambio, en lo que
se refiere a fluidez
verbal, la media favorece a las mujeres
y, en este caso, la diferencia entre sexos es más marcada. También se ha
estudiado cómo reaccionaba el cerebro de hombres y mujeres cuando veían fotos
de su pareja: el área del procesamiento de las emociones se activaba más en
ellas que en ellos. Esto explicaría, de alguna manera, porqué las mujeres tienen una capacidad
superior para la gestión de las emociones.
Louann
Brizendine,
neurobióloga de la Universidad de
Califronia, autora del libro El
cerebro femenino (RBA), respalda esta tesis y sostiene que para el lenguaje
y la escucha ellas tienen un 11% más de neuronas dedicadas a la tarea que
ellos. También el hipocampo (dedicado a la memoria) y la zona cerebral dedicada
a distinguir la emoción en los rostros de otras personas son mayores en el sexo
femenino. “Si
usted se pelea con su esposa, dentro de diez años ni siquiera se acordará de la
discusión. Pero ella no la olvidará nunca. Quedará firmemente registrada en su
hipocampo, que es como su disco duro. Hombres y mujeres tenemos un hardware
diferente. Asimismo, el cerebro de las mujeres es superior en cuanto a número
de neuronas espejo, que son claves para la empatía. Esto explicaría porque
ellas son más hábiles en ponerse en la piel de las otras personas. Tal vez
porque han aprendido en el curso de millones de años a interpretar las
emociones del bebé que no habla y a leer los matices emocionales en la
expresión no verbal del recién nacido”.
“La resonancia magnética ha evidenciado que cuando la mujer se
comunica cara a cara, posee entre catorce y dieciséis zonas clave en ambos
hemisferios cerebrales, que se usan para decodificar palabras, cambios en el
tono de voz y señales del lenguaje corporal (algunos erróneamente la han
identificado como intuición femenina). En cambio, el hombre posee sólo entre
cuatro y siete de estas zonas”, confirman Allan y Barbara Pease. De hecho, es un hecho que ellas recuerdan
mejor listas de palabras o frases. Hombres y mujeres están destinados…¿a no
entenderse nunca?
Dependerá
también de las hormonas. Una de las razones por las cuales
las mujeres serían más habladoras que los hombres residiría en una proteína, la
llamada FOXP2, que facilita que la comunicación sea fluida y abundante.
Científicos de la Universidad de Maryland (EE.UU.) coordinados por Margatet McCarthy han determinado, tras
estudiar un grupo de niños y niñas de entre tres y cinco años, que esta
sustancia, conocida como la proteína del lenguaje, está presente en ellas un 30% más.
Esto explicaría porque las pequeñas empiezan a hablar antes, tienen un
vocabulario mucho más amplio y una variedad de frases hechas mucho mayor que
los chicos de su misma edad. Con anterioridad ya se había comprobado que si se
inyectaba la FOXP2 en los ratones, las crías de hembras se volvían más ruidosas
que sus hermanos machos.
Sobre un hecho pocos están dispuestos
a discutir: sea como sea, mujeres y hombres hablan diferente. “Ellos se quejan
de que ellas hablan mucho, que siempre exageran, que nunca van al grano, que
siempre quieren conocer todo hasta el mínimo detalle. Ellas no soportan que
ellos sean tan directos, que siempre se les tiene que sacar las cosas con calzador,
que se quedan a menudo en silencio, que siempre dan consejos sin que nadie se
los pida”, dicen Allan y Barbara Pease, que subrayan como el mundo
masculino y femenino parecen situarse en ondas completamente distintas. “En el momento
de comunicar, ellas piensan en voz alta y consideran este tipo de
comportamiento como un gesto de amistad, pues hablando permiten que los demás
compartan sus pensamientos. Además, liberan sus sentimientos para así poder
afrontarlos mejor. Sin embargo, los hombres no suelen comprender esta actitud y
lo entienden como que la mujer está pasándoles una lista de problemas para
solucionar lo antes posible. Pero ellas
no esperan respuestas, sino disponer de alguien que las escuche con atención o
que confirme lo que ellas dicen”.
Deborah
Tanned,
autora de Women and men in conversation
(Mujeres y hombres en la conversación), señala que: “Para los hombres, la conversación es la
manera de negociar su estatus en el grupo y evitar que la gente empuje a su
alrededor. El varón utiliza la charla
para preservar su independencia. Las
mujeres, en cambio, usan la
conversación para negociar la cercanía y la intimidad; de hecho, hablar es
la esencia de la intimidad, por lo que ser mejores amigos significa sentarse y
hablar. Para los chicos, en cambio, las actividades, el hacer cosas juntos, son
centrales. Simplemente sentarse y hablar no es una parte esencial de la amistad”.
Según Tanned, “para las mujeres, hablar de problemas constituye la
esencia de la conexión. Le digo mis
problemas, él me dice sus problemas, y así estamos cerca. Los hombres, sin
embargo, cuando escuchan los problemas,
lo interpretan como una solicitud de asesoramiento, por lo que responden
con una solución”.
