Cada uno de nosotros tiene un
propósito en la vida. Aunque a veces tardamos tiempo en descubrir cual es.
Hemos venido a esta vida para descubrirlo y luego convertirlo en el sentido de
nuestra existencia. Eso, sin duda, es el único camino hacia la felicidad…
Ese propósito personal e
intransferible a menudo tiene poco que ver con lo que habíamos deseado para
nuestra vida o el que los demás nos dijeron que era. Cada uno debe descubrir cual es, aunque en
el fondo desde siempre lo sabemos, aunque no seamos conscientes.
Cada vez que un hecho aparentemente irrelevante nos conmueve y resuena en
nuestro interior es una señal inequívoca de que estamos acercándonos a eso que
siempre habíamos buscado…
Cuando te sientes intimamente bien
haciendo algo -por raro que nos parezca- es que estamos alineados con ese
propósito. Cuando
convertimos ese acto en algo habitual, súbitamente nuestra vida adquiere
sentido y, lo que es mejor, nos sentimos satisfechos. Normalmente
este propósito tiene algo que ver con aportar algo de valor al mundo o a los
demás. La vida no podría tolerar que su sentido estuviera basado en un
propósito ególatra y que solo le sirve a uno mismo.
El propósito suele tener algo que ver con los dones y
talentos que poseemos desde siempre, aunque tal vez con
el tiempo y la educación los hayamos perfeccionado o, por el contrario,
olvidado. Podríamos afirmar con rotundidad que el propósito que da sentido
pleno a nuestra vida no es más que la dedicación de todos nuestros dones y
talentos personales dirigidos hacia una buena causa, ya sea una idea, una
actividad que dé valor al mundo o que beneficia o ayuda a alguien más.
Con el tiempo, descubres que ese
propósito personal no es algo distinto a nuestra profesión o trabajo. Es
entonces cuando comprendes que lo que da sentido a tu vida tiene distintas
aplicaciones, ya sea en tu vida privada o en tu vida laboral. Cuando eres capaz
de dejar atrás esa dualidad entre vida privada y trabajo, integrando ambos
ámbitos y dedicando todo tu esfuerzo y energía a ese propósito vital descubres
que, hagas lo que hagas, eso te hará sentir feliz. De ahí la poca importancia
que tiene tu actividad, pues lo que cuenta es precisamente el sentido que le
des tú al llevarla a cabo.
Encontrar y seguir el propósito de nuestra vida es una premisa para
encontrar la felicidad. Cuando inviertes toda tu experiencia,
lo aprendido en ella y todos tus dones y talentos al vivir cada día, la vida
cobra su propio sentido. Y, cuando eres capaz de compartirlo, aprendes a amar, de
verdad!
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