Así se consigue estar
más contentos sean cuales sean las circunstancias de nuestras vidas
Hay dos clases de gratitud: la condicional y la incondicional. La
primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como uno espera. Como
no siempre es así, acaba siendo una emoción esquiva y poco duradera. La segunda
consiste en una actitud y un hábito de vida, sentirse bien sin que haya
ocurrido nada especial; es decir: estar agradecido por todo y por nada a la
vez. Y al no estar condicionada por ningún otro acontecimiento, esta actitud es
la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida.
¿Tenemos en cuenta cuántas personas han contribuido a que este
día sea posible? Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos
estamos recibiendo las bendiciones de innumerables personas, la mayoría
desconocidas, que hacen de nuestras vidas una experiencia mejor. Por ejemplo,
¿cuántas personas han intervenido en la elaboración del desayuno? El
agricultor, el granjero, el molinero, el transportista, el tendero… el sol, la
lluvia, el viento, el agua… las manos que lo prepararon y sirvieron. Si
contásemos cuánta gente nos sirve directa e indirectamente en un solo día de
nuestra vida, no podríamos más que sentir puro agradecimiento.
“Cuanta más gratitud sientas, más
feliz serás y tu vida cambiará más rápido” Rhonda
Byrne
Por no mencionar a nuestros padres,
nuestros médicos, nuestros maestros, nuestros amigos, nuestros compañeros o
empleados… todas las personas que han contribuido a que consiguiéramos algo
significativo, o simplemente que nos han ayudado a sobrevivir hasta el día de
hoy.
Es innegable que debemos un inmenso
reconocimiento a infinidad de personas que hacen posible que sigamos con vida o
que disfrutemos de nuestro momento actual tal como es. Y para poder expresarlo es necesario estar
muy presente de manera que seamos conscientes de las cosas buenas y positivas
que nos rodean.
Si además miramos hacia atrás en el
tiempo y repasamos todos los descubrimientos y avances tecnológicos que hacen
nuestra vida más cómoda y segura, sin olvidar los pensadores y sabios que la
han enriquecido, entonces este sentimiento debería extenderse casi a los
orígenes de la humanidad.
Cuando reflexionamos sobre todo ello, cada día se
convierte en una sucesión de oportunidades para acordarnos con una sonrisa de
personas que han contribuido con mucho o poco a nuestra vida y para
sentir el deseo de devolver el favor a las generaciones futuras.
Los psicólogos Emmons y McCollough estudiaron las consecuencias de la gratitud y
acabaron concluyendo que tiene profundos efectos en el bienestar físico y también
emocional de las personas. En su estudio analizaron las muchas
formas de expresarla, como, por ejemplo:
- Con una nota personal.
- Comparándose con gente que tiene problemas graves.
- Dando simplemente las gracias.
- Controlando mentalmente los pensamientos negativos.
Y descubrieron que las personas que hacían de esta actitud
un hábito de vida se sentían más saludables, más optimistas y más felices con
sus vidas. Otros investigadores llegaron a la conclusión de que este
hábito mejora
las relaciones con las personas y propicia el altruismo. Además de
ayudar a superar el estrés y las actitudes negativas. Pero uno de los frutos
más importantes de la gratitud es que contribuye a generar felicidad.
En otros estudios, con mayores y con
niños, se ha profundizado en la relación entre la felicidad, inducida por
buenos recuerdos y sentimientos de gratitud, y el éxito general en la vida. Y
se ha concluido que las personas que se sienten más contentas
consiguen una existencia más longeva, mejores ingresos, mejores relaciones, y
también ser más eficaces ante los problemas profesionales y personales. Es
decir, ahora sabemos que “la felicidad da éxito” (y no al revés, como se
creía antes: “El éxito da la felicidad”, lo cual ya intuíamos que no era
cierto).
