Ilustración Anna Parini |
¿Evita cualquier sufrimiento y tropiezo a sus hijos? Si ha
contestado sí, reflexione. Un exceso de protección puede crear adultos
inseguros y dependientes.
El arte de enseñar es el arte de
ayudara descubrir. Mark
Van Doren.
Padres y madres tenemos la mala
costumbre, y en España es muy común, de sobreproteger a nuestros hijos. Miedo a
que sufran, a que no sean capaces o a que se sientan frustrados y hundidos por
no alcanzar sus metas con autonomía son algunas de las causas que se esconden
detrás de esta actitud. El sufrimiento de los hijos se convierte en el de los
padres, que llegan a sentir angustia, malestar general, excesiva preocupación,
anticipaciones catastróficas de las desgracias e infelicidad de su prole.
Hay padres que además tratan de evitar
que sus descendientes vivan experiencias que ellos sí experimentaron de
pequeños o adolescentes. Pero ni las circunstancias son las mismas ni la persona a la
que educa es su clon.
Por este motivo, muchos progenitores tratan
de allanar el camino a sus hijos con tal de evitar su sufrimiento, lo que es una de
las peores lacras desde el punto de vista de la psicología. Hacerlo evita el
aprendizaje, impide que la persona explore nuevas emociones, que se
encuentre ante dilemas interesantes para resolver o retos a los que buscar
soluciones. Cada vez que evitamos a nuestros hijos una situación que pensamos
que puede hacerles pasarlo mal, les estamos negando una oportunidad de crecimiento
personal, una manera de explorar sus límites e impedimos que
descubran lo capaces que son.
Ejemplos existen cientos, desde
ayudarlos a hacer los deberes para que terminen antes o porque pensamos que no
lo harán solos, a servirles la comida para que no la derramen, no dejarles que
se ensucien o se caigan en ningún momento cuando juegan o defenderlos de
profesores, amigos o comentarios sin contrastar ni dudar de sus palabras.
Sobreproteger es impedir que los hijos exploren las consecuencias de no ser
responsables, y justamente son los resultados de lo que hacemos o no los que
realmente motivan los cambios.
Los límites de la sobreprotección
están en cuidarlos “demasiado”, evitando así que se enfrenten de
forma natural a los problemas que sí tienen que vivir, a las soluciones que
ellos tienen que buscar y las consecuencias propias de cada acto. No se trata
de promover una conducta temeraria por parte de los padres y dejar que se
enfrenten a responsabilidades impropias de la edad, sino de no educar en
una burbuja en la que se encuentren falsamente seguros y al margen
de una realidad que educa para la vida, la presente y la futura.
Lo que nunca puede perder de vista su
hijo es la sensación
de seguridad. Si le agreden, alguien le pone en peligro, sus amigos
le sugieren actividades peligrosas o fuera de lugar para su edad, tiene que
sentir la tranquilidad de que sus mayores le van a aconsejar, poner límites y
proteger física y moralmente.
Ilustración Anna Parini |
Los niños que se han educado demasiado
a resguardo tienen mayores problemas en el futuro para
enfrentarse a emociones básicas como son la frustración, el miedo, la ansiedad
o la tristeza, que deben aprender a gestionar. Nuestros hijos, en un futuro,
tienen que llorar el desamor, sufrir una equivocación en su puesto de trabajo,
la crítica de su jefe, la soledad del que empieza una vida independiente, la
pérdida de un ser querido y el amigo que deja de serlo porque le falla.
Gestionar de forma
eficaz estos sentimientos forma parte del crecimiento personal de todos
nosotros. Si se evitan estas situaciones a nuestros hijos con el fin de que no
sufran, no estarán preparados para ser adultos maduros y emocionalmente
responsables. Puede incluso que generemos una sociedad de personas socialmente
dependientes, “personas
mantequilla”, que, a la primera adversidad, se derriten.
Estos niños pueden mostrar más miedo,
inseguridad, tiranía y exigencias dado que están acostumbrados a que les sirvan
y les resuelvan todo, tienen menos capacidad de esfuerzo, son más apáticos y
vagos. Analicemos cinco ventajas de “buscarse la vida”:
1
Educar en la responsabilidad. Deje que se quede sin ropa limpia y
planchada que ponerse. Los chavales van acumulando en la silla de su dormitorio
y usted repite cada día que la eche en el cesto de la ropa sucia. Hasta que un
día usted comprueba que apenas le queda ropa en el armario y hace su trabajo.
