—Usted es un
«coach», dice...
—Sí.
—O sea, un
entrenador (coach, en inglés).
—Sí, pero no necesariamente de
deportistas, ¿Eh?
—Ah... ¿Y a
quién entrena, entonces?
—A usted, si quiere. A cualquiera. A
ejecutivos de empresas... Soy entrenador de sus aptitudes, de sus talentos, de
su potencial... A ese proceso le llamamos «coaching».
—No acabo de
entenderlo...
—Es que el «coaching» es más fácil
practicarlo que explicarlo.
—Ensaye una
definición de «coaching».
—Consiste en ayudar a alguien a pensar por sí mismo, a encontrar
sus respuestas, a descubrir dentro de sí su potencial, su camino al éxito...
sea en los negocios, en las relaciones personales, en el arte, el deporte, el
trabajo...
—Suena muy
bien, pero sigo sin verlo...
—Lo mejor es que le explique un caso.
—Gracias.
—Estaba yo dando una clase de tenis
y...
—¡Entonces sí
entrena a deportistas!
—Verá, es que todo esto del «coaching»
empezó cuando leí en 1975 un libro de Tim Gallwey: Inner game of tennis
(El juego interior del tenis). Gallwey aplicaba al tenis las nuevas
tesis psicológicas que bullían en California, lo de «está en paz contigo mismo, sé feliz...»,
y Tim añadía: «...y
serás más eficiente, ganarás al tenis». ¡Él aplicó todas esas
técnicas al entrenamiento deportivo!
—Y usted, ¿Se
puso a dar clases de tenis?
—En 1978 fundé The Inner Game (el juego
interior), una escuela de entrenamiento deportivo con las técnicas de Tim: Tenis,
esquí..., y pronto empezamos a aplicarlas también a directivos de empresas
británicas.
—Y nació el «coaching».
—Sí: Nos quedamos con el apelativo
deportivo de «coach»... porque a los británicos les aterraba aquel concepto de
«juego interior».
—Volvamos al
caso, a la clase de tenis...
—Sí. Estaba yo entrenando a una señora
en su servicio, en su saque. Y vi que, después de cada saque, ella daba unos
pasos hacia atrás. Un entrenador normal le hubiera dicho: «No
te vayas para atrás». Pero en «coaching», no.
—¿Ah, no? ¿Qué
hacen?
—Preguntas. El «coach» pregunta y pregunta... ¡Y es el
interesado quien encuentra las respuestas dentro de sí! Eso lo hacía
Sócrates... ¡Dentro de ti están las respuestas!
—¿Qué le
preguntó a la señora tenista?
—«¿Qué notas tras hacer el saque?» Ella iba
diciendo cosas. «¿Y
qué más?», repreguntaba yo. Y más cosas. «¿Y qué más?» Hasta que
descubrió —ella sola— que se iba para atrás. «Ah —le dije—, y ¿Cuántos pasos te vas para
atrás?» Y empezó a calibrar esa distancia ella misma. Y, acto
seguido, a controlarla: Y cada vez que sacaba se iba un poco menos hacia atrás.
Hasta que
dejó de hacerlo.
—Buen «coach»,
usted: Felicidades.
—Espere: Un día, después de un saque, ¡Se
fue hacia delante! Y, entonces, una sonrisa enorme se dibujó en su cara. Y me
dijo: «¡Es la historia de mi vida! Ante cualquier problema,
siempre he dado un paso atrás. ¡Y qué bien me he sentido ahora, al ir hacia
delante! ¡Así viviré el resto de mi vida!». Bien, pues eso es el
«coaching», y este ejemplo serviría igual para el mundo de los negocios.
—¿Se había
encontrado a sí misma?
—Y dijo: «¡No puedo esperar para que mi marido lo
sepa: Corro a casa!». ¡Pobre marido, pensé yo, ja, ja, ja...! Se trata de que
cada uno encuentre su yo, que cada uno se pregunte: «Yo, realmente, ¿Qué quiero?». Si respondes a esta
pregunta, tendrás un sentido, y luego calibrarás todas las vías posibles para
alcanzar ese objetivo: Elige una.
—¿Y usted
conoce ya su yo verdadero?
—Yo era un estúpido, muy estúpido... Y
ahora no soy perfecto: ¡Siempre hay que mejorar, hay que seguir «entrenándose»! Hasta
el mejor de los deportistas de elite lo hace, ¿No? ¡Siempre hay terreno para mejorar!
—¿Por qué dice
que fue un estúpido?
—A los 19 años decidí pilotar coches
de carreras. A los 28 años intuí por qué: Veía a mis padres tan grandes..., que quise competir, y
competí conmigo mismo. Cuando ya me había probado, lo dejé, y me
metí en negocios. Tuve éxito: Una casa en el Caribe, otra en Londres, mi
avioneta... ¡Lo tenía todo!
—¿Y dónde está
la estupidez en todo esto?
—¡Yo sólo «tenía»! Y viví mi «crisis de
sentido»... Nos pasa a todos. Empiezas a preguntarte por qué haces lo que haces, eludes
la respuesta, las preguntas siguen creciendo, hasta que chocas contra ellas. Eso
puede sucederte suavemente, o a lo bestia. En mi caso fue a lo bestia, y tuvo
forma de mujer.
—¿Me lo
cuenta, por favor?
—Mmm... Era una actriz negra
jamaicana. Una Naomi Campbell en interesante. Sus novios anteriores habían sido
Bob Marley y Marlon Brando... Yo era rico, divorciado...
—¡Todo
perfecto!
—Sí, todo perfecto: Mi casa del
Caribe, las palmeras, el sexo... Y ella me preguntó: «Y
tú, ¿Quién eres?». Yo decía: «Piloto de
carreras, empresario, esto, lo otro...». Y ella: «Ya, ésos son tus ropajes, pero tú ¿Quién eres?».
Y empecé a sentirme mal. Enfermé. Tenía algo grave. Volamos a Londres, de
urgencia: Meningitis. Estuve a punto de morir. Yo era un esqueleto, olía mal,
estaba horrible, incapaz... Ella me leía libros de Herman Hesse que alimentaron
mi espíritu. Ella y mi ex mujer estuvieron a mi lado. Entendí: Yo vivía una
vida falsa. Lo importante era el amor incondicional de esas mujeres, y mi
espíritu.
—Y hoy..., ¿Cuál
es hoy su objetivo?
—Yo ya sé que el mío es ayudar. Hoy sé
que ésa es mi riqueza. Cuando noto que he hecho algo por mejorar un poco la vida
de otro, ¡Siento en mí que no hay nada más grande!
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