Las personas que
trasmiten seguridad y confianza tienen más éxito personal y profesional.
En los tiempos que corren, ser
creíble es un tesoro. La pérdida de valores, la ambición negativa y el poder
nos han llevado a que perdamos la fe en algo tan importante como la confianza
en las personas. Y es que la credibilidad no se regala, se gana.
Las personas creíbles consiguen conquistar el respeto de los
demás.
Significa que la gente puede confiar en usted, y que lo que dice, es lo que
usted es. Se relaciona directamente con ideas tan importantes como la honestidad, la
prudencia, el compromiso y el conocimiento. ¿De qué personas suele
desconfiar? ¿Quiénes son los que le generan rechazo cuando les escucha?
Normalmente aquellos que una vez le fallaron, los charlatanes, los que no
respetan los puntos de vista de los demás, quienes critican a los que no están
presentes, los que hablan sin saber y los que faltan a su palabra y a sus
compromisos.
“La credibilidad es como la
virginidad. Una vez que se pierde, ya no se recupera” (Mark Twain)
Encandilar a alguien con frases
bonitas es fácil. Hay personas muy educadas, corteses, que se expresan con
corrección, que se manejan en público como pez en el agua y que su carisma les
hace ser muy atractivas. Pero si se rasca un poco carecen de palabra. En el
momento en el que se sienta traicionado, le costará mucho volver a confiar en
esa persona. Y lo peor es que la experiencia puede llevarle a desconfiar de
quien no lo merece.
¿Alguna vez se ha planteado si los demás confían en usted? Hay personas
que transmiten seguridad y confianza. Y estos valores se relacionan con el
éxito personal y profesional. La credibilidad se da en cualquier campo. Nos
gustan los médicos que nos transmiten que nos van a ayudar; los fontaneros que
cuando ven la avería en casa nos dicen que no nos preocupemos de nada y que lo
van a arreglar, o el amigo que te da un argumento distinto al tuyo y te
convence y deja tranquilo. Con ellos nos sentimos en buenas manos. Credibilidad,
hablar en público, habilidades sociales y carisma van de la mano. Y se pueden
entrenar.
Para empezar a trabajar su credibilidad, empiece por modificar
sus valores.
Si solo se dedica a disfrazarse de carisma y buena comunicación y no contempla
la honestidad, su fachada no sostendrá la imagen de persona fidedigna
eternamente. Necesita
ser puro por dentro para ser creíble por fuera.
Tenga palabra. Significa cumplir con lo dicho. Es
un privilegio contar con personas que respetan el compromiso de lo que dicen.
Sea honesto. ¿Le han dado
mal el cambio, le han devuelto de más? Devuélvalo. ¿Se ha encontrado una
cartera que no es suya? Entréguela con todo lo que contenía dentro. Ser un
listo ha terminado convirtiéndose en un valor. Se trata de ganarle al otro a sabiendas
que es injusto.
Sea una persona de bien, con buenas intenciones. Nadie se quiere relacionar con
personas con dobleces.
Asuma sus errores. Las personas
de éxito se equivocan. Para ellos el error es una forma de aprendizaje, lo
reconocen, piden disculpas y reparan el daño. Y lo vuelven a intentar. No
existen las personas perfectas, por lo tanto, la perfección no es creíble.
Compórtese de forma justa. Reconozca el
mérito y el trabajo de cada uno, valore el esfuerzo por encima de los
resultados.
Las emociones también juegan un
papel en la imagen que transmitimos a los demás respecto a la credibilidad. El equilibrio
emocional es fundamental. No nos da seguridad una persona que se
deja llevar por arranques de ira, que se muestra agresivo y que trata de tener
poder por la vía autoritaria. Las personas creíbles no necesitan tirar de fuerza,
volumen alto o expresiones amenazantes.
La capacidad para motivar y
generar emociones positivas es otro punto fuerte. Nos atraen más las
personas que buscan y aportan soluciones que las que se recrean en la pena, el
victimismo y en rumiar los problemas.