Tampoco escriba una nota disculpando las tareas que su hijo no ha hecho en casa
por evitarle una regañina de un profesor. Hasta que los niños no se exponen a
las consecuencias de ser irresponsables, no tienen la necesidad de cambiar.
¿Para qué, si no hacer las cosas no tiene consecuencias?
2
Fomentar la autonomía. Que
dependan de ellos mismos para resolver problemas y buscar soluciones en la vida
en general. Si no les dejan hacerlo, deducen que el esfuerzo lo tienen que
realizar los padres y que son ellos los que deben adivinar qué necesitan.
3
Fomentar el emprendimiento. Imagine que su hijo preadolescente o
adolescente le pide dinero para hacerle un regalo a su madre o padre en su
cumpleaños. Se lo da y, además, se siente afortunado de tener un hijo
detallista. En lugar de facilitarle el dinero, propóngale un plan de negocio.
¿Quieres dinero? Dime cómo vas a ganarlo. No se trata de educar en el
materialismo, sino de ser creativos, tener ideas y obtener un beneficio por
ellas. Queremos educar para que sean emprendedores, atrevidos, se arriesguen,
para que no dependan de otros en el futuro, pero a la primera de cambio, les
solucionamos un aspecto económico tan sencillo. Puede que si le incita a montar
un negocio casero, empiece a cambiar su mentalidad. Igual le da un masaje y
cobra un dinerito, o le ayuda a preparar una presentación para su trabajo si es
un crack de la informática, o le propone llevar a su hermano pequeño a una
actividad. Deje que discurra y le ofrezca ideas. De todas formas, al final le
facilitará el dinero, pero habrá tenido que pensar y esforzarse para ganarlo.
4
Desarrollar su autoestima. La persona que se involucra en su
desarrollo, que invierte esfuerzo en conseguir sus metas, que tropieza y se
vuelve a levantar y al final lo consigue, se valora de forma positiva. La
lectura que saca de sí misma es “yo puedo a pesar de la adversidad, puedo y lo consigo”.
5
Trabajar su seguridad y confianza. Quienes se han educado para
resolver situaciones y lo han logrado saben que tienen recursos. Muchos hombres
y mujeres se califican como “buscavidas”. Son aquellos que saben que, pase
lo que pase, serán capaces de sobrevivir.
Si desea ir soltando la cuerda y
permitiendo que se caiga, que se equivoque, que viva las emociones adecuadas,
no olvide que dar mimos, mucho amor y seguridad no están reñidos con
el concepto de sobreprotección. El cariño es ofrecer amor incondicional en
forma de besos, achuchones, abrazos, miradas cómplices, estar incondicionalmente
ahí. Pero se puede hacer interviniendo y anticipándose o situándose a la espera
de que le pregunten. Y aun así, si lo estima oportuno, no tiene por qué dar la
solución. Deje que ellos la encuentren. Aprenderán a disfrutar y a sentirse
orgullosos de sus logros si se sienten protagonistas de ellos.
Si tiene dudas sobre la tarea que
tiene que realizar su hijo solo o sobre si está siendo sobreprotector, hágase
estas preguntas: ¿esto
lo debería saber hacer mi hijo?; ¿es algo que, con un poco de esfuerzo y perseverancia,
podría conseguir si yo no intervengo?; ¿si le expongo a la posibilidad de no
conseguirlo o que se quede sin hacer, las consecuencias son peligrosas para él
o solo incómodas? (como que le llamen la atención en el colegio si
no lleva la tarea); ¿ayudarle en esto se ha convertido ya en un hábito cómodo
por parte de mi hijo?; ¿qué beneficios tiene para él o ella que yo le resuelva
esta situación?; ¿son los beneficios más adecuados que las desventajas que
conllevan?
Recuerde que cada vez que sobreprotege
a su hijo le impide que entrene una nueva destreza. Uno de los aprendizajes más
importantes es el que se basa en el ensayo y error. Casi todo lo que aprendemos
y automatizamos en esta vida es fruto del ensayo y de la repetición, desde las
jugadas que realizamos cuando practicamos fútbol a la capacidad de organización
necesaria para que dé tiempo a hacer los deberes por la tarde. Si usted
resuelve las cosas por ellos, terminará por educar a alguien inútil en las
tareas de la vida cotidiana y tendrá un autoconcepto negativo. Pensará: “Yo no sé, yo no
puedo”. Tenga cuidado, en su afán por ser padres perfectos
terminarán por educar hijos inútiles.
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