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dissabte, 8 de febrer del 2014

Sin ti no sé (ni puedo) vivir. Beatriz G. Portalatín.

Tener miedo a quedarse solo es confundir amor con dependencia.
La dependencia se vuelve patológica cuando se rebasan unos límites.
El amor cuando es sano nace de la madurez, sin embargo la dependencia lo hace de la inmadurez. Por tanto, aunque la dependencia hacia una persona pueda parecer amor, realmente no es lo es. Porque los pensamientos y emociones que se esconden detrás de una persona que se valora poco y teme mucho a la soledad corresponden a una dependencia afectiva.
Con esta idea, el psicólogo clínico y sexólogo Arun Mansukhani, subdirector del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología, explica a ELMUNDO qué se esconde detrás de lo que llamamos dependencia emocional. "Cuando hay miedo a quedarse solo, no se puede hablar de amor sino de dependencia", afirma este experto que ya abordó este concepto en el 'III Congreso Mundial de Sexología Médica' celebrado el pasado mes de noviembre en Málaga.
El doctor Francisco Cabello, y director del citado centro, ve la dependencia emocional como de una droga, como una adicción, "como un amor desequilibrado donde se ama demasiado al otro y demasiado poco a uno mismo".
Por su parte, la psicóloga Olga Castanyer, especializada en Asertividad y Autoestima y autora de varios libros sobre esta temática como Yo no valgo menos (Desclée) o Sin ti no soy nada (ESPASA), define la dependencia afectiva, como prefiere llamarla, como el conjunto de pensamientos, emociones y conductas que hacen que su autoestima dependa del exterior, en vez de confiar en uno mismo.

Perfil de las personas dependientes
Inseguridad. Esa es la clave de las personas dependientes. Según explica Castanyer, las personas que son dependientes afectivas, lo son porque "se dicen que valen menos que los demás, están excesivamente preocupados por la imagen que dan, sienten que son evaluados constantemente y que tienen que dar la talla y, a la vez, temen muchísimo la soledad y el abandono". También, suelen criticarse duramente y echarse a sí mismas la culpa cuando no obtienen el afecto o el reconocimiento que buscan en los demás. Por ello, matiza la experta, "su conducta suele ser de sumisión, aunque a veces detrás de una conducta agresiva también hay una dependencia afectiva".
Según esta especialista, existen en la vida tres grados de relación afectiva: adaptabilidad, la cual cada persona tiene claros sus criterios y opiniones, pero es capaz de ceder ante un grupo si así se decide. Influenciabilidad, cuando una persona se siente algo insegura y pendiente del exterior, se deja influenciar fácilmente por los demás. Y por último, la dependencia, que significa ceder el control de nuestro bienestar a los demás. Y precisamente, apunta la experta, la diferencia está en esto, "en si tenemos la sensación de control sobre nosotros, si sentimos la libertad de decidir cuándo ceder y cuándo no, o si nos vemos obligados por nuestros temores a hacer lo que las otras personas esperan de nosotros, aún a nuestra costa".

Más allá de los límites
"La dependencia es normal en seres humanos y sana, dentro de unos límites", comenta Mansukhani. Cuando se rebasan esos límites, dice, es cuando consideramos que una persona tiene un patrón vinculatorio patológico, nunca una patología como tal.
Se caracteriza, en primer lugar, por tener de forma repetida relaciones personales conflictivas adoptando siempre posturas de sumisión, dominancia o evitación. Por ejemplo, aquellas parejas que no hacen nada la una sin la otra, las que están todo el día peleando o aquellas en las que algún miembro tiene celos patológicos. En segundo lugar, por renunciar a tener pareja después de varias relaciones complicadas, y por último, por sentir que las necesidades no están siendo satisfechas en las relaciones.
De este modo, según sostiene, hay parejas dependientes porque algunas personas tienen una tendencia a vincularse de forma patológica cuando intiman. También, hay personas que, aunque de entrada no generarían una relación patológica, no reconocen las primeras señales de la dependencia patológica, carecen de habilidades para resolver conflictos, o no saben romper ni protegerse de una relación cuando ya es obvio que está deteriorada.
Así, hay factores que repetidamente están detrás de este tipo de rasgos. Son cinco: "Haber padecido traumas en la infancia o patrones de apego disfuncionales como padres excesivamente sobre protectores, dependientes, evitativos o desinteresados. En segundo lugar, haber sufrido pérdidas emocionalmente significativas con anterioridad. Tercero, haber tenido un progenitor con trastornos psicológicos. Cuarto, haber sufrido y/o presenciado maltrato durante la infancia, y por último, haber tenido una relación de pareja previa de dependencia o de maltrato en cualquiera de sus formas", enumera Mansukhani.
A pesar de que no da un porcentaje exacto porque no hay datos científicos sobre el tema, este especialista considera que un porcentaje elevado de las parejas que ve tienen un patrón vinculatorio patológico. "No una patología", reitera. Se habla de patrón porque vemos que la dependencia y esos rasgos se dan de manera repetitiva. Es decir, si una persona suele ser sumisa en las relaciones, si no ha recibido algún tipo de intervención, lo será también en las siguientes. "Hay niveles de dependencia y vinculación patológica que son aceptadas como normales y toleradas socialmente", insiste.

Claves para superarlo
¿Qué hacer para intentar superar una dependencia? Según asegura Castanyer: "Hay que aprender a superar el miedo a perder a la otra persona, es decir, Yo soy yo y tú eres tú y tener claro que nadie va a poder cubrir nuestras necesidades afectivas, sólo nosotros podemos hacerlo.
Pero para aprender a ser yo, explica la experta, hay que aprender a cuidarnos y reconfortarnos. A respetarnos y afirmar nuestros derechos de forma asertiva. A hablarnos de forma respetuosa y confiada, a tener claros cuáles son nuestros valores y confiar en ellos, a aprender a tomar decisiones basadas en criterios propios. Por último, hay que confiar y guiarnos por nosotros mismos. Porque uno no nace dependiente, sino que nos han enseñado a serlo. Por eso, al estar hablando de un aprendizaje, concluye que "se puede re-aprender a ser independientes y a confiar en nosotros mismos".

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