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diumenge, 23 de febrer del 2014

Seis cualidades de un trabajo feliz (más allá del dinero). Pilar Jericó

Si nos preguntaran ¿qué te hace feliz en tu trabajo?, posiblemente a muchos de nosotros la primera idea que ahora nos vendría a la cabeza sería: ¡conservarlo! Pero superado este punto, existen otras cualidades que nos hacen sentirnos mejor con un trabajo que con otro. Peter Warr, profesor de la Universidad de Sheffield, ha dedicado gran parte de sus investigaciones a analizar qué características tienen los entornos laborales donde nos sentimos más felices o aquellos en los que deseamos salir corriendo si pudiéramos. Warr considera que muchas de dichas cualidades son como las vitaminas, es decir, en dosis moderadas son positivas pero en exceso, pueden resultar perjudiciales. Así pues, veamos algunas de ellas sabiendo que la dosis es determinante y por supuesto, aprovechemos para valorar si nuestro actual trabajo las reúne o no.
Yo soy yo y mis circunstancias: El entorno nos condiciona. Puedo hacer algo que me apasione pero si no me apetece estar con mis compañeros o jefe será muy difícil que me siente realmente motivado ni mucho menos, feliz. Un trabajo que me aporta satisfacción es aquel que favorece las relaciones sociales de calidad. Pero si los niveles de relación son muy altos, puede que no tengamos tanta privacidad, sintamos que perdemos el tiempo y luego tengamos jornadas que se estiran como un chicle en nuestras agendas. Una vez más, cuidado con la dosis.
A mí el control: El control es la capacidad para tomar decisiones. Si creemos que tenemos la suficiente autonomía a la hora de desarrollar nuestras tareas, nos sentiremos más realizados. Ahora bien, como es una cualidad “vitamínica”, en muchas personas un exceso de autonomía puede generarles bloqueo. Dicha reacción las he encontrado sobre todo en jóvenes que comienzan su vida laboral y al principio buscan una cierta seguridad inicial.
Desarrollo, desarrollo y más desarrollo: El aprendizaje es uno de los ingredientes fundamentales para nuestra motivación intrínseca. Aprender nos enriquece, nos da sentido, nos ayuda a estrujar nuestras neuronas… en definitiva, nos motiva. Así pues, si el trabajo ofrece la posibilidad de continuar aprendiendo y de poner en práctica lo que sabemos, nos ayudará a sentirnos mejor y más felices. ¿Cuántas cosas te permite aprender tu trabajo?
Un desafío retador, por favor: Nos movemos por objetivos y si son demasiado fáciles, pueden llevarnos a la desmotivación. Si resultan imposibles, tampoco son positivos. Ya lo hemos dicho, la clave está en la dosis adecuada: Han de resultar retadores, invitarnos a poner en juego nuestras habilidades y a aprender, pero sin que ello nos suponga una sobrecarga de trabajo que nos desborde.
Adiós a la rutina: La variedad nos gusta (por supuesto, siempre hay personas que son excepciones) y dicha variedad puede ser desde las tareas a las personas que conocemos. La rutina nos mata por dentro. Sin embargo, como todo depende de su justa medida, si vivimos un trabajo donde hay demasiada variedad puede que tengamos que dedicar un exceso de atención y por ello, despistarnos para lograr nuestros objetivos. El grado de variedad o de rutina, una vez más, va a depender de cada persona y de su momento vital.
La belleza de la claridad y del sentido: Debo tener claro cuál es mi papel, qué esperan de mí mis jefes, compañeros o clientes. Necesito recibir feedback para poder hacer bien las cosas y sobre todo, comprender el para qué sirve lo que estoy haciendo. Si no tengo una visión global, es muy difícil sentirme motivado. Es más, podemos tener el trabajo “perfecto” en funciones, compañeros, ubicación… pero si diariamente lo que hacemos se destruye, preferiremos cambiarnos a otra organización.
¿Y el dinero no es importante? Por supuesto que lo es. Si no llegamos a fin de mes, por muy bonito que sea el resto, será difícil sentirnos motivados. Ahora bien, ya lo hemos dicho en otros artículos: el dinero no da la felicidad y movernos solo por esa variable, es una mala brújula. Lo interesante del salario no siempre es la parte puramente económica sino el reconocimiento que ello implica. Y como ha demostrado Warr, si nos sentimos justamente retribuidos, por mucho que aumente, no va a suponer una mayor satisfacción (y sí el riesgo de vernos en cárceles de oro, de la que hablaremos en otro momento).
En definitiva, las cualidades del trabajo que nos dan la felicidad dependerá de cada persona, de nuestra edad, de nuestra forma de ser o inquietudes… y un sinfín de variables individuales. Pero lo que parece que es universal es la necesidad de sentirnos reconocidos, importantes y tener claro qué se pide de nosotros. Y todo ello, cada jefe o cada empresa puede invertir tiempo y esfuerzo en lograrlo. Y no lo olvidemos, la medida ha de ser la justa, porque como dijo Aristóteles, en el término medio se encuentra la virtud.

Referencias

Sources of happiness and unhappiness in the workplace: A combined perspective, escrito por Peter Warr y publicado en 2013 en Journal of Work and Organizational Psychology.


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