“En el fondo, los hombres siguen siendo solucionadores de
problemas y las mujeres son constructoras de nidos”, sostienen
Barbara y Allan Pease, que proporcionan una explicación antropológica. “Los hombres
evolucionaron como cazadores de alimentos, no como comunicadores. En cambio,
las mujeres solían pasar sus días en compañía de otras mujeres y niños del
grupo y por ello desarrollaron la habilidad de comunicarse con éxito para poder
mantener relaciones. Resultado: cuando
hoy dos hombres salen juntos a pescar, pueden pasarse horas sentados sin apenas
cruzar palabra. Se lo pasan en grande disfrutando de la mutua compañía.
Pero si las mujeres pasaran un tiempo
juntas y sin hablar, sería indicativo de la existencia de un problema
importante”.
En la película Señoras y señores (1966) de Pietro Germi, ganadora en Cannes, obra
maestra de la commedia all’ italiana, uno de los protagonistas se pone
audífonos para no escuchar a su mujer, que habla continuamente reprochándole
falta de ambición. La imagen, grotesca, hizo historia, en clave de caricatura.
Pues bien: un reciente estudio de la universidad inglesa de Sheffield, dirigido
por el profesor Michael Hunter ha
desatado cierto revulsivo al proporcionar base científica a esta escena
cinematográfica. En su opinión, el tono de la voz femenina posee sonidos más complejos
que la masculina debido a la forma de sus cuerdas vocales y de su
laringe. Cuando ella habla, el sonido, al ser procesado, ocupa toda el área
auditiva del cerebro de ellos. Con lo que, a partir de un cierto tiempo, se
produce una desconexión. De cierta manera, él se agota. “Ellos, por razones fisiológicas, no pueden
atender durante mucho tiempo la conversación femenina”, sostiene.
Según esta tesis, la capacidad del varón para gestionar la gama de sonidos tendría
ciertas limitaciones.
¿Cuánto
de estas diferencias no son otra cosa que tópicos de género? Por
ejemplo se dice que las mujeres hablan en forma circular, mientras que los
hombres son más directos y simples a la hora de manifestar sus pensamientos. Este
punto también parece demostrado. Así lo explica la profesora de Psiquiatría Emilia Costa, de la Universidad de la
Sapienza de Roma, que ha dedicado 30 años al argumento. “El pensamiento femenino prefiere una
modalidad analógica, circular, curvilínea y ondulatoria de disponer los
contenidos de la representación, mientras que el masculino opta por una lógica
secuencial, linear, angular”. En la práctica ¿qué significa? “La mujer piensa
de un objeto a otro, de una situación a otra, mientras que el pensamiento
masculino va directamente de un punto a otro, sigue un objetivo preciso en sus
acciones, una estrategia. Así, en la era prehistórica salía de la cueva para ir
a cazar. La mujer, en cambio, como se dedicaba al cultivo y al hogar, ha ido
desarrollando a lo largo de la evolución un pensamiento que junta varios
componentes: sabores, colores, modelos, una serie de funciones con modalidad
ondulatoria”, explica la profesora Costa.
Y no
sólo la expresión oral es diferente, sino también el contenido de la misma. Un
profesor de la Universidad de Texas, James
W. Pennebaker, en el 2008 analizó 14.000 textos escritos por hombres y
mujeres con la ayuda de un programa informático para investigar si había
diferencia de género en la palabra escrita. Descubrió que en las redacciones de
ellas, se empleaban a menudo expresiones como pienso y siento. Asimismo,
comprobó que se usaban en gran cantidad verbos comunicativos como hablar o
escuchar y que los temas principales se centraban en expresiones de dudas o
sentimientos. Los hombres, en cambio, “se
limitaban a contar hechos, se fijaban en eventos externos, cantidad y
localización de objetos y procedimientos”. ¿La convivencia es
imposible? Según el psicólogo John Gray, autor del superventas Los hombres vienen de Marte y las mujeres,
de Venus (Grijalbo), “hombres y
mujeres hablan lenguas distintas, por lo que comportamientos similares asumen
para unos y otros significados opuestos. Entenderse puede llegar a convertirse
hasta en un juego, en el momento en que se es consciente de las diversidades”.
¿Quieren hablar del tema?
CONSEJOS
PRÁCTICOS
En su libro Las preguntas clave sobre tu relación (Amat), Barbara y Allan Pease
recomiendan…
Queridas
mujeres…
- Procuren ser directas, sencillas.
- Utilicen frases cortas, claras.
- Digan exactamente lo que quieran decir.
- Eviten interrumpir.
- Si tienen un problema que precisa una solución, informen de ello.
- Si les castigan con no hablarles, ellos no lo percibirán como un castigo.
Queridos
hombres….
- Antes de hablar a su mujer, escuchen
- No insistan siempre en proponer soluciones
- No tomen en sentido literal cada palabra que ellas dicen
- Manifiesten interés antes de pensar en su respuesta
- Ofrezcan detalles sobre las cosas
- No ofenden ni ridiculicen la expresión de los sentimientos de ellas
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