Estar enganchado a una persona o a un hábito consume energía,
libertad y salud mental. Hay que aprender a desprenderse de lo que hace daño.
La ambición desmedida es un arma de doble filo: puede provocar
trastornos como ansiedad, estrés o depresión y un apego a “querer tener siempre
más” y no estar satisfecho nunca.
Según Riso, “si le dices ‘te necesito’ a tu pareja, vas
mal. Deberías decir ‘te prefiero’, porque es una elección”.
Los seres
humanos hemos nacido para establecer lazos con los demás, pero nadie nos
enseñó a controlar su impacto en nuestra vida. Algunas personas,
objetos o ideas actúan como un imán, nos abruman, consiguen que nos pleguemos a
sus pies y causan malestar si se alejan. La sensación de dependencia es
completa.
El psicólogo
clínico Walter Riso dice en su
último libro que "si consideramos que algo o alguien es
indispensable en nuestra vida, estamos a la sombra de un amo".
Hay quien no
concibe la vida sin su novio, madre, teléfono móvil o gimnasio. Ninguno de
estos elementos es imprescindible para salir adelante. Todos sentimos afecto y
simpatía hacia algo o alguien, pero la existencia de ese sujeto no debe
condicionar nuestra felicidad. Si no estás dispuesto a la pérdida renuncias a uno de los
rasgos innatos del hombre: la autonomía, ser libre.
PRIMER
PASO: IDENTIFICAR EL APEGO
Riso define el
apego como la "incapacidad de renunciar a un deseo
cuando este atenta contra tu salud mental, tu felicidad o tu capacidad de vida.
Negocias con tus principios, con tu dignidad y con tus valores",
explica el psicólogo. Hay cuatro claves que nos ayudan a detectar el problema:
Deseo insaciable. Tu sed no se calma. Necesitas cada
día más. "Eres
un rumiante para poder mantener el mismo sabor del chicle que masticas",
señala Riso.
Falta de autocontrol. No estás capacitado para
regular tu conducta frente a determinado objeto, persona o idea.
Malestar. No estar cerca del motivo de tu
adicción te provoca ansiedad.
Persistencia. Sabes que las consecuencias de la
relación con la persona o aparato son negativas, pero no puedes cortar el
vínculo de unión.
Muchas
personas obsesivas y perfeccionistas adoptan una férrea rutina de trabajo de la
que no pueden despegarse aunque quieran. Otras se angustian al imaginar su vida
sin su pareja. Una de las causas de la adicción es la inmadurez emocional: quienes
encajan en el perfil tienen poca tolerancia al dolor y a la frustración. "Son
vulnerables e incapaces de hacer un buen manejo del placer. Siempre quieren
más", apunta Riso.
La creencia de que el placer es para siempre no ayuda a combatir
el apego.
Todo se acaba. Las relaciones mueren, los teléfonos móviles se rompen, las
condiciones de trabajo varían, pero algunos se sorprenden al descubrir en
primera persona esta realidad. Nunca están preparados para el duelo. Si a
dicha actitud le añadimos la incapacidad de manejar los conflictos sin pedir
ayuda para resolverlos, la probabilidad de desarrollar dependencia emocional es
mucho mayor. "Si
buscas una muletilla cada vez que tienes un problema, te apegarás a ellas",
advierte Riso.
PERJUDICARSE
A SÍ MISMO
Las
consecuencias de la adicción nunca fueron buenas. Para empezar, el dependiente
carece de libertad. No sabe tomar decisiones en primera persona. Es
cierto que el objeto de deseo brinda una tranquilidad transitoria mientras está
ahí, pero cuando desaparece, la sensación es insoportable.
¿Merece la pena vivir con ansiedad por miedo a perder lo que en teoría nos da la felicidad?
´Ya nada me produce tanto placer como conectarme a internet. Si
me quitan internet, me quitan la vida´. Cuidado: este
hecho indica que tu capacidad de disfrute ante la vida está en peligro. Riso
explica que el fenómeno de la reducción hedonista hace que solo gocemos con el objeto al que estamos
apegados.
FILOSOFÍA
DEL DESPRENDIMIENTO
El objetivo de
esta teoría es no crear nuevos apegos, eliminar poco a poco los que ya tenemos
y encontrar una manera inteligente de gestionarlos. Desprenderse de alguien no
implica tener indiferencia afectiva, es decir, que tu dolor no me duela y tu
alegría no me alegre. "Significa
estar contigo pero no sentirme preocupado por la relación, que tú no me definas
y yo no te posea", señala el psicólogo.
ESTRATEGIAS
PARA DESPEGARSE:
- Aceptar que
nada es para siempre. La permanencia no existe. "Las cosas cambian, se transforman y
se pierden. Hay que incorporar esta filosofía", insiste Riso.
- Crear
resistencia frente a los apegos. El entrenamiento es simple: "métete una
barrita de chocolate en la boca y sácatela tal cual está".
Aprende a sobrevivir sin lo que crees que aporta sentido a tu existencia.
- Convertirse en
un banco de niebla. Eres un ser nebuloso que no atrapa insultos ni
críticas. Si dejas que las palabras dolorosas te atraviesen, evitarás depender
de la aprobación de los demás, por ejemplo. "Es mejor que te aplaudan a que te silben, pero si
no puedes vivir sin el aplauso, tienes un problema", apunta
Riso.
- Dosis de
realismo. "Hay que
ver las cosas como son. Los budistas enseñan una virtud: la desesperanza",
relata el psicólogo. Aprender a perder es importante para no toparse con la
realidad y sufrir en exceso.
MIEDO
AL CAMBIO
El apego
biológico a los hijos es inevitable, pero de preocuparnos por ellos a tener una
actitud sobreprotectora hay una distancia considerable. "Hay quienes impiden que su hijo se
independice, sea libre y aprenda a hacerse cargo de sí mismo",
afirma Riso. Cuando llega el momento de que el mochuelo abandone el nido, algunos
padres entran en crisis. ¿Acaso creemos que la infancia es eterna?
Querer a la
familia no está reñido con tener autonomía. "Hay
que estar pendiente, pero no ser dependiente", sugiere el
psicólogo.
No obstante,
la crisis ha hecho que nuestros parientes vuelvan a ocupar un rol central en muchos casos. "Antes,
nadie pensaba en los abuelos, y ahora son los que están sosteniendo la
familia", declara Riso. No es la única consecuencia de una
de las etapas más negras de la economía de nuestro país.
¿Quién dijo
trabajo? Muchas personas lo perdieron o tuvieron que adaptarse a nuevas
condiciones, nuevos horarios, nuevo nivel de vida. Quizá no estábamos
preparados para un cambio tan brusco. Riso afirma que "la crisis nos sacó de la rutina y nos
educó a la fuerza. Es como un terapeuta que nos ayuda a desapegarnos de
cosas". Algunos afortunados se han quedado sin yate. Otros se
han visto obligados a dejar su casa o emigrar a otra ciudad.
Y es que estar
enganchado a bienes materiales es muy común. Buena parte de las personas que
acuden a la consulta de Walter Riso son adictas a la tecnología (internet,
telefonía móvil), a la moda y a la belleza. Es el caso de las "pacientes
quirúrgicas insaciables" o los adictos al gimnasio.
La clave para
desengancharte de todo lo que condicione tu felicidad es no verlo como
imprescindible. Recuerda:
no dejes que tu deseo se convierta en necesidad.
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