Estados Unidos y Canadá tienen una
celebración muy particular: Thanksgiving
Day, el día de acción de gracias, una de sus fiestas más importantes. Es
una fiesta en cuyo origen, tal vez europeo, se celebraba el final de las buenas
cosechas. Hoy día es una reunión familiar en la que se honra expresar lo que se
siente por los incontables dones que disfrutamos como civilización.
Habrá quien piense que para apreciar o
poder verbalizar esa sensación primero debe ocurrir algo que lo motive; es
decir, que
la emoción debe ser la consecuencia de un acontecimiento favorable.
Pero necesariamente no ha de ser así. En realidad, es posible abrigar gratitud sin que haya
ocurrido nada especial antes. Ser capaces de dar gracias por algo
que aún no ha sucedido. Aunque esta posibilidad pueda ser incomprensible para
la mayoría, tiene muchas ventajas. La más obvia es que podemos empezar a estar
agradecidos en este mismo momento, sea cual sea la situación personal de cada
uno.
Las personas más felices sienten gratitud por todo y por nada en
especial.
No necesitan razones concretas (aunque si se ponen a buscarlas, la lista de
motivos es inacabable). Viven instaladas en reconocer lo bueno que tienen por
el simple hecho de estar vivas, al margen de lo que les sucede. No necesitan
razones de peso para estar agradecidas porque haber recibido la vida ya les es
suficiente. Incluso hay personas, tan habituadas a vivir en esta
actitud, que agradecen cosas tan intangibles como una sonrisa, un amanecer, una
inspiración, la brisa suave, la calidez del sol o un instante de paz… O incluso
son capaces de agradecer a futuro: algo valioso que se aprenderá mañana, el
próximo libro que se leerá y que quizá aún no está ni escrito, o incluso la
música que sonará en el propio funeral. Es lo que se podría llamar “agradecimiento gratuito”: no
se debe a nada tangible, pero conmueve por igual.
Uno de los hábitos comunes de las
personas felices es el de empezar el día dando gracias por pequeñas cosas para
generar una actitud dichosa para el resto de la jornada.
Basta con celebrar pequeños detalles
de la vida, pero no por ello menos valiosos. Hacer una lista mental de razones
que merecen ser aplaudidas ayuda a sentirse reconciliado con las que nos hacen
más difícil la existencia. En realidad, no importa el objeto, sino la emoción que
provoca en nosotros.
“Demos gracias a las personas que nos
hacen felices; son los adorables jardineros que hacen florecer nuestras almas”.
Marcel Proust
La maestría en este arte se alcanza
cuando uno es capaz de agradecer incluso las dificultades extremas que a cada
uno le toca vivir, porque somos capaces de pensar que detrás de cada lágrima,
de cada instante de sufrimiento, hay un aprendizaje, una enseñanza que nos
convierte en personas más humanas, más suaves, y más comprensivas con el
abatimiento de los demás. Es lo que se llama “ver lo bueno de lo malo” que
siempre existe, aunque cueste reconocerlo en una primera mirada.
Para finalizar, hay una palabra que
siempre es bien recibida por todos, y es: “Gracias”. Todas nuestras comunicaciones con
otras personas deberían terminar con ella. Tampoco estaría de más escribir cada
día una breve nota de agradecimiento por cualquier vía (e-mail, sms, WhatsApp…)
a las personas que hayan aparecido en nuestra vida por el motivo que sea. Un
simple y corto mensaje de gratitud a quien haya influido en nuestro pasado o en
el presente. Nada más que dos líneas, sin que tenga especial relevancia el
papel que haya desempeñado. Con toda certeza, esta actitud hará que las cosas
empiecen a cambiar.
LIBROS
‘Gratitud’,
de Louise L. Hay (Hay House Ediciones)
‘El
efecto gratitud’, de John Demartini (Urano Ediciones)
‘Cuaderno
de ejercicios de gratitud’ de Yves-Alexandre Thalmann (Editorial
Terapias Verdes)
PELÍCULAS
‘Qué
bello es vivir’, de Frank Capra
‘El
color púrpura’, de Steven Spielberg
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