Una ostra que
no ha sido herida, no puede producir perlas. Las perlas solo crecen cuando un
cuerpo extraño, como un grano de arena, logra entrar en el interior de la
ostra.
En ese
momento, la ostra activa sus mecanismos de defensa y produce una sustancia que
cubre el cuerpo extraño, formando diferentes capas. Esa sustancia es el nácar.
Por tanto, una
perla es el resultado de una herida que ha cicatrizado, de la lucha de la ostra
para protegerse.
La
resiliencia sigue un proceso muy similar.
Hay personas que
cuando son atacadas, cultivan grandes dosis de resentimiento, ira y rencor. Por
eso, sus heridas permanecen abiertas aunque pase el tiempo, causando
sufrimiento y dolor.
Otras personas
logran sobreponerse, generando diferentes capas que actúan como un bálsamo para
sus heridas, capas de aceptación, perdón y amor. De esta manera, no
solo logran que su herida sane sino que se hacen más fuertes.
Eso es la resiliencia,
la capacidad para afrontar la adversidad y salir fortalecidos, crecer gracias a
los contratiempos, sacando a la luz lo mejor de nosotros en los tiempos más
difíciles. De hecho, la resiliencia no implica únicamente afrontar un problema,
sino aprender
de este y crecer como personas, potenciando algunas de nuestras
mejores cualidades.
La
resiliencia puede ser una cuestión de vida o muerte
La resiliencia
no solo te ayudará a enfrentar los peores momentos con buena cara, no solo
tiene un impacto positivo en tu estado de ánimo sino que también incide en la
forma en que tu cuerpo batalla contra la enfermedad.
En este
sentido, investigadores del King’s
College Hospital de Londres descubrieron que la forma en que afrontamos la
enfermedad influye en su curso. En su estudio pudieron apreciar que cuando dos
personas tienen la misma condición clínica inicial, aquella que afronta la
enfermedad con fatalismo y desesperación tiene un peor pronóstico. Sin embargo,
la que afrenta la enfermedad de forma más resiliente y no se da por vencida,
tiene mejor pronóstico.
¿Por
qué?
La respuesta,
o al menos una parte, llega de la mano de otro estudio, esta vez realizado en
la Universidad de Cambridge. Todo
parece indicar que el proceso resiliente estimula la producción de DHEA.
Se trata de una hormona que ha sido rebautizada como “la hormona de la resiliencia” ya
que regula los niveles de cortisol, la hormona del estrés y precursora de los
procesos inflamatorios. De hecho, se ha apreciado que las personas con niveles
bajos de DHEA también son más propensas a sufrir depresión y trastorno por
estrés postraumático.
Por tanto, ser
más resilientes no solo nos ayuda a enfrentar el mal tiempo con buena cara sino
que también juega a favor de nuestra salud. La buena noticia es que la
resiliencia no es una característica innata, se puede desarrollar. Todos podemos
aprender a ser más resilientes.
Aprender
de las personas resilientes
A lo largo de
las últimas décadas se han realizado diferentes investigaciones, cuyo objetivo
ha sido descubrir qué tienen en común las personas resilientes. De esta forma,
se han puesto de manifiesto algunas características y formas de comportarse
habituales:
1.
Tienen un sentido del “yo” muy desarrollado
Las personas
que logran desarrollar un sentido del “yo” fuerte, que saben quiénes son y qué es importante en la
vida, pueden afrontar mejor la adversidad, porque son menos
susceptibles a las influencias externas. Se trata de personas que conocen muy
bien sus potencialidades y limitaciones, que son capaces de encontrar la fuerza
dentro de sí, una fuerza interior que les ayuda a desviar las críticas
malsanas y a superar los obstáculos. Estas personas son conscientes de que,
aunque algunas veces el camino sea cuesta arriba, son ellas quienes labran su destino.
2.
Sacan lo positivo de cada situación
Las personas
resilientes no son optimistas ingenuos sino que desarrollan un optimismo
realista. Son conscientes de sus potencialidades y recursos pero, a
la misma vez, tienen una visión optimista. Estas personas saben que las
situaciones no son completamente positivas o negativas, por lo que se esfuerzan
por encontrar los aspectos positivos incluso en medio de la
adversidad. Cuando las cosas se tuercen, la persona resiliente intenta aprender la
lección. De hecho, una persona resiliente nunca pierde ni fracasa,
porque siempre
aprende.
