-¿Por
qué lloras?
Arakuine respondió:
-¡Ve a
preguntárselo al maestro!
Fue a ver al maestro:
-¿Por
qué llora Arakuine?
-¡Ve a
preguntárselo!- respondió el maestro.
El monje regresó al lado de Arakuine y
le encontró riendo. Le dijo:
-¿Cómo
puede ser? Antes llorabas y, ahora, ríes! ¿Por qué?
Arakuine le respondió:
-¡Porque
antes yo lloraba y ahora río!
Si tengo ganas de llorar lloro. ¿Por qué contenerme? El
cielo es azul, sobreviene una tormenta, llega la lluvia. Pero luego, la lluvia
se va. Y cuando me pregunta: “¿Por qué
lloras?, le digo: “¡Ve a preguntárselo a tu maestro! A tu maestro. ¡Pregúntate a ti mismo! Entra en ti y te
ves llorar. ¡Cuando llores, llora! ¡Cuando comas, come! ¡Cuando te enfades,
enfádate! ¡No reprimas tu cólera! ¡Abandónate! ¡Pregúntate a ti mismo! Sé
un cielo azul transparente. ¡Y cuando tenga ganas de llorar, llora y luego, si
tienes ganas de reír, ríe! La tormenta ha pasado y los pájaros cantan. Tú dejas
venir y dejas pasar con un inmenso placer.
¡Qué placer coger un cabreo! Es la descarga de energía. ¡Qué
maravilla! ¿Y tener una depresión? ¡Qué maravilla! De hecho, sabemos que no
somos eso. ¿Y el dolor? ¿Y la enfermedad? ¡Qué maravilla! ¡No somos eso…, pero en absoluto! Somos el cielo azul y no nos
identificamos con estos estados. ¡Basta! A continuación, se deja entrar la luz
en nuestra cabeza. En la luz, hay la sombra y otras cosas, pero es siempre
la luz. ¡Ningún
esfuerzo ningún esfuerzo mental! ¡Nada! ¡Tranquilo! ¡Ninguna imagen que dar!
Extraido del blog conSentindo.
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