Las personas que se muestran
seguras, que conocen sus fortalezas y que las utilizan para solventar
soluciones, nos parecen fiables. Confianza y humildad es el binomio perfecto.
Comuníquese de forma fácil y correcta. Expresarse
con un vocabulario amplio, sencillo y con frases ordenadas, facilita el
entendimiento. Y cuando el oyente se queda con la sensación de haber
comprendido el mensaje, le otorga credibilidad. Si utiliza un vocabulario
técnico y poco comprensible para el público que le escucha, la gente desconectará
y saldrá de la reunión sin haber entendido nada.
Ordene su mensaje. Los procesos de recepción de la
información, entendimiento y asimilación también dependen de saber llevar un
hilo conductor que esté organizado.
El conocimiento es clave. Necesita saber de lo que habla,
documentarse, tener argumentos, manejar los tiempos, coger experiencia, tener
cultura, incluso recitar. Sí, recitar. A las personas con memoria, las que son
capaces de hablar sin papeles delante, que dan datos históricos y frases
célebres, que citan a autores y hechos relevantes, les damos confianza. Se
asocia memoria con sabiduría, y nos fiamos de las personas sabias.
Por el contrario, la
charlatanería, los
cabezotas que se empecinan en una idea sin modo de argumentarla, nos parecen
personas sin recursos. Y qué decir del cotilleo y rumorología, hace
que perdamos la confianza en las personas que lo practican. Los chismosos
son muy poco atractivos e imprudentes. Con ellos solo se relacionan
los que se comportan de la misma manera, y aun así, ni entre ellos se
consideran personas de confianza.
El aspecto físico y la presencia. Si está
empezando a ejercer su profesión y no le ha dado tiempo a ganarse una buena
reputación, necesita adaptar su forma de vestir a las expectativas del cliente.
Nadie desea que le repare el coche un mecánico vestido con traje de chaqueta y
corbata.
Equivocadamente o no, las
personas tendemos a sacar conclusiones inmediatas basadas en lo que vemos
cuando conocemos a alguien. Su forma de moverse en público, dar la mano o su
imagen dan información. Por supuesto que es información viciada por prejuicios
y por la experiencia de cada uno. Pero es así. Cuando conoce a alguien por
primera vez, sacamos conclusiones sobre su inteligencia, estatus, nivel
socioeconómico, orientación sexual, estado civil, edad, ideas religiosas,
etcétera.
En una palabra: “para parecer un hombre honrado, lo que hace falta es
serlo” (Nicolas Boileau)
Cuide su imagen, su higiene, su pelo, el aspecto de
sus manos y la forma de vestir. La prudencia está en el equilibrio. Todos los
excesos, tanto en el aspecto femenino como en el masculino, llevan a que su
interlocutor centre más su atención en lo que ve que en el mensaje que le
transmite.
Cada uno en su vida privada
debe arreglarse como desee, pero si quiere tener credibilidad en su profesión,
modere su forma de presentarse y adáptela, en la medida que su escala de
valores y forma de ser se lo permitan, a las necesidades de su profesión. A
medida que adquiera experiencia en ella y su buen hacer le posicionen, podrá
relajarse con la apariencia.
El nivel de reputación es inversamente proporcional a la
importancia de su presencia física. ¿Por qué? Porque cuanto mejor le
hayan hablado de un profesional, menos le importará la imagen que tenga. La
credibilidad es tan frágil como la confianza. Se tarda mucho tiempo en ganar,
pero es muy fácil perderla. Ser fiable no se basa solo en el carisma, sino en la
coherencia con la que nos comportamos.
PARA
SABER MÁS
LIBROS
‘Tus gestos te delatan’. Fran
Carrillo (Editorial Espasa)
EMISIÓN RADIOFÓNICA
‘La guerra de los mundos’. Orson
Wells. Consiguió crear el pánico en las calles de Nueva York y Nueva Jersey.
Los oyentes creyeron que se trataba de una historia real sobre extraterrestres.
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