3.
Miran hacia el futuro
Las personas
resilientes suelen desarrollar una visión muy pragmática de la vida. Mientras
que la mayoría de la gente pierde tiempo llorando sobre la leche derramada y
lamentándose por lo ocurrido, las personas resilientes miran hacia el futuro. Estas
personas son conscientes de que, por mucho que la herida les duela, el tiempo
lo cura todo. Tienen la capacidad de sobreponerse a la adversidad actual mirando
hacia el futuro, pintando un cuadro más completo de la situación, que les
permite poner su situación en perspectiva.
4.
Son altamente flexibles
Las personas
resilientes tienen un concepto de sí muy claro y saben cuáles son sus
objetivos, pero también son muy flexibles ante los cambios. Ante una tormenta,
no ofrecen la peligrosa resistencia del roble sino que se comportan como el
cáñamo, se pliegan cuando es necesario para después volver a recomponerse.
Saben adaptar sus planes a las nuevas circunstancias, no se aferran al pasado
sino que son capaces de reestructurar su camino con gran rapidez. Al no
aferrarse a una única solución, el universo de posibilidades que tienen ante sí es más
amplio.
5.
Son persistentes en sus propósitos
Las personas
resilientes cambian
la ruta, no el destino. De hecho, si algo las caracteriza es su
enorme perseverancia y tenacidad. Estas personas saben muy bien a dónde quieren
llegar y luchan
para conseguirlo. Su secreto radica en que no luchan batallas perdidas de
antemano, no emprenden contra los molinos de viento sino que fluyen
en el sentido de la corriente. Estas personas son conscientes de que no pueden
decidir la dirección del viento, pero pueden orientar las velas para aprovecharlo a
su favor.
6.
Enfrentan la vida con sentido del humor
Una de las
características más importantes, que distinguen a las personas resilientes, es
su sentido
del humor. De hecho, no solo son capaces de reírse de la adversidad
sino también de
ellos mismos. De esta forma, convierten a la risa en una aliada que
les permite mantener el optimismo cuando todo a su alrededor se vuelve oscuro.
Sin embargo, estas personas no se burlan de los demás, su sentido del humor es
inteligente y crítico, que no pretende restarle importancia a la situación,
sino tan solo desdramatizar
y liberar las emociones negativas.
8.
Aceptan la incertidumbre
Una de las
mayores fuentes de tensión, estrés y agobio es intentar controlar todas las
situaciones. Cuando algo se nos escapa de las manos, la inseguridad no tarda en
sentar casa. Por eso, las personas resilientes deciden abrazar la incertidumbre,
comprenden que no hay respuestas para todo y que a veces, cosas malas le ocurren
a gente buena. Estas personas no se torturan buscando una explicación que jamás
encontrarán, en su lugar, aceptan la incertidumbre que llega con cada cambio, e
intentan
manejarla lo mejor posible.
9.
Confían en sus capacidades
Las personas
resilientes no son superhéroes. Y lo saben. Sin embargo, confían en sus habilidades y,
sobre todo, en su capacidad para salir adelante. Ante un obstáculo, la persona
resiliente quizás no tiene la destreza o el conocimiento necesario para hacerle
frente, pero ello no le desanima, al contrario, lo afronta como un reto, porque
confía en que podrá lidiar con la situación de la mejor manera posible y salir
fortalecida. Las personas resilientes tienen fe en sí mismas, no creen que
harán las cosas de manera perfecta pero saben que darán lo mejor de sí. Y eso
resulta suficiente para encontrar la fuerza que necesitan.
10.
Se rodean de personas positivas
Si algo
distingue a las personas resilientes, desde pequeños, es que saben rodearse de
gente positiva, que puedan apoyarles cuando más lo necesiten. Las
personas resilientes son independientes y les gusta afrontar solos los
retos pero también saben cuándo es el momento de pedir ayuda. Son conscientes de
la importancia de cultivar sus amistades y de elegir cuidadosamente a las
personas que pueden entrar en su círculo más íntimo. Es como si tuvieran un
sexto sentido para detectar a las personas tóxicas, y las mantienen fuera. Así
logran crear una sólida red de apoyo que les sostendrá en los momentos más
complicados.
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