Un 60% de nuestra felicidad está
determinada por la genética y el ambiente, pero el otro 40% está en
nuestra mano. Esa es la conclusión de Martin
Seligman, el psicólogo citado por The
Huffington Post, que enumera hábitos propios de quienes
intentan ser felicies. Y lo consiguen.
Priorizan el contacto humano: está muy bien
mandar mensajes o tweets a tus amigos, pero gastar dinero en un vuelo para ver
a tu persona favorita puede ser más beneficioso emocionalmente. "Las
interacciones personales dan sentido de pertenencia, dice John Cacioppo, director del Centro de
Neurociencia Cognitiva y Social de la Universidad de Chicago. Las redes
sociales no permiten tocar, que es algo que disminuye los niveles de ansiedad.
Se rodean de gente positiva: la
alegría es contagiosa. Investigadores del instituto Framingham Heart en EE.UU.
estudiaron la propagación de la felicidad durante 20 años y concluyeron que
quienes conviven con gente feliz son más propensos a ser felices en el futuro.
Gastan dinero en otras personas:
aunque el dinero no compra la felicidad, un estudio e la revista Science afirma
que gastarlo en otras personas tiene más impacto en la felicidad que gastarlo
en uno mismo.
Aprenden a perdonar: arrastrar sentimientos de odio es horrible
para tu salud. Cuando odias,
constantemente alimentas un sentimiento tóxico que absorverá tu energía. Déjalo
marchar, será un alivio.
Disfrutan de un "mixtape": la
música es poderosa. Puede disminuir el estrés tanto como horas de masaje. Esta
fue la conclusión del estudio del Health Research Institute. Elegir la música adecuada es un factor
importante, también, pues una canción feliz o triste nos afectan profundamente.
Desfilan: no se
trata de subirse a la pasarela, pero las personas felices tienen una postura
especial, una manera de andar con más gracia que alguien cabizbajo y decaído. Y
al contrario. La psicóloga Sara
Snodgrass, pidió a los participantes de un estudio caminar durante tres
minutos. La mitad de ellos se sintieron mejor al andar con zancadas largas y
bien erguidos.
Hacen por escuchar: "Escuchar te abre a adquirir
conocimiento, de lo contrario bloqueas el mundo con tus propios pensamientos,
dice David Mezzapelle, autor de Optimismo contagioso. "Así
también demuestras confianza y respeto por los otros". Además,
ser un buen oyente fortalece las
relaciones y las experiencias, haciendo
que estas valgan la pena.
Cultivan la resistencia y la asimilación: cómo
respondes a las catástrofes modela tu carácter. Estos momentos son inevitables.
Cuando llegan es bueno tener estrategias de asimilación saludables en cierto
modo ensayadas, pues encontrar una solución creativa en el momento no es fácil.
Disfrutan los momentos: la felicidad plena no se
consigue sin bajar el ritmo y disfrutar el momento. En una vida
sobreestimulada, podemos olvidarnos de apreciar la magia de cada experiencia,
por simple que sea.
Ríen fuerte: siempre se dice que la risa es la mejor medicina. Una
carcajada libera sustancias en el cerebro, que nos hacen tolerar mejor el dolor
y el estrés. La respuesta del cuerpo a carcajadas repetidas es similar a la
respuesta al ejercicio, dice el Dr. Lee
Berk, autor de un estudio sobre la risa y sus efectos en el cuerpo, de
2010. Efectos del ejercicio como el fortalecimiento del sistema inmunológico,
el control del apetito y la mejora de los niveles del colesterol se pueden
conseguir también con la risa.
Dan prioridad al ejercicio: el ejercicio te
da endorfinas. Las endorfinas te hacen feliz. Hacer ejercicio suaviza los
síntomas de depresión, ansiedad y estrés, amplificando sensaciones de felicidad
y relajación. Además, hace que te sientas mejor con tu cuerpo, incluso aunque
no pierdas peso.
Son espirituales: con la espiritualidad o la
religión, reconocemos que la vida es mayor que nosotros, poniéndonos en
perspectiva. Además logramos sentir una conexión con el universo y de
pertenencia. Muchas de las personas más exitosas y comprometidas con su labor
dicen que hacen simplemente lo que han “sido llamados" a hacer.
Descansan y se cuidan: no dormir bien trae
numerosos desequilibrios, agravando el mal humor o la depresión. Lo mismo
ocurre con una mala dieta o cualquier tipo de hábito autodestructivo. Mimarse
reconforta y nos hace sentir mejor con nosotros mismos y con el espejo.
Practican la gentileza y la entrega: estos actos
liberan serotonina en nuestro cerebro, hormona que tiene tremendos beneficios
sobre nuestro bienestar (y que es artificialmente estimulada por drogas y
antidepresivos). Ayudando a otros no solo tú te sientes mejor, sino también
aquellos que te rodean. De esta manera, mejoras tus relaciones y con certeza
parte de esa energía positiva te será devuelta.
Se esfuerzan por ser felices: al final, es
simple. Es una cuestión de no abandonarse y de intentarlo activamente, que
funciona. Eso concluye un estudio del Journal of Positive Psychology. Aquellos
que lo intentan consiguen que ese pensamiento positivo ponga en marcha la
máquina del bienestar.
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